Y sí, fue
culpa mía, yo maquiné el asunto para que todo marchara de acuerdo al plan,
mandé emisarios con cartas que nunca llegaron, brujos que se suponían tenían
que hacerte caer, charlatanes de las calles, y nada funciona contigo, pero lo
asumo, fue culpa mía que resultase lo que ahora conversamos, yo fui la que
manipuló al destino extorsionándolo con andróminas sobre sus secretos oscuros
que solo yo conozco, para que té dijeras las palabras precisas que me gustaría
oír, cuando se calle el ruido y los autos dejen de circular con sus bocinas
chillonas que perturban mi concentración y no me dejan mirar en lo profundo de
ese mar verde donde quiero morir ahogada tan pronto como sea posible o
asfixiada en tus brazos que se han convertido en las cadenas que llevaría con
orgullo por la cuidad, si tú me dejas, porque eso sí es lo único que no puedo controlar.
Y sí, yo
fui la que por largo tiempo te hablaba en los sueños, incluso antes de que
fueras capaz de asociar mi rostro a la voz que profeso, la que te pedía a
gritos lascivos tu llegada pronta a mi vida para poder librarme del peso de
tantos fracasos, asumiendo desde ya, y
no de ufana, mi victoria sobre tus afanes. Yo fui la que te quitó el desvelo y
espero seguir siéndolo, con la excepción de que ahora, añoro ser la que te lo
devuelva en el momento justo cuando decidas yacer conmigo, ahuyentar tus males y cantar los salmos que te traerán paz,
pero aún no entiendo porqué continuas distante,
acaso no te das cuenta de las miles de coincidencias que ocurren a diario, que
todo un mundo se hace pequeño si de juntarnos se trata y que la gente siempre sobra, incluso aquellos que bajo
órdenes mías te circundan disfrazados de amigos, e compañeros cariñosos, sí
esos mismos en los que piensas, trabajan para mí.
Y sí, fui
yo la que movilizó a sus ejércitos, los hizo tus aliados, los puso a tus pies y
esperan mi arribo para atacar tan pronto como tus espías se vallan a dormir. tengo
el poder suficiente como para destruirte cuando me entre el capricho de
hacerlo, de eliminar cada recuerdo de tu existencia de esta tierra, de que
desaparezcas a penas te voltees, sin embargo, no quiero, te quiero cerca y al
asecho, que un día despiertes, vayas donde
yo me encuentre y me quites el aliento de un beso sin permiso, que tomes mis manos para algo más que para juegos y me conduzcas
por el camino directo a tu corazón, quiero noches de desvelos sin libros que
contaminen los pensamientos que en esas noches volaran distraídos hasta que en
el firmamento se encuentren y de la venia necesaria para acatar las acciones
que permanecen enraizadas desde ese día en que encontré tus ojos en rumbo de
colisión con os míos, quiero canciones románticas que sacaran sonrisas castas
cuando me acuerde de tus labios tocándome, y el cuerpo se me estremezca cuando
alguien pronuncie tu nombre cerca del radio de mis alcances, quiero eso y todo
lo que me puedes entregar, menos tristeza y brazos tendidos en el aire
enamorados del suspenso.
Y sí, yo
tengo la culpa de todo lo que me puedas acusar menos de ser indiferente a tu
presencia, y si lo pensaste alguna vez, fue porque también tengo la culpa de
ser cobarde hasta el limite de lo razonable, me cuesta, y solo tú provocas eso
en mí, el sonrrojamiento prematuro de estos pómulos indiscretos, las
tremulaciones baratas de estas manos poco firmes, el revoloteo desenfrenado del
millón de mariposas confinadas en mi vientre. Solo tú, mi príncipe de ojos
verdes. Yo tengo la culpa de no lanzarme a tus brazos cada que veo que tu
sombra se acerca, y de no robarte el suspiro a cada momento, porque temo que
sean solo conspiraciones de mi conciencia para hacerme la victima más fácil que
ha tenido, y que se auto propicia la defunción porque no es capaz de soportar
un poco de confusión. No pretendo serlo,
a menos que sea tu comando.
Y sí, por
último tengo la culpa, de haberme fijado en ti. ¿Serás tú quien me venga a
juzgar?
ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER
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