Posar una mano sobre el rostro pálido,
Sentir como tiembla
al acomodarse el cabello,
Palpar en el tacto
el silencio cálido,
Y cubrir las
estrellas con un lienzo bello.
Tomarlo por las
manos y reír un poco,
Regalar la luna
cuando está nublado,
Conversar un rato
y cerrar los ojos,
Disfrutando al
máximo de quién está al lado.
Acercar los labios
preparando algo especial
Sabiendo que es
imposible huir en dirección opuesta,
Correr con el
soplido del viento al vuelo espacial
Y seguir riendo
por las risas a cuestas.
Juguetear con el
roce de la nariz contra otra,
Detener todo de
golpe y olvidar de las acciones, la cordura,
Saborear de
repente, la aventura de la boca
Que ya no tiene
llaves ni tampoco cerradura.
Ya un segundo no
lo será más,
Será solo una
muestra taciturna del cariño guardado,
Prometiendo cosas
que no se pueden improvisar,
Cuando dos
personas se convierten en soldado.
Un soldado sin
pistola ni armamento,
Únicamente
provisto por las ansias del deseo
Y se borran los
suspiros, las ilusiones, el momento,
Quedando en la
memoria, fidedigno, el recuerdo.
Continuaremos
afanando con los límites siniestros
Que se pueden
encontrar al terminar lo que se busca;
La fusión
universal de los cuerpos nuestros
Cuando llegue la
luz y la muerte se luzca.
Acabaremos
mirándonos perpetuos, hermosos inmortales,
Sonrojados por la
dicha que emana por la frente,
Haciendo notar el
morbo que nos transforma en animales
Y saldremos
caminando por entre la turba de gente.
Pasaran los días,
se apagará la luna y hablará Dios,
Hasta que nos
reunamos otra vez, cuando el tiempo mande,
Y nos
encontraremos como siempre, solos los dos,
Y no sabremos si
besarnos en la cara o en otra parte.
Ahí irrumpiremos
con el dilema perturbador,
Que encasilla a
los labios a permanecer presos,
Hasta que tomen
autonomía y enciendan el motor
De las ganas
desquiciadas de volver a probar tus besos.
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