¡Qué sean las diez y
media por favor!
Que las ansias me
destruyen por segundo
Y el reloj no avanza,
deteniendo el resplandor
De mi deseo entre vivo
y moribundo.
¡Corre minutero, deja
atrás a la madrugada!
Corre y tráelo contigo,
que necesito verlo,
Besarlo, y seguir
estando a conciencia embelesada
Y poder, entre mis
lánguidos brazos, tenerlo.
¡Qué sean las diez y
media! ¡Oh Dios!
Agota mi agonía
completa y desquiciada
Que me retiene aquí, separando
a este corazón en dos,
Y entre problemas de
matemática crueles, enclaustrada.
Que se extingan las
barreras de paredes y vidrios viejos,
Que se acabe la
estúpida clase y continúe mi vida,
Que ya no aguanto, de
verdad no aguanto, que esté lejos,
Justo hoy cuando parece
haber sanado la herida.
¡Qué sean las diez y
media y suene frenética la campana!
Para que mi pupila vea
su imagen afuera parado.
¡Qué se congele el
tiempo y jubile la mañana!
Pero no, el reloj sigue
estancado.
¡Qué sean las diez y
media para verla salir!
Piensa él, con frío y
fuma algo de tabaco,
¡Qué sean las diez y
media y no tener que morir
Al no escuchar el
sonido melodioso de sus tacos!
¡Qué sean las diez y
media! ¡Atiendan luces del cielo!
Y manden respuesta a
los problemas numéricos,
Que tiene que saber,
como sea, que la quiero,
O llévense pronto mis
sueños cadavéricos.
¡Qué sean las diez y
media que ya se me acaba el cigarrillo!
Y Cronos se burla de mí
por estar parado como idiota,
Aunque no le pongo
atención y hurgo entre los cerillos
La esperanza de que el
tiempo se agota.
¡Qué sean las diez y
media! Sólo eso y no es mucho, pido
Que los engranajes
giren y giren y vuelvan a girar,
Hasta el colmo
insostenible de un mero silbido
Que ahogue mis oídos y
que ella me pueda mirar.
“Ya son las diez y media”
pensaron a dúo,
Y no saben si salir,
entrar, quedarse simplemente donde están,
Si aguantar las ganas
de decir “te quiero” o “cómo actúo”
Si están listos para
empezarse a amar.
Y sale ella y entra él,
se abrazan, se besan,
Se adoran como desde
hace tantos años pasados,
Y se encuentran
rehenes, torpes presos
De las garras de un
cariño que los tiene condenados.
ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER