domingo, 2 de febrero de 2025

LA REVELACIÓN

 



Hay mucha luz en el horizonte y por encima se ven nubes cargadas con llanto, el mar sacude las tribulaciones diarias adormeciendo a los demonios oscuros en mi cabeza.

Mi corazón se salta un latido, mi pulso va al ritmo de las olas, mis ojos se acostumbraron a las tinieblas violadas por la luz en el fondo y en el hambre se vuelve insaciable.

Por entre las rocas reconocí el olor a sulfuro.

Tiene que ser hoy. – Voy a salir – dije al viento.

La rivera de las olas es el lugar más peligroso del océano, ahí las almas pueden quedar atrapadas para siempre, se decide si una vida continua o si llegó a su término, es el lugar ideal para cazar algún corazón roto que sirva para calmar la sed, pero por, sobre todo, es donde la paz entre el infierno y la tierra se hace manifiesta.

Marte aparece alumbrando la noche y una tenue brisa agita el pelo, a esta hora las gaviotas son reemplazadas por murciélagos con su chirrido enloquecedor.

Caminé entre la arena seca por un par de kilómetros, en una playa desierta, aunque repleta de cadáveres de historias por contar. Ahí vi sus ojos rojos observándome de lejos. La nuestra es una relación tan larga y sinuosa que las eras ya no sirven para contar

-          Supe que estabas aquí Princesa; las olas se adormecen con tu presencia. – dijo con voz espectral.

-          ¿Cuánto ha pasado desde la última vez? – me recogí el cabello.

-          Yo creo que una década, años más, años menos.

-          ¿Qué es lo que te nubla la conciencia?

-          La desesperanza ¿ y a ti qué te trae de nuevo a estos paraje tan lejos de tu hogar?

-          La soledad. Ya no sé si somos enemigos en guerra constante o si somos los dos locos con locura compartida. Solo sé que ya es costumbre conversar contigo de vez en cuando, Princesa.

-          Ya los tiempos de guerra por el dominio de los reinos quedó atrás hace mucho, ahora somos dos criaturas queriendo desahogarse.

-          ¿Por qué volviste Princesa?

-          Estoy cansada del hambre, de dolor en mi piel, de no tener corazón ¿Qué hay de ti?

-          ¿Quieres? – me ofreció un cigarro. Acepté. – estoy aburrido de amar por amar… quién lo diría, el rey del infierno loco de amor.

Conversamos de todo un poco hasta que el albor comenzó a aparecer.

-          Ya me tengo que ir Sirena o quedaré atrapado en tierra.

-          Te acompaño, quiero nadar un poco.

 

A través del lecho marino está el paso más corto para llegar al infierno, es por eso las constante guerras entre los dos: él quería al océano como paso libre para sus condenados y yo quería resguardar las almas que alimentaron al  mar. En lo más profundo se mezcla el fuego con el agua.

 

Calmé el dolor eterno en mi piel con el mero contacto con el mar. Cambiar a escamas, respirar en lo profundo, saciar el hambre con algún naufrago desafortunado, volver a mi estado natural, hacia menos mortificante la espera eterna para recuperar el corazón de las aguas.

Floté arrastrada por la corriente, sin sentido claro, como todo últimamente, sin temor a ser vista; era muy temprano aún, ni los pescadores aparecían en las costas todavía.

Un carguero pasó raudo por el horizonte. Así de rápido fue su paso por mi vida, y al igual que el buque que lo arrastra todo, él arrasó con mi corazón.

¿Cómo puede ser que en ninguna parte de mi reino haya sido visto? ¿Cómo no va a haber pisado el mar en todos estos años? De pronto, la posibilidad de una certeza me consumió entera ¿y si murió y con él mis posibilidades de regresar para siempre al océano?

 

 

ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER

 

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