Y se desperdicia: el
amor, el sueño, la juventud, esperando, siempre esperando por algo que vendrá,
que nadie promete, pero que se vaticina, y en la muerte, con el cadáver aun tibio,
ataca la desesperación al ver que el tiempo se desvaneció.
Y como yo desperdicié mi tiempo y tarde vengo a abrir los
ojos, me doy cuenta que mi piel fue marcada con arrugas, que me robaron la
belleza que nunca presumí, por ser ciega ante mi propia grandeza, y ahora que
solo habita un fantasma carroñero de años mejores, es que me da miedo que haya
desperdiciado mi juventud entre falsedad y espera.
Y si soy consciente, aunque tarde, qué sigo esperando si
está claro que no existe, sea lo que sea que espero, por qué continuo estática
mientras el reloj sigue avanzando y yo quieta, pese a que en mi dirección se
aproxima una avalancha, pero no me muevo, porque quizás entre la nieve viene lo
que tanto anhelo.
Siguen pasando los años, uno tras otro, sin falta, y mi posición
en el espacio permanece invariable, tanto así que han aparecido raíces en mis
pies y cadenas en mis manos, de igual forma, por tanto cansancio, producto de
la vigilia que implica estar alerta para no dejar pasar eso que tanto espero,
mis ojos no se han vuelto a abrir. Sé que
es de noche porque hay una hora en que el viento duerme y sé que se es de día
porque el viento trae sombra. Sé que es verano pues mi piel, cual corteza, se
descascara y sé que es invierno porque por una vez, cortan mis cadenas para
echarlas al fuego, pero qué saco si sigo ciega.
Se desvanece mi belleza
y se diluyen las posibilidades de que llegue lo que espero y lo más
cruel de todo es que lo entiendo aunque, todavía así, sigo desperdiciando la
vida que me resta, apostando siempre las peores cartas porque aun no aprendo a
jugar, apostando muy alto y pagando el precio de un corazón roto dejado a la merced de esperanzas destrozadas hambrientas
de redención.
Ya no sueño porque mis mejores escenarios los desperdicié
con un actor barato y ladrón y porque descubrí que los sueños son maneras
siniestras de vivir lo prohibido, haciendo que ese corazón hecho trizas, se
reencarne en pasión y al abrir los ojos, solo exista destrucción y sufrimiento
por ver que la cama sigue vacía, pese a que con mi llanto, se hay ahogado Dios.
ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER
Me ha gustado mucho.
ResponderBorrar