jueves, 11 de marzo de 2021

AMPARO

Hoy me dueles. Me duele Tu ausencia persistente en el vacío en mis brazos, en la grieta del corazón. 
Hoy te extraño. Desperté atrapada en un día  donde no estás y donde ya no estarás, haga lo que haga. 
El silencio me ahoga, me sofoca, me destruye desde adentro, y ya no tengo fuerzas. 
Me enloquece tu olor en mi ropa, buscarte y no verte. ¿Dónde estarás? ¿Serás feliz? 
Ya no quiero abrir la puerta al llegar, porque sé  que apenas ponga un pie dentro, seré absorbida por la miseria. Hoy me dueles. 
Mi alma enferma se desintegra despacio con el correr incesante de las horas sin encontrar Amparo. Ya no tengo Amparo. Ya no está mi Amparo.

ESCRITO POR FRANCISCA KITTSTEINER.  


Hoy, a un año de tu muerte. 

miércoles, 3 de febrero de 2021

LA CONDENA

 

Los miedos de pronto, no existieron, así como llegaron, un día desaparecieron. Hubo paz donde el caos reinaba y los muertos dejaron de aparecer por las noches. El silencio fue conquistado por suspiros agotados y ahora mis pensamientos eran poblados por ti, joven indeciso. Fui feliz, escasa, pero profundamente feliz. Un amor intenso apareció en el horizonte y tras dos segundos se apoderó de mi corazón ya casi extinto; crecí, volé y amé en menos de lo que dura un día. Así como llegó, se fue. Lo sentí desvanecerse entre mis manos, mientras se esfumaba un gemido acallado entre los murmullos de las olas. Era la primera vez que le presentaba a alguien. Le conté mil veces del dolor que conlleva anhelar y nunca tener y entre suplicas le ofrecí mi alma a cambio de amor: el mar contestó y yo se lo llevé. Fue ahí el error. Las aguas son celosas, exigen atención total.

 

-         - Tráenos su vida, Sirena. – Fue lo que dijeron. – es su vida o la tuya, princesa del mar.

Un par de copas de vino. La sed, acrecentándose con cada minuto y el palpitar ardoroso de la piel derritiéndose por querer lanzarse al mar. Duele el exilio. Se sufre a cada instante, pero en la tierra descubrí el amor y lo vale. Otro par de copas de vino y las estrellas resplandeciendo sobre mi cabeza con la promesa latente del eclipse acercándose. He aquí otro secreto: bajo todo el océano y oculta tras mil paredes de acero, cada que la luna juega con el sol, hay que esconderse. Nada bueno pasa entonces. Es cuando los demonios salen a molestar y el mundo pierde su destino.

Dos copas más y me dejé atrapar por unas redes. Me acorraló en un lugar oscuro y sin piedad.

Me desnudó el cuerpo, el alma y el pensamiento. Un ejército de besos debutó de pronto y así, de la nada, la sed se empezó a calmar. Me convertí en bruma para apoderarme de su piel. Empapada en sudor, extasiada y delirante.

Todo lo que soy, se lo entregué. Todo lo que tengo, se lo ofrecí. Le permití adentrarse en mis recodos. Le permití aferrarse a mi espalda antes de naufragar. Asfixié sus gritos y reclamé mi nombre pronunciado por su voz quejumbrosa. El sexo transmutó en devoción: muerte, resurrección y pecado.

Agoté sus fuerzas, al tiempo que se esfumaban mis ganas. Dejé marcas perennes en su piel: si quería mi cuerpo, yo usurparía su razón.

Entre cuatro paredes, recobré la vida que abandoné por azar, la juventud puesta en pausa por la inocencia de querer cambiar al mundo por buena voluntad.

De sus gemidos, resurgió mi espíritu y recordé que todas las sirenas saben seducir, solo que de vez en cuando, uno lo olvida a conciencia… entre orgasmos comprendí, que ahora pertenecía más a la tierra que al mar.

Ola tras ola, los cimientos de la casa tambaleaban y polvo caía desde las cornisas, mientras él se profundizaba en mí.

-         - ¡Entréganos su vida, princesa del mar! – gritaban las malditas - ¡ese hombre nos pertenece!

¿Cómo entregar algo que no es mío? Tuve a su cuerpo y a sus labios, a su deseo profanando al mío hasta saciarlo por completo. Tranquilizó la sed y el hambre, pero su corazón, así como el mío, era espuma y sal.

 

Sentí su calor adormeciéndome el cuerpo. El dolor paró. La piel dejó de arder bajo su abrazo. Esperé a que el sueño debutara, besé sus manos y lo dejé.

La noche se presentaba clara con la luna llena en Cáncer, alumbrando mi desesperación. Caminé por la vera de la playa hasta encontrarme con vestigios de almas en pena: la estela paupérrima de sal seca sobre la arena.

-        -  Vengan a mí – ordené a las mareas a cambiar el rumbo y entre remolinos de escarcha fui sumergida hasta el fondo del mar. El agua transmite todo. No tuve necesidad de hablar.  No tuvo necesidad de contestar.

Supe entonces, que mi tiempo con aquel muchacho inmaduro, pese a su escases, ya había expirado hace mucho y se lo entregué.

-          - No hay conjuro que proteja la casa. Puedes tomar lo que quieras.

-        -  Debe ser por tu mano, Sirena o nuestra mano tomará tu vida inmortal.

Entonces cientos de medusas hicieron fila frente a mí para descansar en mis labios su veneno taciturno.

El mar es salado por las lágrimas de sus habitantes. Tercer secreto revelado.

Volví a casa, tras esperar que mis escamas se secaran por completo, con el frío de la madrugada firmado en mi piel. Él seguía en el sueño profundo posterior al sexo y me acomodé entre sus brazos antes de besarle la frente…

… con eso terminé su vida.

Al día siguiente, él entró al agua a cazar olas, pero las mareas reconocieron la marca de la ofrenda y no devolvieron su cuerpo.

Ahí estaba yo de nuevo, sola, llorando un amor extinto por los celos de mi reino.

Ahí estaba yo de nuevo, con la sed incesante de consumir una nueva vida para poder mantener la mía en tierra, quizá un día más.

 

ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER 

 


domingo, 10 de enero de 2021

CAMPOS DE HIELO



Extensiones infinitas, campos de hielo y tundra, un universo en continua expansión, vacío sin piedad, en eso se transforma de a poco, este espacio. La retumbancia de mi voz en las paredes sin respuesta, la angustia contenida en el llamado, un dejo de ansiedad por un milagro gestándose, aunque sea lejos, comienza a hacerse dueño del silencio al derredor... hay locura dentro de todo. Un rastro de auxilio... una salvación por piedad.

Hay un olor familiar anidandose dentro de las almohadas, la tortura feliz de un encuentro fugaz ya diluido en el correr de los días y ya con eso, se cuentan los años. Quién pensaría que un saludo podría reclamar tanto, que incluso hoy, despliega sensaciones extrañas asomándose por entre las cornizas.
Aquí fui feliz. Aquí desaté pudores.  Aquí entregué cuerpo, vida y devoción. Aquí, hoy hay nada.

Llanuras inmensas se despliegan ante mí y se hace difícil enfrentar la noche. Aparece el frío maldito que corroe desde adentro, frío que hace no mucho, fue aplacado entre gemidos y orgasmos ¿Dónde estás que no estás? El cólera sí apareció en tiempos de amor.

El mar ruge de fondo, advirtiendo el veredicto a tomar. Hace siglos, en la imbecilidad de la juventud pacté entre lágrimas un trato. La última palabra la debe tomar él. Vaticina entre los reventares, la consumación de su voluntad: o mio y sólo mío, o de él y nada más.  Presiento guerra por la reclamación de un corazón inmaduro. Presiento una noche cargada de batallas por pelear.

Extraño su voz seduciendo a mi delirio, apaciguado a los demonios antes de invocar a la desnudez, extraño sus manos profanado mis secretos y a sus labios silenciado a mis gritos de placer. Extraño su compañía en esta cama en expansión. Extraño su presencia junto a mí y su calor calmando mis dolores. Cuando se juega con fuego,  es difícil escapar antes de calcinarse. Aquí estoy yo, ardiendo en desespero.

¿Dónde estás que no estás? El cólera sí aparece en tiempos de amor.  

ESCRITO POR FRANCISCA KITTSTEINER 

martes, 6 de octubre de 2020

OCTUBRE







Es por el olor a los azahares que inunda el mundo, o quizá por el gris brillante conquistador del cielo y sus nubes que aplacan todo rastro de sol, tal vez la brisa benevolente que baila tangos cargados de nostalgia lo que me obliga a pensar en el sabor a octubre.
Son las abejas zumbando y el petricor levantándose por las tardes, o la caminata rutinaria por las avenidas vacías, así como la ausencia crónica de las manos más cálidas del mundo, lo que trae de golpe el sabor a octubre.

Es la reverberación del alma y vorágine a la que se somete la energía, el abismo y la destrucción, el nacimiento y el hastío. Dicotomías petulantes peleándose todo el tiempo, desde que octubre amanece primero, hasta la extinción de la última hoguera el 31 a media noche. Me sumergen las olas en sus devaneos, me gritan que corra y me vaya lejos antes de que pierda lo que me resta de humanidad. 
El agua y el fuego son difíciles de mezclar. Se pierde mucho en el intento, pero aquí me quedo, porque es octubre y en el lecho, el mar se encuentra con el infierno. El agua y el fuego son difíciles de mezclar. Depende de la habilidad de cada quién, qué suerte que yo comando los océanos. Qué suerte que el fuego no es dificultad.

Es octubre. El tiempo de volver a jugar con la suerte. ¡QUÉ ARDAN LOS CALDEROS! 







ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER 

miércoles, 23 de septiembre de 2020

LA ITALIANA


 

Acaríciame lento. Que tus dedos divaguen sobre mi piel en llamas, destruye cimientos, derriba muros, ahuyenta los miedos, persigue a mis ganas entre los abismos del desespero y el refugio de las sábanas. Aquí estoy. Aquí estas. El fuego consume reinos. Yo me he alimentado de reyes. Acaríciame lento, desnúdame el pensamiento con un roce somero, sin intención de nada, pero con el potencial de ser todo: la encrucijada repentina del final de la jornada; tantos viajes perdidos, tantos discursos encomendados, el pecado y la perversión resplandeciendo en la mirada.

Haz que sobren las excusas y llévame a un rincón sin luz, aprisióname en tus deseos, quítame el aliento, así como la ropa. Desata mis cadenas y expropia la cordura. No necesitamos nada más que el resguardo de la noche profundizándose hacia la complicidad.

No busco amor, no busco amistad, no busco nada salvo un arrebato. Quizá coincidimos tarde, pero aquí estamos, lejos de todo y tan cerca del abismo. Acaríciame lento y saltemos. ¿Cuánto tiempo más seguirás en la servidumbre del decoro?  ¿cuánto tiempo más seguirás afanando con perder la mirada entre mis senos y no tocarlos? Ya los encuentros se comienzan a contar de a montones, el espacio entre nosotros se reduce temerario, convirtiéndose en un centímetro dilatado en el suspenso detenido por temor a no avanzar a un beso... Un beso siempre condena. La condena puede ser salvación en las manos correctas. Aquí están las mías, que saben curar cuanto mal exista, así como desatar infiernos según la cadencia que decidan seguir.

Acaríciame lento, gime conmigo para derrocar al silencio, llenemos al mundo de gritos enmudecidos. Muérdeme y deslízate entre mis piernas, mientras yo empiezo a hablar en otros idiomas; hay muchas formas de tortura: lo mío es la espera, el rescate de información crítica y su uso para invocar al caos y la locura. Siempre es fácil, es lanzar un anzuelo y esperar a que la carnada haga lo suyo y te traiga a mis redes antes de darte cuenta que fue una trampa donde te fuiste a perder por voluntad propia. Los años no pasan en vano. Las arrugas se ganan entre noches sin dormir. La sangre trae diluidos secretos peligrosos.

Acaríciame lento, pon tus manos en mis muslos y aférrate a ellos como si fuera una tabla en el mar y tú un náufrago al borde de la muerte. Siente los devaneos que se funden sobre la piel. Arde conmigo, consumámonos entre las brasas y desgastemos a los dedos en su afán de recorrer caminos sin trazar. La noche cayó de pronto. La cuidad duerme. Aquí estoy. Aquí estas.

¿Era un beso el que condena? ¡Oh no! Se escribe deseo y se pronuncia vieni a fare l'amore con me.


ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER 

jueves, 27 de agosto de 2020

EL HASTÍO


 



Pasa el tiempo, mi amor. Se me escarchan los ojos, me congelo y muero. Ya no sé qué hacer.

Se acumulan los años y me duele el cuerpo, la juventud se desvanece como bruma al salir el sol. No hay nada en los alrededores. No hay consuelo para mi llanto.

Pasa el tiempo, mi amor y del día, solo quiero las noches, que llegue el sueño para ser feliz, justo cuando entre quimeras forzadas, aparezca tu voz susurrándome secretos para olvidarlos al despertar. Lo único que pretendo son las noches para quedarme estacionada en un salón oscuro, donde no exista otra cosa que tú, desnudándome despacio, torturándome en deseo, desgarrándome la piel en la espera del amor, perdida en el ardor de tus ojos acechantes de consumación. ¡Gime mi nombre, grita mi nombre! Siempre hay una presa, siempre hay una cacería. He aquí al cazador.

Aparece el albor de nuevo, pero se vuelven de paja las horas, levantándose en ventoleras solo para molestar. La persecución incansable de una coincidencia, me agobia y nunca llega, nunca.

Hay hábitos difíciles de romper: yo derribo muros, arraso conciencias, invoco locura para crear devoción, sin embargo, te perdí antes del juego… derribé mis muros, arrasé mi conciencia, invoqué a mi locura por devoción hacia ti.  

Escucho a las olas llamarme entre cada explosión.  Saben que sufro, que cada respiración arde. Saben que mi corazón ya no le pertenece solo al mar y que con eso me condené al exilio hasta recuperarlo por completo. Se me abre la piel con el sofoco del aire de verano, dejando llagas sangrantes por doquier y en ningún lado, invisibles, como tu paso traicionero por mi rumbo. Cada herida se profundiza más con el correr de las horas sin volver a tocar el agua, pero cómo volver sin corazón.

 

Pasa el tiempo mi amor, y ya no hay remembranza de lo que se siente el calor de otro ser durmiendo a mi costado, ni el peso de un brazo envolviéndome cual si fuera su rehén, ni el bailoteo vehemente de mis cabellos al compás de una exhalación ajena. No hay vestigios de la resurrección de la carne, ni de la carencia de recato, no hay ni rastros de quién solía ser… ¿Cómo era que sonaba mi voz ahogada? ¿Aún temblarán mis manos si las toca alguien más? ¿Por qué puedo olvidarlo todo menos a ti?

 

Hay vanidad en mi locura, lo sé. Egolatría y vanaglorias. Hay carencias y podredumbre. Hay desesperación y caos. Hay de todo, menos luz.


ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER 

 

 

miércoles, 5 de agosto de 2020

AÚN NO TE DAS CUENTA.



 ¿Cómo es que no te das cuenta de nada? De la cronicidad paupérrima de esta obsesión por ti, de lo angustiante que es recordarte entre olvidos intermitentes y mantenerte próximo… carcomiéndome el alma, destruyéndome desde adentro. 

¿Cómo puedes hacer caso omiso a todos los actos desmedidos de locura desplegados ante tus ojos, con tal de que me mires? Estoy aquí, parada en el frío, descalza y desnuda, con la piel flagelada suplicante de remiendo, agonizando por ti, desatando mis amarras antes de morir.  Este es el réquiem de un loco. Cuando el amor ataca, no queda nada salvo miseria.

Estoy estancada, viviendo taciturna en un abrazo dilatado en el tiempo, emborrachándome de un perfume casi imperceptible oculto detrás de los miasmas desprendidos del ajetreo diario. Ahí estoy, quieta, aguantando la respiración, temerosa de soltarte y que me sueltes, despiadado.

El mundo se detuvo alargando las noches e invocando al frío para que habite entre mis sábanas, cuando la carne anhela su reverbero en tus brazos. Hay tanto y tan poco. ¿Alguna vez tus hombros soportaron mi cabeza? ¿Alguna vez fuiste real? Los límites comienzan a transmutarse, cuando ya las semanas se cuentan por montones y los meses pasan desapercibidos, sin rastros de traer libertad otra vez. Tengo los pies atados y una necesidad in crescendo de correr. Tengo las manos mutiladas, mientras me ahogo sin poder nadar. No puedo respirar. 

¿Aún no te das cuenta? Los días avanzan peligrosos hacia su término, mientras la ansiedad comienza a subir cual espuma con el reventar de las olas, deambulo por pasajes donde no hay luz, ni estrellas, ni nada: oscuridad profunda y malhumor. El silencio corrompe a cualquiera cuando se le somete por la fuerza. En silencio es cuando la cordura tambalea y se hace pedazos. En el silencio es cuando más te extraño, sin embargo, aún no te das cuenta.

Han pasado siglos desde la última vez que la calidez llegó a mi piel.

Siglos de desesperación.

Eones de angustia.

Y aún no te das cuenta.



ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER 

 


miércoles, 22 de julio de 2020

BITÁCORA DEL CAPITÁN, DÍA 527

Bitácora del capitán, día 527:

Muy lejos, más allá de los abismos, donde las esperanzas se pudren por montones, está el destino. Más allá de la miseria. Más allá del miedo y de la ansiedad por tener que desprenderse de cualquier rastro de sentido, un lugar donde solo los locos se atreven a cruzar. 
Hoy toca atar bien los nudos, apuntalar el mástil, ofrendar alcohol del caro a los espíritus del mar, cerrar los ojos y emprender rumbo. Nunca dije que estuviera cuerda, y quiero saber porqué nadie ha vuelto. Puede ser que después de dejar toda la mierda atrás, está el paraíso. 

Me voy sola, pero sé que más de algún polizón  se quedará en el barco. 
Al mar pertenecen las almas atormentadas.


ESCRITO POR FRANCISCA KITTSTEINER.  

jueves, 30 de enero de 2020

LAS NOCHES





Hubo noches donde te vi dormir y canté para alejar a los demonios danzantes sobre tu cabeza, tomé tu mano y besé tu frente cuando el sueño se te hizo febril. Noches como hoy me la recuerdan: con el vaho asfixiante entrando escasamente por las ventanas, mientras el sudor ahoga las ganas de la piel al deshidratar lento las esperanzas de un despertar abrazados. Noches de verano cargadas de insomnio por el calor desesperante. En noches como hoy, pero hace tantas noches, te vi dormir con una sonrisa insipiente cómplice de tus afanes.
Te desnudé sin tocarte un pelo y te hice el amor antes de que abrieras los ojos. Me acomodé entre tus brazos para descansar exhausta de ti y tus besos, robé tus secretos y tu confesión de amor por mí.

En noches como hoy, pero hace tantas noches, mientras las horas se escapaban sagaces, supe que nunca te volvería a ver. Entendí el dolor de un amor mal querido, de un amor amado en desface, el tormento acarreado por la cercanía tan encubridora que terminó mutilando las opciones. Las amistades no siempre son buenas, ni menos cuando transmutan y esperan convertirse en romance. No todos los romances terminan con el final de cuento. Hay veces en que ni siquiera el cuento existe. Tú me amabas porque era imposible. Yo te amé porque me hiciste falta.

No hay ni una tumba donde ir a dejar flores por este sentimiento absurdo. No hay donde pueda escribirte para contarte que en noches como hoy, pero hace ya tantas noches, quise despertarte entre caricias y deshacerme de estos pensamientos íntimos de un golpe, para que supieras que este amor que aún vive, en esos años, también latía, que si huía de ti, era por mis inseguridades, que si me amabas tanto tendrías que besarme y hacerme el amor sin dejarme volver a pronunciar palabra.

En noches como hoy, me aferro a tu recuerdo antes de dormir, para remontarme a aquellas noches cuando tu respiración se tranquilizaba después de decir “te amo Dalilah”.  



ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER. 

domingo, 26 de enero de 2020

SUPLICANDO VOLVER

Si vuelves, te entrego mi corazón
O lo que decidas tomar de mí,
Pero vuelve, porque ya se hizo tarde
Y nunca necesité tanto tu abrazo.

Ven a buscarme, pues la distancia es mucha
Y por entre las calles estoy pérdida
A la espera de verte volver entre las sombras,
A la espera de alguna noticia tuya.

Tengo ganas de entrar al mar y no salir,
Sino avanzar hasta el horizonte y seguir
Para ver si así te logro encontrar,
Que aquí en tierra nadie conoce tu nombre.

Tengo una mano colgando al vacío,
Huérfana de compañía y temerosa
Pues, nunca pensó que te alejarías tanto,
Ni que el tiempo pasara tan lento.

¡Vuelve! ¿A qué esperas?  ¡Vuelve!
Y dime porqué es tan imperante mi necesidad por ti,
Porqué mi voluntad se desvanece cuando eres tú,
Porqué ya no hay descanso si no es contigo.

Ven a buscarme, ya que me perdí otra vez,
Pero ahora en mis propias huellas:
Es que cuesta tanto retomar camino
Cuando se ha andado en círculos toda la vida.

Vuelve, por favor, vuelve rápido,
Ya el aire se agotó y no respiro,
Vuelve, pero porque tú quieres volver,
O déjame morir de asfixia a la brevedad.







Vuelve y no me digas nada.
No quiero saber de explicaciones. No quiero.
No quiero escuchar lo que encontraste lejos,
Ni menos los motivos por los que te marchaste...Vuelve...


Escrito por: FRANCISCA KITTSTEINER 

viernes, 24 de enero de 2020

CON TAL DE TI




Los días avanzan tristes sin más, consumiéndose entre los vahos de un calor infernal: despacio, robándome la vida sin que me de cuenta. Se llenan de fantasías mis pensamientos y poco a poco son invadidos  por susurros de ultratumba contando pesares que nunca dejan de doler. 


Hay angustia en mi corazón. Hay caos y destrucción rondándome. Es tan diminuta la franja entre la cordura y el desquicio que ya no sé bien dónde fue que dejé mis pasos.
Hay una voz en mi cabeza, aunque no sé si es mi conciencia o un demonio; de igual forma, los dos atacan: donde más duele, donde sé que fallé, donde no puedo reparar.

Existe un rumor en el ambiente, una suerte de profecía revelándose de a poco, obligándome a afinar mis sentidos, para después desatar especulaciones cuando el sueño es escaso: una perturbación en la atmósfera, algo así como el aviso del fin de los tiempos o quizá el retorno de tus ojos a mis amaneceres.

Se me va la vida… ¿Vida? Esto es dejar acumularse las horas, hacer de las semanas un bulto de segundos, para después diluirse en el vertedero de los años. ¡No señor!  ¡Esto no es vida! Es la persecución incesante de una empresa perdida desde el comienzo de la historia, es seguir creyendo que, al despertar, tú estarás aquí.

Esto es el delirio de un loco, una súplica de libertad, es pedirle a los cielos la expiación de los pecados cuando ya no alma por salvar. Es la ofrenda y la condena. Es la sangre y la carne. Es la podredumbre que deja el amor amado a medias. La resolución del asunto, mi grito desesperado con tal de ti.


ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER 

LA COMANDANCIA





Hoy las gaviotas volaron más alto de lo habitual. El agua se tiñó de un verde profundo mientras las nubes se apoderaban del planeta. Hizo frío haciendo estremecer a mi piel acostumbrada a no sentir calor. Hay veces en que un presagio se presenta de distintas formas.
Salí a caminar para poner en orden el millardo de pensamientos que atosigan mi conciencia, pero solo le presto atención al reventar de las olas. Por primera vez oí el cántico de la espuma; ahí estaba el vaticinio.  Era un desvanecimiento doloroso y atiborrado de incertidumbre como un alma en pena pidiendo consuelo por sus pecados, el manifiesto de una vida agotada sin remedio. Era la majestuosidad del agua reducida a su mínima expresión, la furia del océano relegada a un susurro insípido ¿mi vida terminará igual?
Se asomaron nubes de tormenta por todo el horizonte y las sirenas habían resguardado sus secretos pues la calamidad estaba certera a la vuelta de la esquina. Reconocí de inmediato el desajuste en el mundo. Algo había de cambiar, pero algo tan somero que pasaría inadvertido ante mis ojos inexpertos.
Hubo sabor a sal en el aire y de pronto te tuve entre mis brazos. De pronto, sobró la ropa. De pronto, mis manos tocaron tu piel. Me desvanecí en el éxtasis, dejando tantos besos como días pasaron sin verte. Te conté mis secretos mientras tus gemidos llenaban el silencio. Desperté a los instintos robados desde hace tanto tiempo y les prendí fuego para que ardiéramos juntos en las brazas del infierno. Fui tuya y tú, mío.  Me hiciste el amor amparado en la complicidad del vacío y te entregué mi alma, mis huesos y mi voz. Fuimos un despojo de sangre retozando entre el sudor después de robarle felicidad desde la ultratumba a un amor cremado.
Desgastaste mi piel entre caricias flagelantes y abriste mis caminos según tu voluntad. Te ofrecí mi sangre para saciar tu sed y sentí tu amor floreciendo en mi vientre… fui tuya y tú mío… fui sal y arena entre tus dedos; ahí estaba de nuevo el chirrido insoportable de la espuma en descomposición. Volví de golpe a la conciencia, pero ya llevaba 5 millas náuticas nadando con desespero. El horizonte estaba tan cerca. Quizá allí te pueda encontrar, donde la vida es miserable comparada con los regalos que ofrece lo recóndito. Seguí nadando hasta el cansancio con la ilusión de encontrarte en el límite del universo para besarte con locura antes de perder la razón. Quise encomendarme a la benevolencia de la muerte para calmar el dolor de una vida sin ti, pero cómo morir en el agua, si yo comando al mar.



ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER 

martes, 7 de enero de 2020

ME DUELE LA CABEZA





Me duele la cabeza de tanto pensar en el porqué del asunto
Y no tengo tiempo para gastar en tonterías relativas a tu nombre
Porque por ser un idiota disfrazado de astuto
Has perdido hasta el valor presuntuoso de tu nombre.

Así que quisiste conquistar terrenos lejos de mis fronteras,
Pues, quién soy yo para retenerte donde no estás contento,
Simplemente soy distinta quieras o no quieras,
No me discutas más y guarda tu aliento.

Con esto perdiste tu alma, tu vida dejaste escapar,
 Pues la furia del mar se condensa en mis manos vengativas,
 Y no pararé hasta tus lágrimas encontrar
Entre gritos de suplicas asertivas.

Me duele la cabeza de tanto reírme de ti todo el día,
Y la verdad, ya me comencé a aburrir,
Así que, si quieres, apuras el paso y dejas la tontería,

Porque esta noche, tengo ganas, sin ti, de salir.


ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER. 


INCOHERENCIAS




Incoherencias fugaces cruzan por la mente desierta
De reacciones tardías con sustratos dolorosos,
Besos olvidados ya muertos que la bohemia despierta
En recuerdos lascivos intactos y penosos.

Bromas inteligibles para el mundo entero.
Vestigios impuros de lo que fue y no volverá pronto,
Y la resurrección diabólica del beso certero
Que en la tumba del deseo caló hasta muy hondo.

El hecho, la devoción, el arrepentimiento prematuro,
La condena al vacío antes de que fuera muy tarde,
Las posibilidades de concebir un amor ya maduro,
Porque en su tiempo, por precoz no encontró quién lo guarde.




 ¿Es posible revivir tras tantos años a un muerto?
¿Hay cabida para él en alguna de mis historias confusas?
¿Y si abro los ojos y de la pesadilla despierto?
¿Se irán éstas ideas estúpidas y difusas?


Al destierro de mi boca lo censuro,
A la vorágine del destierro frío y escabroso
Porque con él, es fracaso seguro
Y en la posibilidad de renacer, reposo.



ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER

jueves, 28 de noviembre de 2019

LA AGONÍA DEL VIENTO




Escucha el viento como llora. Grita y se desgarra la garganta, cambiando dolor por dolor y gemido por gemido. Cuenta cómo fue que le arrebataron el corazón: sin piedad un día cualquiera, sin haberlo esperado, sin siquiera pensarlo, fue de golpe y sin aviso, con tan solo recordar a un par de ojos oscuros insolentes. Cuenta azotándose contra los vidrios, la búsqueda incesante de esos ojos para quizás, encontrar tras un cristal el resplandor que su alma perdió tras mirarlos de frente. Puede ser que se asomen al escucharlo agonizar. Ese es el plan.

Vaga entre las copas de los árboles buscando un dejo de un perfume familiar, un olor entre castañas asadas y el final del verano, entre salado y dulce, entre la vida y la muerte, el aroma del desquicio o bien, uno que otro veneno sutil, tal vez un hipnótico potente para adormecer sus ansias de seguir gastando la vida en una cruzada infructuosa. Pero no lo encuentra, ni al perfume, ni al veneno, por lo tanto, sigue de árbol en árbol, de kilómetro en kilómetro, mientras la noche se profundiza trayendo silencio y quietud, agonía y oscuridad… la misma que revive a aquel par de ojos que enamoraron al viento.

De vez en cuando, baila cueca sobre las planchas de zinc, a ver si alguien se aburra del escándalo y le diga dónde es que su amor se ha ido a esconder, sin embargo, nadie se levanta pues el amanecer se acerca amenazante y el mundo aún tiene sueños a medio soñar.  Pese a la insistencia de saber, nadie le cuenta siquiera noticias falsas para darle alivio a su penar, es como si su destino fuera morir solo sumido en la tragedia de lo que pudo ser y no pasó. Nadie se apiada de él ni de su amor canceroso, arraigado tan dentro que es casi imposible separarlos sin destruir la esencia misma del ser.
Clama por un nombre, por una coincidencia vana, por una nueva noche para desatar su amargura y contar su desgracia. Yo lo escucho, sin importar la hora y que comience  a hacer frío, porque escondo en su lamento, mi propia tortura;  mientras queden días, seguiré esperando, así como el viento espera por encontrar a su amor.  


ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER  

lunes, 28 de octubre de 2019

POR SI ACASO




Mientras más me resisto es más difícil ignorar el dolor. Me aniquila los planes,
me destroza el alma, muero lento y la noche llega sigilosa, cargada de recuerdos donde prolifera tu sonrisa ¿el mañana será benevolente? ¿Cómo termino con esto antes que se me vuelva a ir el día sumida en tristeza? 

Mientras más tiempo pasa, en vez de disolverse esta angustia mezquina, se incrementa exacerbada por el hastío provocado en la continua espera de verte cruzar la puerta y pedirme empezar desde cero, borrar de un golpe el lapsus ponzoñoso que hizo divergir a nuestros caminos, condenándonos a extremos del mundo, pese a estar tan cerca. Hay que destruirlo todo, abrir la herida para que cicatrice como corresponde. Yo la puedo curar…

Ya no vivo sola, vive aquí también  el miedo; se levanta conmigo, va al trabajo conmigo e incluso, antes de dormir, me abraza, envolviéndome entre susurros con relatos de pesadillas venideras, contándome sobre la certeza de que tu nombre y el mío no volveran  a aparecer en la misma frase… nunca más.

Estoy muriendo y no lo sabes.
Muero de desesperación, atosigada en suplicas por una coincidencia, por una segunda parte o quizás, un beso somero.
Estoy muriendo de frío por la escarcha implantada en mi piel: aquí los inviernos son eternos desde la última vez que te vi. Hay tormentas por todas partes y huracanes revolviendo el pasado, trayendo entre diluvios tu voz oculta entre canciones que no supe interpretar.

Mientras más te extraño, más creo me olvidaste sin consideración. ¿Qué pasó? Te hice daño. Robé tu alma y tu corazón y pedí perdón, lloré sangre y desgarré mi garganta gritando por amnistía. Puse mi cabeza a tus pies... nada importó. Diste media vuelta sin mirar atrás. Yo sigo aquí, por si acaso.

Toma mi mano, abre mis venas y arráncame la vida si con eso se calma tu espíritu, pero no me olvides.
Dios parece no querer escuchar mis rezos.
Puede ser que ya no exista nada a mi alcance.
Solo hay silencio cuando clamo un porqué para poder culpar.
¿Por qué sigo amándote si hace tanto que no estás?
Yo sigo aquí… por si acaso. 

ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER 

viernes, 25 de octubre de 2019

DE CUANDO TE FUISTE

Mis caminos se cerraron, desvaneciendo todo rastro tuyo.
Volví a la virginidad por la ausencia derrochada en los alrededores.
Te extraño, y no sé cómo encontrarte.
La vida se agota lento, como el sonido tortuoso de una gota al caer.

Estoy atada de manos, ahogándome en lo profundo del mar,
Siendo olvidada por el amor que me arrebató todo,
Sufriendo la angustia constante de presentir la muerte.

El rumor del viento cambió de pronto, y gritos aparecieron por las noches,
Era mi alma suplicando benevolencia por lo que fuera:
Un día más, un beso más, una resurrección más,
Pero el vaticinio era absoluto, tú y yo, tan lejos como sea posible.

Se llenó de llagas mi piel con los años y el desvanecimiento de tu presencia.
Duelen las heridas a causa del frío crónico en mi cama,
Duele el vacío del despertar sola cuando atacan los miedos,
Sangra mi cuerpo miasmas de rencor con locura,
Al saber que nunca te podré volver a abrazar.

ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER

lunes, 9 de septiembre de 2019

RÉQUIEM



Aquí estoy yo: detrás de una cortina de humo, bajo un reflector que alumbra mis inseguridades, mientras comienza a sonar una canción gris, de esas que cargan al alma con melancolía añeja, de la exacerbada con el licor de la copa a medio consumir.

¿Qué soy?, me pregunto de pronto, al encontrarme sola... ¿Qué soy en verdad? Una mujer temerosa de los designios del destino y del castigo de Dios ante mis pecados. ¿Qué quiero? El cuento de hadas y toda la parafernalia, aunque no sea una doncella en peligro, aunque el castillo lo haya erguido con estas mismas manos, aunque el dragón sea mi amigo y el villano de la historia, se trate de mi reflejo frente al mar. ¿Qué espero? Un beso tierno, capaz de congelarme la sangre y haga volver el amor a mis pensamientos proliferos, a las probabilidades absurdas, las únicamente posibles en universos alternos. ¿Qué necesito? Tranquilidad, silencio y oscuridad. Bajo esta fachada de "todo está bien" hay un huracán de desavenencias destruyéndolo todo, incluso la fuerza para abrir los ojos y enfrentar un nuevo amanecer. Soy buena actriz, cuando quiero, porque mostrar vulnerabilidad puede hacer la diferencia entre la vida y la muerte, sobre todo en este nido de víboras donde me encuentro. ¿A qué le temo? A la soledad. Al paso de los años y verme estancada en lo mismo, escribiendo para calmar a los demonios atiborrados en mi interior, a despertar un día con los estragos de las arrugas cobrando poderío y no ver a nadie socorriendo mi llanto. Le temo a conformarme con lo que estoy acostumbrada.

 Aquí estoy yo: desnuda sobre una cama, sangrando el veneno antes de que termine aniquilándome el alma tras guardarlo como si fuera el santo grial; no soy más que una niña asustada, sin saber dónde ir o qué hacer con el camino que escojí ¿Puedo devolver el tiempo atrás y arrepentirme? No estoy lista para lo que se viene. Nadie advirtió que sería tan amargo este sendero. Nadie me dijo que clausurar el corazón tras haberlo empeñado a lo tonto, sería la peor decisión posible. Ahora no sé que hacer con tanta pasión silenciada, con tanta vida desperdiciada, con tanto sudor pospuesto.


 Aquí estoy yo: como un viernes cualquiera, lamentando mi pobre futuro e inevitablemente pensando en ti, amor mío...


 ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER 

domingo, 1 de septiembre de 2019

ENTRE LAS NUBES


Hubo un día en que di una vuelta larga en una maraña de pensamientos grises. El camino fue sombrío con ventoleras implacables, haciéndome flaquear las piernas en su afán de seguir adelante ¿Por qué? No sé. Nunca hubo nada esperando al final del túnel, pero seguí, pese a todo, a pesar de todo.

 Discutí con mis demonios sobre tregua de paz, ya suficiente daño les causé en venganza. Los dejaría vivir, pero tan lejos como fuera posible de mí, donde no los pueda encontrar jamás, o los mataría sin dudarlo dos veces... se lo ganaron, al paralizarme en el sueño.

 La tarde estaba dando sus últimos respiros y un vaho romántico se levantó de pronto inundando el espacio. Un olor dulce invadió al mundo en dos segundos, mientras en el horizonte las nubes hacían el amor con las estrellas. Fue cuando los arreboles hablaron: él ronda tus pasos.  Fue un vaticinio drástico, de esos que congelan el alma en un momento perpetuo. De esos que se arraigan profundo en la memoria hasta dejar cicatriz... Un devaneo si se quiere, entre el lazo maldito de tu corazón y el mío.


 La tarde se tiñó con el color de la sangre en algarabía y fui volátil para perderme en el calor desprendido de un cuerpo antes de morir. Estuve ahí, en el espacio entre tu hombro y tu cuello, donde tantas veces dormí sin preocupación. Volví al lugar que fui feliz, sin importar el paso malicioso de los siglos sin verte... fui el aire, fui el vacío, fui el destino, con tal de estar cerca una vez más... Aunque, no hubo compasión conmigo, al traer de un golpe la necesidad de ti. Pensé me había vuelto inmune y que tu nombre era sólo otro condenado a la lista por olvidar. Me perdí, de pronto, en los embrujos de sensualidad que me pusieron delante. La carne es más débil de lo que pensé. Sin embargo, el vacío se hizo demasiado, y me ahogué en llanto, por llamarte desesperada, cuando los labios de otro hombre me desnudaban sin titubear... "sin tan solo fueras tú " fue la frase que inundó mis cabeza. Si tan solo fueran tus manos las que me despojan de la indumentaria, con habilidad. Si fueran tus labios los que me asechan como queriendo robarme la vida de un golpe, antes de extinguir el beso. Si tan solo fuera tu piel, la que expele la esencia que me tiene de rehen. Si tan solo fuera tu voz la que pronuncia mi nombre seguido de las dos palabras que más miedo me dan en el mundo y me obligan a correr en sentido contrario: te amo.

 Pero no eres tú, y seguramente, nunca lo serás. Pasaron los días y sentí un cambio en el giro del mundo, un desequilibrio abrumador...

Cerré los ojos para afinar el instinto y descubrir el causal del propósito extraño, aunque no lo encontré cerca, sino que entre las nubes; ahí estaba, tu figura deambulando, como si me vinieses a buscar.


 ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER. 

lunes, 3 de junio de 2019

BITÁCORA DEL CAPITÁN, DÍA 3








Un marino no tiene raíces. Pertenece solo al mar y a sus misterios.

Estaba todo tan claro hasta aquí.

Un marino guarda secretos. La naturaleza de un hombre se pone a prueba bajo condiciones extremas y el hambre y la sed, la locura secundaria a la influencia del sol labrando en las cabezas, la hace aflorar en su esencia más pura.

Empiezo a creer que la locura es el estado de máxima lucidez posible de alcanzar; deja atrás la diplomacia pudriéndose en un rincón, desecha la retórica para decir lo impoluto de una sola vez y lanza al agua cuantos supuestos se hayan concebido para buscarle lógica a algo que carece de ella.

Un marinero es leal… a sus propios intereses, pero leal, al fin y al cabo.
¿Dónde están mis intereses?... verdad, en esa sonrisa.

ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER 
© Francisca Kittsteiner, 2008 - 2009.
- Franykityzado por Klaus, ©2009.