miércoles, 10 de agosto de 2016

EL DESPARRAME

Pensó que está vez sería fuerte. Nada ni nadie la haría llorar, porque por mucho tiempo derramó  lágrimas  sin agradecer, así que se convenció durante meses de recuperar la entereza perdida hacía  ya varios años. Otro espejismo.

Pedazo a pedazo se fue descomponiendo el ímpetu de sus fuerzas, languideciendo como hilachas al aire, cuando empezaron a humedecerse los ojos, advirtiendo la destrucción del mundo en la inundación de Noé. Sin control el desfiladero de lágrimas fue corriendo el maquillaje, repitiéndose para si misma " que no te vean llorar" "no te puedes dar el gusto" " espera a casa". No obedecieron y lo mejor era echarse la chaqueta encima pretendiendo dormir, mal que mal, era un viaje de una hora.
Bastó una palabra ¡UNA! Para que su felicidad se fuera por la borda y los reproches de sus pensamientos tomarán venganza por dejarlos pospuestos cuando los tiró  en algún camino. ¡Esa puta inseguridad que desgracia la vida! Tan inteligente para algunas cosas y tan tonta para otras... Por primera vez en quizá  cuantos meses lloraba por ella y por el tango bailado con la decepción toda la mañana. Duele menos cargar con un corazón roto que ver desplomarse en el espejo.
Iba en caída libre al mismo infierno del  que salió a duras penas. "La miserable condenada a sus pensamientos"  ¿ Por qué  atacan? ¿ Por qué lastiman tanto?. Todavía no se secaban las costras de las llagas infringidas al escapar y de nuevo al fondo, por último quedarse estoica, insensibilizada hasta que hubieran cicatrizado, pero ella no vino con un botón de "ON/  OFF emotions" defecto de fábrica.

¿ Qué  ganaba con llorar? El martirio.  Nunca es suficiente.

Una vez quiso colgar los guantes, pero fue por cansancio. Durmiendo 1 hora al día, así  no hay cuerpo si aguante, sobre todo cuando se lleva al límite para probar valía.
Hoy quiso colgar los guantes porque era infeliz. Así  No hay alma que aguante.

Golpe, tras golpe, tras golpe. Sabia que el huracán no había amainado y probablemente, nunca lo haría,  todo este tiempo ha estado suspendido en esa calma que precede a la calamidad. "¡Qué  venga! ¡Qué  Me mate luego si va a matarme! ¡ Aquí lo espero!" resonaba a gritos sordos en su cabeza.
No saber curarse, cuando se anda curando al resto. Las contradicciones del destino.
No se puede suturar la confianza y dar analgesia a los dolores espirituales. No se puede reanimar a las ganas de continuar. No se puede tratar cuando ya no hay nada más por hacer.  ¿De qué  valía curar al resto!

Se va agotando la hora y el maquillaje sigue corrido, las lágrimas no dejan de caer, la conciencia pide escape o dormir y no despertar. Estan muy desparramados los pedazos de ella para intentar recuperarlos y poder escapar nuevamente desde el abismo. Trabajo perdido, como ella.

¿Por qué  siempre se quedaba sola con sus demonios? Tortura.


ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER.

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