Llueve y Dios se ha enfurecido conmigo y sus gritos son los truenos que escucho allá afuera, mientras las luces de los relámpagos, se convierten en sinapsis tardías de pensamientos eclipsados por postergar lo inevitable, el momento preciso en que ya no haya que ocupar palabras y el sueño por fin sea relegado al olvido… Cuando yo sea valiente y escuche la voz tortuosa de las nubes, tome su llanto para bañar la piel del objeto de mis males, esos ojos cansados de camuflarse con los otros y de cargar con los zafiros del faraón bajo las cejas, ahí recién, resucitaran los Fénix.
Han pasado años y sólo ahora creo entender lo que me dicen
las estrellas con su centelleo afanoso a través de las cortinas tiznadas de
tantos cuerpos quemados tras perder la guerra diez mil veces antes de volver a
respirar. Me dicen que sea asertiva y
pelee por la escafandra dorada que me han robado desde el resguardo de mis
aposentos, que mate si es necesario, todo con tal de obtener lo que por ley es
mío, pero que mucho no importa, porque ya rondan los ladrones disfrazados de
mendigos que pretenden tomarla cuando yo desista de mis afanes de permanecer
siempre despierta. Cuidando. Asechando. Queriendo…Pero desde lejos...Él miró al
vacío. ¿En qué piensa el vampiro?
ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER
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