¿Un mundo? ¿Cuándo la distancia ha hecho su trabajo? Hay
lazos que no se pueden romper y hay vidas que no se pueden separar. Te lo dije.
Es como si de una forma viciosa se persiguiera el rastro de
caminos conocidos, pese a nunca haberlos
andado, simplemente por engatusarse en el perfume de una piel añorada: O tú
sigues el mío o yo sigo el tuyo.
La estela nunca desaparece, aunque dos metros de nieve le
caigan encima, son más poderosas las jugarretas tortuosas tendidas por el
destino cuando se aburre ¡Me importa un reverendo rábano que juegue a lo que
quiera! Pero por Dios, nos deje tranquilos.
O nos junta de una vez y definitiva, o nos manda a cada uno por su lado,
tú en Marte y si me permite, me cambio de galaxia.
Levantarse con el presentimiento de verte, casi todos los
días y deambular con los ojos abiertos, los oídos afinados y el corazón
vulnerable, para que llegada la noche, cuando le estoy poniendo llave a la
puerta, algo muera en mi interior por no haberse cumplido, me está quitando la
cordura gota o gota, al buscarle la quinta pata al gato con tal de hacer
coincidir cualquier cosa con tu nombre: Procurar, por ejemplo, que el cabito de
la manzana se salga justo cuando, recitando el abecedario, se le da vueltas
hasta llegar a la letra inicial de tu nombre (Aunque sea a la fuerza). Se
supone que delata a quien está pensando en ti. Nunca comí tantas manzanas.
Vuelve la esperanza de reparar el daño en lo que no alcanzó
a existir. Un cabal agonizante me escupe en la cara el hecho de tu olvido. musita fracasos por todos lados. No sé perder. Quizá te soy indiferente y soy yo la penitente de un fantasma, estando
menesterosa de ti, por apegarme a lo conocido y sucumbir ante el terror horrible
de arriesgar el amor a lo incierto. ¡No
puede ser! El instinto me dice que no es así, sino la desesperación engendrada
por el raciocinio. La razón no siempre tiene la razón… “Principio de
incertidumbre”.
¿¡Para qué seguir haciéndonos los tontos!? Aún puedo sentir
a tus pensamientos llamando a los míos y más por las noches, mientras apareces
intermitente en mis sueños con mensajes sin descifrar, pero que cuentan una
vida entera al parpadearme ilusiones de que todavía mi nombre genera ruido en
tu planeta. ¿A quién hay que darle explicaciones? Si esto es entre tú y yo
¿Al orgullo? ¿Y qué sacas? Tú, allá tal
vez dónde, llenándote el vacío quién sabe con qué y yo aquí, otra vez
escribiendo porque le tengo miedo a dormir y que no vengas a conversar un rato
antes de abrir los ojos cuando cante el gallo.
Tú y yo sabemos que aunque hagamos lo imposible para tratar
de vivir en paz, tú en tu rincón y yo entre mis libros, siempre está el viento
advirtiendo porvenir, diciéndome que me extrañas y diciéndote que te espero,
noticias lleva y trae, besos lleva y trae, es por eso los escalofríos sentidos
a media tarde. ¡Somos muy cínicos! Haciendo como si nunca hubiera pasado, nunca
habernos conocido, dejar correr el tiempo hasta convertirse en varios años,
rellenando resentimientos con pieles prestadas, después de encontrarle un
sucedáneo al amor, sin preguntarle jamás a nadie por los huesos del otro y
muriendo de ansias por mandarnos recado…
No nos hablamos, no nos vemos, no nos “amamos”, no nos
“buscamos”, no nos interesamos, y sin embargo, tú y yo, sin querer, aprendimos
a hablar viento.
ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER
No hay comentarios.:
Publicar un comentario