domingo, 31 de marzo de 2019

EL VACÍO


Hoy sentí la ausencia apoderándose de mí... vacío y desolación lentamente abrazándome cuando la mañana aún era oscura y el mundo dormía tranquilo. Yo mientras, conversaba con la nada, como cada día. Le cuento lo que dejé pasar, la disolución irremediable del cuento de hadas creado para mí, uno puesto en frente tan real como el dolor austero dejado cual prueba de su existencia... como la sensación de sus manos abrigando las mías. Nunca supe que estábamos en el inicio de la separación, ni que la separación vendría tan rápido.

Me despertó la ilusión de tu voz susurrándome un secreto resucitado desde las cenizas, convenciéndome a creer que el tiempo nunca ha sido importante cuando existe amor y yo... te amo. Llevo noches interminables de aullidos dolorosos como penitencia por tu lejanía hipócrita, sí hipócrita, pues sé en el fondo, tú sufres igual cada día muerto, sin mí.

Grité tu nombre mientras conducía por una carretera larga y llena de niebla, sin nada que admirar, excepto camiones maltrechos bamboleándose por el asfalto, como un acto reflejo desatado por instinto antes de perder el alma en la transfiguración del reencuentro. Grité con desespero, con rabia y sangre brotando de mis labios: hay que expulsar a los demonios cuando se vuelven atosigantes... Desnudé el tabú de tu existencia cuando fui vulnerable. Lloré el resto del camino al trabajo, pero no importó, de igual forma, nunca lo sabrás.

Extrañé la seguridad provocada por tu presencia en mis dominios, la reivindicación de mi espíritu y la causal de esta resurrección, esto es un amor tan antiguo, de tantas vidas condensadas que cuesta dejarte ir, pese al correr infortunado del tiempo... Siempre tuya y siempre mío, aunque lejos.

Cayó la noche otra vez sin rastro de que la historia decida cambiar el curso tomado y yo, seguí extrañándote.

ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER

jueves, 7 de marzo de 2019

LA SOMBRA DE SANSÓN





¿Por qué me miraste así de pronto, sin permiso, sin excusa?
¿Cuándo fue que tus ojos comenzaron a ser hermosos otra vez?
¿Tanto tiempo ha pasado desde la ultima vez que amé a alguien?
¿Estoy buscando un vestigio de ti por los alrededores?

¿Por qué tu voz despierta a mi piel desde la escarcha?
¿Es algo nuevo o una continuación de un romance ya extinto?
¿Vendrás a buscarme cuando la tormenta se calme?
¿O me olvidarás a penas cruce la puerta?

ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER

lunes, 4 de marzo de 2019

LA DISPLICENCIA






Hablaron de ti con tanta displicencia… Hubo un vacío en mi pecho entonces, como si aquel hombre de hace tanto tiempo resultara ser una mentira traicionera con raíces profundas en mis recuerdos, de pronto, fuiste otra persona, una a la que nunca conocí. Apareció el caos en mis pensamientos ¿pudo ser acaso una invención mía, tu figura degenerándose lentamente con los años hasta transformarse en algo cercano a un sueño feliz? ¿puede que haya perdido la cordura de un golpe y no me di cuenta?  ¿Quién eras en verdad? ¿Mi príncipe azul desperdiciado por los caprichos de la juventud y la inexperiencia o aquel rencoroso tan bien caracterizado en frases apáticas?  ¿Mentiste conmigo o con el resto?  Me rehúso a creer que este amor, sea una pérdida de energía mal invertida…
Hablaron de ti con tanto rencor, como hubiera hablado yo si no fuera por el cariño que te tengo pese a todo, ese que obliga a silenciar cualquier tipo de oración si tiene tu nombre de por medio: ni una palabra a favor, ni una palabra en contra. ¿Jugaste también con las intenciones de ellas? ¿Fue tu desquite contra el mundo por no corresponderte a tiempo? ¿Les diste tu mano como me la diste a mí?...
¿Quién eres? ¿Los años acaso maduraron tu soledad, por eso rehúyes del mundo y su alegría? Dicen que ya no ves a nadie, que nadie te interesa, salvo tu ego y tu altanería, que la felicidad y los amigos son innecesarios por estas fechas ¿En serio hablan del mismo al amé con desespero o es una broma mal jugada insistente en dejar cabida a especulaciones pueriles? Yo no puedo defenderte, porque en este punto concordamos todas… - “La muerte ronda a las personas felices, y yo no quiero morir todavía”- Comenzó a sonar tu voz en mi cabeza. Creí haber olvidado esa frase destinada a destruir mi corazón, pero ahí estaba, dándoles el favor para luego, reclamarme por lo estúpida que fui por no haberme dado cuenta antes de que el amor se te fue de las manos en un instante cobarde y con él, me fui yo.

Si esto fue verdad… ¡Dios! Si es que acaso fue verdad, ¿el resto de las ofensas lanzadas en tu contra también lo son? ¿Me amaste alguna vez? Se oscureció mi mundo por completo en dos segundos al dar cabida a la posibilidad de un no.
Quise soltar mis ataduras y pedirles silencio, pero muy en el fondo, algo me decía, que ellas tenían razón, y tú habías dejado de ser, lejos de mis ojos, el guardián de mis anhelos.


ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER

sábado, 23 de febrero de 2019

EL OLOR DEL VIENTO






El olor del viento cambió de pronto y un escalofrío conocido recorrió mi piel en dos segundos obligándome a detener la marcha pues sabía del asecho. 

Un recuerdo vehemente se levantó desde las cenizas esparcidas en la eternidad y el misterio atiborrado de la noche de San Juan debutó al caer el sol cuando todavía estaba lejos de la fecha; te extrañé de golpe, te volví a amar a ciegas sin tenerte y ante mis ojos reaparecía la magia de la casualidad invocada a la fuerza, el mismo hechizo que nos hace encontrarnos en todas las resurrecciones desató ataduras nuevamente en esta vida. El sello de mis poderes se rompió justo cuando el calor de media tarde hacía sucumbir el asfalto de las calles y algo, no sé qué, me transportó 10 años en el tiempo: Ahí estaba, caminando por la misma avenida, pero contigo, de la mano, prometiéndome la inmensidad del mundo y tu amor incondicional. 

Hace media vida no había vuelto a pensar en ti. Mis sentidos dejaron de buscarte en cada esquina y hubo paz y aburrimiento sin ti rondándome la conciencia, hasta ahora. 

Pasó la noche tormentosa, con tu voz polizona en cada quimera invocada por cansancio… Sigue tan clara y tan insinuante como en esos años, cargada de melancolía, amor y sexo. Estás tan lejos de mí.
Cambió el olor del viento, ahora venía plagado de recuerdos cuando todavía resguardabas mis miedos amor, cuando aún existía la ilusión de un mañana resplandeciente con tus ojos mirándome al despertar ¿Dónde estarás? ¿Qué será de tus huesos? ¿¡Por qué no vienes por mí!?
Dijiste nunca creer encontrar a alguien con quien tener la misma conexión que conmigo y que la vida debía continuar… los años pasaron, corrieron rápido entre los dedos dejando marcas profundas en el alma, soledad por montones y los estragos son tantos que difícilmente encontrarás en mí rastro de lo conocido, pero te amo, pese a lo patológico y sé en lo profundo, tus sentimientos no han cambiado ¿No te advierte nada el vaticinio traído en el rumor de los aires? ¿No te traen reminiscencias de felicidad en pleno? ¿Por qué continuas tan lejos? ¿A quién hay que darle explicaciones?  Yo que lo tengo todo, renuncio a todo con tal de ti. Ven que mi piel suplica por tus caricias, mis labios mueren de sed si no sienten tus besos… La vida no puede ser tan vacía… No pudiste olvidarme, así como así.
Hoy la luna se presentó en menguante y temo mis esperanzas comiencen a hacer lo mismo… ¡No quiero! ¡Me niego! Aunque se agote mi juventud en la espera, tus brazos volverán a contener mis ansias.
El olor del viento cambió: sentí tu esencia desplegarse por el universo.



ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER 

martes, 29 de enero de 2019

LA SED





"Tengo hambre - Pensé mientras me servía una copa de vino. - Hace tiempo no sentía el requerimiento. Ya no recuerdo la última vez que comí."

 Hay costumbres imposibles de dejar atrás, aunque se trate de olvidar las raíces, la herencia, la familia... la sangre. Salí.

 Pretendía negar el instinto adormeciéndolo con placebos ilusorios como las continúas copas de vino al caer la tarde cuando asomaba el menester de alimentarme, aunque últimamente hay algo en la oscuridad, un hipnótico displicente tentando a mis fuerzas a flaquear con mayor facilidad, como si tuviera que... las divagaciones son sencillas cuando hay tiempo de sobra.

 La noche se presentaba tranquila, sin viento y el mar en calma, pese a que durante la tarde libraba una batalla campal contra las costas. El cielo abierto, sin rastro de nubes amenazando con frío y los grillos entonando una canción melancólica entre los pastizales, era el preambulo necesario para satisfacer el apetito.


 Mi sed se acrecentaba con cada paso.

 No fue difícil encontrar lo que buscaba, solo me bastó caminar un par de kilómetros por la arena, donde las luces desaparecen para dejar cabida a las almas en pena. Nunca es buena idea salir de noche. No se sabe lo que se puede encontrar.

 - Hola - dije, mientras exhalaba una bocanada de humo.

- Hola - Contestó.

 - ¿Qué haces aquí tan tarde?

 - Vine a caminar un rato.

- ¿ Tus pensamientos no te dejan dormir? - Pregunté con la vista en el horizonte. Ya lo tenía.

 - ¿ A ti tampoco te dejan dormir? - Río. Solo necesitaba que me mirara. - ¿Ves esa luz allá a lo lejos? - Dijo apuntando a las aguas - Es un buque hechando redes.

 - ¿ Ah si? - Volví a expeler humo. - ¿Cómo sabes?

 - Soy marino. Reconozco a lo lejos a los navíos y este, es un industrial. ¿ Tú qué haces? - me miró.

 - Yo cazo. - Boté el cigarro y lo besé.

 Era un hombre joven, con el alma ensombrecida por el dolor aunque reverberante de vida golpeando fuerte con cada palpitar, con los ojos grices y cansados, trémulos al mismo tiempo por la inocencia vestigial marcada a fuego en el correr de los años.

 Respondió a mi beso, tanto como el aliento le aguantó.

Me tomó de la cintura aprisionándome entre sus brazos, como un náufrago a una tabla flotante, quizas presintió la mala idea de haber salido a caminar solo.

 - Desnúdate - Dije con la voz encendida y los ojos enrojecidos. - Ahora, me perteneces. - Rió. Hay que dejarlos creer un poco en los milagros cuando se pide tanto de un desconocido.


 Comenzó a quitarse el abrigo para luego desprenderme de un zarpazo el vestido color coral guardián de mi intimidad. Siguió con cada prenda que traía encima, atolondrado por la exasperación de la carne en fulgor. Tomó mi mano dirigiéndome hacia los resguardos de las dunas, pero me negué.

 - Aquí, donde rompen las olas.

 - ¿ Y el frío? El agua está helada. - Respondió.

 - Ya no más. - Lo besé otra vez.

 Era la última oportunidad ofrecida para marcharse: el cambio de la temperatura del mar. Si eso no le advertía nada, ya nada más podría hacer. Se quedó.

 Siguió besándome, recostado junto a mí mientras las aguas nos lamían la piel cuando una mano aventurera comenzó a recorrerme hasta llegar a su objetivo de mi entrepierna dispuesta al afán de sus dedos. Separó mis muslos al tiempo que sorbía la lujuria enamanada de mis pechos. Hice a las olas retroceder. Lo quería disfrutar en pleno, sin interrupciones ni testigos de más. Gemidos de placer empezaban a rellenar el aire cuando su boca se aproximaba peligrosa al punto de hacerme perder la cordura. Apareció su erección provocadora intentando adentrarse en los límites de este mundo con el otro.

 - Es tiempo. - Le dije y me dispuse sobre él.

 Lo sentí vehemente adueñándose de cada espacio en mi interior, embistiendo con lascivia y sujetándome de los gluteos para que no fuera a escapar.

 Gimió él tambien al enterrarle las uñas en sus brazos bien formados que me tenían de rehen.

- Eres hermosa.

 -Cállate y sigue. - No estaba ahí por la conversación, eso era claro.

 Aceleró el ritmo y la intensidad para hacer que mi cuerpo se expandiera hasta el infinito, explotara en mil pedazos y volviera a unirse antes de finalizar el orgasmo. Un calor sensual apareció donde nos uníamos. Supe que él tambien había acabado.

 Exhaustos nos quedamos prendidos por el sexo un par de minutos.

 - Asciendan. - Ordené y la marea nos arrastró mar adentro. La sed era inaguantable.

 De mi piel brotaron escamas y se afilaron mis dientes.

 - ¿ Cómo te llamas? - me gusta saber sus nombres.

 - Dame el nombre que quieras - me besó. - Total, ya no necesitaré uno... hermosa sirena. - acaricié su rostro con dulzura antes de devorar el resto de vida que le quedaba.

 - No, ya no necesitarás uno. - Dije después de soltar su cuerpo inerte a las profundidades. - Ahí tienes otro juguete.

 Nadé hasta unos roqueros cercanos para bañarme de luz de luna por un rato, mientras tanto esperaba se secaran las escamas. Es más seguro estar en los filos de las rocas que en la suavidad de la arena. Son menos traicioneros.

 Recojí mi vestido y me puse encima el abrigo de aquel hombre, porque ya el frío había aparecido en escena. Encendí otro cigarro antes de retomar camino a casa, ya satisfecha y creyendo que con él y su juventud sería suficiente por un largo tiempo. Este es el precio de mi naturaleza.

 A lo lejos, muy escondido entre los dunales: Otro... ¿Dos almas en una misma noche? Era algo que no podía dejar pasar.
 - Hola - Dije.

 - Hola - Contestó.

 - ¿ Qué haces aquí tan tarde?

 - Vine a calmar mi sed... Sirena.

 Supe entonces, que la moneda estaba en el aire.


 ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER  

martes, 22 de enero de 2019

ECLIPSE




Se oscureció la luna de pronto, los mares comenzaron a ascender revueltos por el caos de no tener a quién seguir. Hubo silencio en el mundo por dos segundos para ser aniquilado luego, por las voces de los demonios liberados en la rivera de la playa. Hacian mariguanzas con las ilusiones de aquellos que por azares del destino, justo esa noche decidieron salir a buscar rumbo entre la bruma. Yo era una de ellos.

 Hubo confusión en mi cabeza todo el día. No sabía qué elección tomar: si seguir insistiendo en un amor forzado o arriesgarme a que pasara el tiempo desperdiciado en soledad. Entonces, salí. Necesitaba conversar con el mar, contarle que me había enamorado entre octubre y diciembre, pero que ya al amanecer enero entendí, era solo compañía y nunca amor, decirle que la vida se presentaba con pasos firmes delante, sin yo tener un plan de respaldo y que cada día la caligrafía ha empeorado, al borde de ni yo misma entender lo que escribo.
 Salí provista de cigarros y una cerveza casi congelada a caminar sin destino cuando apareció.
 Una imagen conocida venia de frente, idéntico a la última vez que lo vi, con su torpeza elegante y la sonrisa cautivadora. "Esta es la respuesta a lo que necesitaba" - Pensé, sin considerar las probabilidades de encontrarlo vagando sin rumbo en una playa deshabitada a la 1:30 de la madrugada del lunes. Si cuando se trata del corazón, la inteligencia se me va a la mierda.

 Me pareció caminar por horas sin lograr disminuir la distancia entre ambos, pero convencida de si apuraba el paso, lo alcanzaría en algún momento.
Comencé a gritar a todo pulmón un nombre que creía olvidado. Sílaba por sílaba la herida se iba abriendo para supurar dolor mezclado con miasma. Mi alma lloraba su nombre así como su ausencia la mayoría del tiempo, mientras yo confundía las lágrimas con la condensación de la niebla sobre el rostro.
 Me detuve. Comprendí, embriagada en desesperación que nunca más podriamos estar de nuevo juntos y todo por mi culpa.
Dejé caer la botella a la arena para seguir camino mar adentro.
La corriente me arrastró profundo, tanto que la cuidad se había convertido en un punto de luz cintilante y aún no sabía qué decisión tomar: si dejarme sucumbir ante el poder del mar o pelear por mi vida, aunque realmente no me importaba; por primera vez en años estaba en paz, sin necesidad de obligarme a la mayoría de todo.
Si moría en ese instante, sería una muerte feliz.

 La luna recordó que todavía le quedaba noche por brillar y apareció sutil, pero fulgurosa, después de haberse perdido entre los coqueteos del sol. En menos de 30 mintutos, estaba ahí: más hermosa que nunca, con más luz que nunca, iluminando la oscuridad reinante y calmando a los mares con solo sonreír.

-  "¿Qué estoy haciendo?"- pensé. - LLévenme de vuelta a la orilla- Ordené a las olas, mientras sentía su amor envolverme con dulzura. - Creo que soy la primera sirena que no sabe enamorar y termina sufriendo...

- Eres la primera sin intenciones de matar, por eso terminas sufriendo. - Reconocí una voz familiar detrás. - Te advertí te alejaras de la tierra y te fuiste a perder a los dominios de los Hombres de las Nieves. Alguien como tú, no puede desaparecer tanto, si tu corazón es de sal y espuma.

 - No es por él por quién sufro, papá. El Hombre de las Nieves, me amó como ningún otro. Es por uno que dejó de hacerlo, uno que conocí tiempo después de marcharme lejos, cuando aún era jóven y aprendía la diferencia entre ser mujer y sirena y un poco de ambas; jugué con él, lo hice sufrir, ahora me arrepiento. No sé porqué después de tanto tiempo vuelve a rondar en mi cabeza, si hace años no pensaba en él. Duele más que nunca la herida, papá.

 - Eso es por el eclipse Sirena, a todos nos perturba ¿No te acuerdas te conté que cuando esto ocurre, es mejor estar fuera del alcance de la luz de la luna, muy perdida en las profundidades o tras miles de murallas? Los demonios aprovechan la oscuridad del mundo para salir a cobrar vidas inocentes. Tú no moriste porque te adentraste al mar. Tú no moriste porque eres hija de Poseidón y por sobre todo, tú no moriste porque alguien en la tierra debe estar esperándote. Así que vete. - Me dio un beso en la frente . - Llévenla a tierra. - ordenó a unos lobos marinos y desapareció bajo la espuma.

 Llegué a casa tras despedirme de las olas, eran pasadas las 4 de la madrugada cuando sonó el celular.

 - ¿Aló? - Se congeló mi respiración.

 - ¿ Dónde estás? - Lo interrumpí.

 - En Pichilemu, cerca de donde solías vivir. No sé qué pasó, pero he luchado toda la noche contra la necesidad de llamarte y perdí.

 - Ven, yo te estaba esperando.

 - ¿Estás segura? - preguntó más emocionado que cobarde.

 - Ven, ya te demoraste mucho.

 - Llevo una botella de vino como ofrenda.

 - Tráeme tu corazón y estamos a mano. -Dije, riendo.

 - Mi corazón, siempre lo haz tenido tú.

 - Entonces ven, y haz de mí, lo que quieras.


 ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER.

miércoles, 2 de enero de 2019

EL ALMA ROTA





Tengo rota el alma y esta vez no sé por dónde comenzar el remiendo…
Aún escucho destrozarse de a poco mi vida y no tengo con quién hablar, porque tú, que siempre estabas ahí cuando el corazón dolía, eres quién ahora, procura mis lágrimas.

Ya no sentiré tu abrigo. Ya no podré ser pequeña otra vez. Ya no te tengo conmigo.

Tengo rota el alma. Sangra en silencio el amor en mis manos. Muere de a poco la felicidad recelosa y todavía necesito tu abrazo, que vengas a rescatarme de mis pensamientos y digas que es mentira, una broma de año nuevo si se quiere ¡Dime que todo va a estar bien! ¡Defiéndete, maldita sea! ¡Defiéndenos! No me dejes caer.
Se suponía que tú me protegerías para siempre, entonces porqué causas tanto dolor a la niña de tus ojos ¿Por qué dejas que se consuman mis fuerzas? Ni siquiera te despediste. Hoy no sé dónde estás.
Tengo el alma rota, por tu culpa, papá.


ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER 

domingo, 25 de noviembre de 2018

EL HOMBRE DE LAS NIEVES PRIMERA PARTE.





Escucho a lo lejos el rumor del río mientras baja. La noche es profunda con galardones de luna llena brillando entre las copas de los bosques y de pronto, inevitablemente, pienso en ti, mi hombre de las nieves: en tu despampanante sonrisa cargada de maldad y en el timbre de tu voz seduciéndome despacio ¿Qué hiciste conmigo?

Entre los caminos perdidos comenzaron a ladrar los perros… aunque aún es temprano para que los espíritus salgan a vagar…
Aquí, donde estoy, hay tanta calma que me agobia.

Se respira olor a humo mezclado con un tinte dulzón, extrañamente familiar, indescifrable por un rato  pero parecido al  aroma de tu cuello, hombre encantador. ¡Qué no daría porque estuvieras abrazándome ahora! Qué no daría por el agotamiento de la búsqueda incesante de felicidad y me quedara estacionada en tus labios para siempre… Iré a caminar un rato.

No hay luces. Mejor así. Toda la vida me he manejado mejor en la oscuridad, de noche y sola. Quizás por cosas de mi misma naturaleza. Quién sabe.

Prendí un cigarro para jugar a adivinar el futuro mientras se consume y la atmósfera se cargó con otra presencia. Los queltehues volaron gritando despavoridos en todas direcciones, mientras se sumaban los alaridos de los perros olvidados en el páramo.

-         -  Sal criatura, ya sé que estás ahí.
-          - ¿Qué haces aquí, Sirena, tan lejos de tu reino? – Preguntó.
-         -  Vine a calmar mi alma. A buscar consuelo.
-        -   ¿Te han roto el corazón, Sirena, que perdiste el rumbo?
-        -   Cambié el rumbo para que no me rompan el corazón.  Me enamoré de un hombre de las nieves  y de ojos oscuros.
-        -   Vete, Sirena, las montañas son celosas con sus habitantes y ellos, tienen el corazón de piedra, -congelado y arisco. Sufrirás si afanas.
-       - Sufriré si no – Contesté mientras caían mis lágrimas para regar la tierra santa de las montañas.  – ---  - Dime criatura, qué debo hacer.
-          - Las montañas se alimentan de sangre…  es el pago por quitarles una parte y al que tú quieres, es su hijo más preciado.  Reconsidera, Sirena, vuelve a casa. Aquí encontraras agonía y muerte. Vete Princesa, tesoro del mar.  – Pese a la advertencia, no me pude ir.  Amaba con desespero, con un amor incandescente, condensado en un golpe  y liberado tras escucharlo decir mi nombre.  Ahora mi corazón no era de agua y sal… era todo lo que él quisiera.
-          - No te puedo entregar mi sangre, criatura. Esto que recorre mis venas es la furia de las olas al reventar: espuma y destrucción.
-          - Entonces Princesa, queremos tus ojos para poder ver el porvenir. Danos tus ojos y el hombre de las nieves será tuyo por todo lo que te dure la vida.  – Accedí.

No se puede ver el vaticinio propio. Es la condena que nos  define. Ver el futuro ajeno es fácil, no obstante,  cuando se mezcla con el nuestro  todo se transforma en mero azar, cincuenta por ciento de probabilidades de todo. No  los extrañaría. No me eran necesarios. Los entregué sin pensarlo dos veces.

Apagué el cigarro y emprendí rumbo devuelta a casa, imaginé tus manos desnudándome lento, mientras me pedías hacerte el amor. Me inundé de ti en dos segundos, convencida de haber abolido tus ataduras para poder reclamarte como mío: tú y yo felices por la eternidad. Sin embargo, al llegar a la puerta, mi mano pasó de largo por la perilla, atravesándola cual si fuera bruma matinal.
La muerte había llegado incluso antes de entregar mis ojos. La muerte había llegado cuando contesté tu saludo.

ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER 

sábado, 27 de octubre de 2018

SEGUNDO CÁNTICO PARA DON JUAN





No pensé que llegaría el día en que ya no te podría ver. Lo sabía desde un principio, así como el consumo de los segundos lejos de ti, pero era sólo una advertencia lisonjera, un vaticinio de un futuro que no quería nunca ver aparecer, porque de alguna forma, asumí tu continua intermitencia en mis afanes: bamboleos constantes de tu sonrisa en la madrugada, o a media noche, cuando el trabajo se volvía tedioso y era necesario arrancarme a tus brazos... ¿Ahora qué haré Don Juan?

No reconocí, que de pronto y sin mediar aviso, te había vuelto a querer, no como antes, sino con un amor más maduro, ya no tan desesperado, ya no tan inconsecuente. Te amé un día, al verte pasar por el pasillo con tu delantal blanco, en ese instante en especifico. Te amé a ti, al actual, no al de hace 5 años; volviste a cautivarme, Don Juan, pese a que sabía cómo sobrevivir a tus artimañas.

Tenía que despedirme de ti, tarde o temprano, porque no era del destino juntarnos, ni menos dos veces, ni menos con la juventud desvaneciéndose entre los dedos. Era imperativo desatarme de tu corazón, expulsarte del mío y correr sin mirar atrás, antes de que el dolor fuera demasiado, sin embargo, la misma intermitencia del tiempo, jugó sus cartas en secreto, trayendo de un golpe el día en que te perdería para siempre. Fue ahí cuando supe que no te amaba lo suficiente... quizás, está vez, no lo hice. Puede que haya sido secundario a la costumbre, o más probablemente (y como todo últimamente) por aburrimiento... No te amaba Don Juan, porque deseé tu fracaso.

... Y fracasaste.

ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER

jueves, 11 de octubre de 2018

LO QUE QUIERO

8Esto es lo que quiero: la reverberancia en los albores, tras abrir los ojos y de pronto, saber que la existencia es completa, plena y feliz, cuando, un segundo más tarde, vea los tuyos y el amor comience otra vez.
Ese amor incandescente, furioso y garrido, dispuesto a todo con la algarabía de la ternura, tal cual como si fuera el primero con ansias de que sea el último.
Saber que el destino siempre existió cuando encuentre en tu piel el olor al hogar, mi hogar, el sitio donde la seguridad es absoluta y los demonios no sean capaces de entrar. Tú y yo.
Tu respiración alentandome a vivir cuando se vuelva tenebrosa la existencia. Mi vida a cambio de la tuya.

Eso es lo que quiero: un amor tan grande que trascienda eras, donde la muerte no se interponga si encontrarnos es menester. Tú corazón arraigado en mi palpitar incluso cuando ya no tenga uno.

Noches eternas ahogada en ti, con el vaticinio del futuro por delante, tan eterno y acogedor como la luz habitante en tu alma... El deseo congelado con el correr de los años, dispuesto a despertar cuando mis manos acaricien tu rostro; perpetuo, deborante y nuestro. La sapiencia de haber nacido para conocernos y hasta encontrarnos, dejar pasar la vida entre suspiros de añoranza, en la latencia de la búsqueda, en la esperanza de tus manos sosteniendo las mías en las noches de pesadillas.... Un segundo dilatado en la espera.

Eso quiero: una vida contigo. ¿Cuándo aparecerás?

ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER

jueves, 20 de septiembre de 2018

EL ABISMO




Un vaho conocido apareció de pronto al ponerse el sol: Un sentimiento oscurecido con el correr de los años, antes tan brillante e imponente como hoy hecho cenizas.
Hubo dolor en mi corazón entonces.
La sensación de vacío fue tal que me perdí entre el llanto... y no supe porqué.

Estuve sola, frente a la inmensidad.
Estuve sola, con el peso del mundo en mis hombros.
Estuve sola, de cara a las torpezas que cometí.

Tuve frío, hambre y miedo.

Nadie apareció para decirme que todo iba a estar bien. Nadie apareció  para abrazarme. Fue ahí, cuando más te eché de menos.

Una canción ancestral sonaba de fondo, bamboleando los recuerdos detenidos en el tiempo, sin la suficiente fuerza como para revivirlos de un golpe, pero minuciosa para desvelarme el descancio. Fui aire y burbujas, disolviéndome despacio con el agotamiento de cada corchea, dejando escapar mi pensamiento hacia dónde sea que estés.
Fui agua condensada en el cristal, cayendo irremediable hacia lo profundo de un anhelo, que al final de cuentas, lo mismo condena, como entrega vida.

Fui, de pronto, un rencor tan grande, que comencé a consumir sueños ajenos.

ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER 

viernes, 24 de agosto de 2018

EL SONIDO DEL BESO.




Todavía sé distinguir el sonido un beso.
Quizás no su advenimiento,
Incluso ya no recuerdo el calor que entrega,
Sin embargo, su compás retumba en el olvido.


Es como el escalofrío que se siente al amanecer
Al saber de alguien vigilándome los pasos.
Un dejo de seguridad tras caer la bruma en el mundo,
Un recuerdo recuperado desde el más allá...Tus ojos sobre mí piel.


Es la resurrección de la carne, tras morir de hambruna.
Un golpe de vida después de agotar toda fuerza,
Una duda que sigue sin resolverse...
¿Cuándo probaré tus labios al fin?


El sonido del limbo. Eso es. El Réquiem de la condena.
Una cadencia sensual que arrastra a malas decisiones,
La voz de una Sirena engatuzando la vida,
Yo perdida, para siempre, en ti.



ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER

jueves, 16 de agosto de 2018

EQUIVALENCIA



¿Tanto miedo tienes que insistes en mantenerme lejos? Sin noticias, sin un nosotros, sin el futuro que debíamos vivir.
¿Cómo puedes sobrellevar los años separados? Los he visto desfilar por las marcas en nuestros rostros, la frialdad de tu mirada y mi eterno corazón roto.
¿¡A qué le tienes tanto miedo!? ¿A volverte a enamorar... de mí? Todavía no entendiste que la felicidad no es sinónimo de muerte. La muerte es esto: tú y yo separados, mi cama sin ti durmiendo conmigo, tú... quizás besando otros labios. Esto es la muerte amor mío, no poder decirte amor mío cuando me de la reverenda gana.

¿Cómo no te duele esto? La distancia taciturna entre mis dedos y tu piel, o el abismo sin fondo donde fueron a morir las esperanzas de envejecer juntos. ¿¡Cómo no te duele!? La revancha que vino a cobrar el destino por la insolencia de conocernos cuando éramos unos críos sin nada que perder, excepto la vida misma. Cómo no te duele, haberte alejado tanto por tanto tiempo... de mí.

¿Por qué los días pasan equivalentes unos con otros? ¿Por qué las profecías no se cumple contigo? Ya ni siquiera te puedo ver en mis sueños... Ya ni siquiera recuerdo tus ojos...


ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER

domingo, 29 de julio de 2018

CAFÉ PARA DOS





Te tuve entre mis dedos un segundo tan efímero, tan escaso y tan certero.

Volviste a mí, de golpe, desde un sitio olvidado, tanto que ya ni tu nombre conocía, pero algo, supo traerte de vuelta; siempre es así: itinerancia, vas y vienes, atormentándome cuando encuentro paz.

No pensé que ese día una mujer desconocida, resucitaría mi ilusión contigo. "Hija, ese hombre, el que tienes clavado en el corazón, aparecerá para no marcharse, cuando 50 días sean cumplidos "
¿Vaticinio del fin de mi espera? ¿Una broma cruel de una mente perturbada a otra igualmente enferma, pero de amor por ti? ¿Cómo pudo saber, si no hablo, porque me dueles?

Me prometió que antes de que Agosto se exitingiera, descansarías en mi lecho...

Me prometió que nuestras almas nacieron juntas y que así deben morir: juntas.

Me prometió que entre nosotros, pese a todo, aún hay amor. ¿Será posible?

Te tuve entre mis dedos un segundo tan efímero... tu presencia de a poco me envolvió, susurrando, observando, llegando como un terremoto, para desbaratarme el entendimiento y la seguridad de la que presumía. Una sensación de inminencia se levantó conmigo cada día, casi como agotando el tiempo para verte volver, cuanto antes, porque ya paciencia no me queda y mi necesidad por ti, se exacerba en exponencial.
No es sano, querer de esta forma. No es natural, el tiempo que nos tiene distanciados si tú y yo, desde siempre supimos que siempre seríamos tú y yo.

Ya Agosto está próximo. Pondré a preparar café para dos.


ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER.

miércoles, 4 de julio de 2018

MICHELLINE




La vida es muy corta: Demasiado.

Se sopesan las causas cuando, atragantándose con el quebranto, es preciso mirar a los ojos a alguien para decirle que su vida tiene fecha de caducidad anticipada, que no verá el correr de los años, que sus heridas no las curará el tiempo, que los días serán precarios y desde ahora, contados. ¿Quién soy yo para decir algo así? ¿Por qué Dios delega esa responsabilidad? Es mejor morir por azar, sin conciencia de que cada suspiro es uno menos… y yo, que gasto mis días suplicando en que sea uno más, para que sea uno menos… postergando siempre, por un objetivo mayor. ¿Y ella? ¿A la que le acabo de decir que seis meses son muchos? ¡Ella suplica para que un día más sea un día más! ¡Un día más por el amor de Dios! ¿¡Qué es un día!?  Para muchos, un día no es nada. Para ella, lo es todo. Ella no cumplirá 34 años…



ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER 

VANAGLORIAS PARA QUIÉN LAS QUIERA






De qué sirve el sacrificio si no hay nadie quién agradezca. 
De qué vale el logro si no hay con quién celebrar…  Al final del día soy solo yo, un par de cigarros y varias copas de alcohol para suplir la carencia, un continuo de ocasiones postergadas porque el cansancio es mucho, el tiempo escasea y el circulo que se ha ido cerrando hasta convertirse en un universo de un único habitante con su par de cigarros y sus varias copas de alcohol.
Al final del día, es solo un rostro apaleado por el sueño crónico sin tener siquiera fuerzas para poder sonreír… Sin tener las ganas de querer hacerlo.

De qué vale ganarles a todos, si todos se van y al cruzar la meta, no hay nadie esperando… puramente el desierto sin el oasis.

De qué sirve tanto conocimiento si es el precio es tan alto.

Hasta ahora no lo vi.
No hay nadie.
Se fueron en silencio mientras yo leía.
Se fueron lejos mientras yo bebía.
Se fueron a perder cuando yo más los necesitaba.

Así como yo pospuse, me pospusieron hasta olvidarme, porque los olvidé. Un pago con la misma moneda.

Vanagloria para quién las quieras. Yo solo pido compañía



ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER 

miércoles, 20 de junio de 2018

LA NIEVE






Había nieve cayendo. Una capa blanca cubriendo la inmensidad del espacio. El hálito detenido en un instante para dibujar en él corazones porque sí. El día se consumía despacio, desvaneciéndose lento entre las marismas saliendo de las calderas expuestas al frio. Era otro día más. Era un día sin el desvarío de la incertidumbre. Quizás la misma nieve traía vaticino de cambio: una profecía cumpliéndose delante de mis ojos. No pensé verte.
Ese día desperté con el ímpetu del mar golpeando en el pecho y  con la misma serenidad que cuando la luna desaparece, feliz sin necesidad, por primera vez sin tormentas… como hace tantos años atrás no lo hacía e incluso así, no pensé en ti.

Jugué mis mejores cartas en un duelo donde la vida era el premio, y gané. Victoriosa, con glorias, honores y la rendición de mis enemigos postrándose a mis pies. Así se vaticinaba el futuro. Pero tú, jamás cruzaste en mi pensamiento.

Todo indicaba un cambio en el paradigma: la tranquilidad, la nieve cayendo tan cerca del mar, las victorias sin perder ni municiones. Debí darme cuenta. Sin embargo, se duermen los instintos en la postergación de sus afanes. Aburridos de ser ignorados, se largaron sin avisar, he ahí la razón de la ausencia del sobresalto.
En un dos por tes aparecieron planes para pasar la tarde y, aun así, nunca pensé en ti, hasta que mis pies estuvieron frente a frente a los tuyos, después de que abrieras la puerta. Cuántas veces crucé el umbral esperanzada en, por último, oír tu voz a través de las paredes colándose entre las rendijas y solo obtuve silencio, vacío y soledad.
Ahí estabas.

 ¡Cuántas veces no esperé este momento! ¡Cuánto tiempo perdido frente a un espejo, afinando hasta el más mínimo detalle, antes de emprender rumbo a esa puerta, por si la suerte era bondadosa! Y ahora, sin dormir durante días, despeinada, con el mal humor secundario al cansancio, saliendo literalmente de un diluvio provista solo con un disfraz de hospital, el destino quiso cumplir con mis afanes, casi al borde de la extinción por el olvido a la fuerza.

Sin tiempo de reacción. Sin un plan cuidadosamente estudiado. Sin el respaldo de las amigas ni la valentía del alcohol. Yo. Sola. El desastre hecho mujer frente al hombre causante de pesares repetitivos, conversaciones extensas con Dios y el continuo reproche de haber sido ciega, sorda y muda cuando más alerta tuve que estar. Él y yo detenidos en el zaguán. Él y yo, juntos en un saludo.

No puedo decir que se paralizó mi respiración o que se alteró el cantico del corazón o que los nervios no me permitieron emitir sonido, porque fue saludar a un desconocido… ¡Qué más se puede esperar después del correr de los años! Él cambió. Yo cambié. El mundo no dejó de girar ni de aparecer las arrugas. El calendario cobró venganza después de gastarlo a conciencia cuando todavía nos queríamos, que ahora nos despojó de la habitualidad.
Frases protocolares, cruce de miradas estrictamente necesarias, ni más ni menos… ni más ni menos… después de tanto.

Había dejado de nevar. Era hora de que apareciera el frío glaciar que congela los dedos con dolor. La noche era profunda, sin ni un rastro de nubes amenazando con tormentas.
Dormí con una sonrisa en mis labios y tu perfume impregnado en el cuello.
Dormí pensando que todo podría volver a ser maravilloso.



ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER 

lunes, 28 de mayo de 2018

EL AMOR



Hice el amor contigo camino al trabajo esta mañana.
Hice el amor contigo, como dos jóvenes descubriendo los albores del placer, más torpes que entendidos, más a tientas que concretos, incoercibles como buscando guía antes de morir prisioneros del vacío.  

Hice el amor contigo como si fuera la primera vez… temerosos y enardecidos, furiosos y cobardes, justo en el limbo entre avanzar o retroceder.
Hice contigo lo que no en aquel departamento de diez y siete metros cuadrados, con una única ventana sigilosa y una planta suicida colgando en un piso 14, perdido entre las oleadas de gente flotante en el centro, una tarde a mediados de marzo, tantos años atrás, cuando a ti, aún no te entregaban el tuyo y pasabas por si acaso te podías quedar en el sillón… En ese entonces, siempre te dije que sí… Nunca entendiste el entrelíneas de tanta amabilidad.
Sentí tus dedos despertándome las ganas muertas tras tanto tiempo dejados en el olvido, inmiscuyéndose en rincones prohibidos por la decencia. Sentí tu calor en mis manos, como un golpe de vida condensandose en el temblor de mis actos y lo errático de tu corazón de un momento a otro. 
Te necesitaba. Necesitaba de ti el agotamiento del hambre, la saciedad del instinto y la resurrección de la carne. 

Hice el amor contigo un par de veces antes de dormir. Me invadió de pronto tu esencia envejecida,  aunque tan vivaz que el tiempo se hubo desdoblado: hoy, ayer y mañana comenzaron a fundirse como nosotros en un abrazo sin extinción. 
 Te convertiste en mi todo: mis ganas de ver un nuevo amanecer justo cuando la muerte bamboleaba un brazo a la distancia invitándome a seguirla sin pedirle explicaciones; en la fuerza robada cada que se consumía el espíritu y la humanidad en mí desaparecía titilante, luego de hacer cotidiano el dolor y la miseria; el calor en mis venas ya congeladas en la eterna posteridad de una vida en suspenso. 
Volviste a ser aquel que me resguardaba del demonio habitante en mi interior, de ese por el cual no respondo cuando lo hieren y que cobra factura con la felicidad ajena hurtada de un zarpazo. 
Hubo paz, silencio y amnistía...
Hubo fulgor, ansias y juventud...
Hubo una historia de amor escrita en páginas amarillas...
Hice el amor contigo tantas veces que casi se sintió real... que casi se me olvidó tu ausencia... que casi no llore en la noche tras recordar que todo es mentira.... 

ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER 

miércoles, 28 de marzo de 2018

DE CUANDO YA NO ESTUVISTE





¿Desperté o estaré soñando? Siento el silencio seduciendo a mi alma y las cosquillas recorren mi cuerpo, mientras los arreboles se plasman en mi piel dejándola de cobriza a rojo intenso.

Pienso en ti... Inevitablemente, siempre pienso en ti. Hay un dejo a  tu aroma a lo lejos ¿Estás o te fuiste? No lo sé. No quiero saberlo tampoco… De pronto, un recuerdo garrido me abraza y no me deja dudar. Te quedas un momento en un bamboleo del tiempo, como si 10 años se redujeran a solo un instante, uno que pasó cuando terminaba de pensar esta frase... Quédate. Ven. Yo te escondo. 
Aparece el viento celoso, arrastrando tu perfume y sus recuerdos a la mierda y así, de pronto, te vas. 
Te vuelvo a ver desapareciendo entre las tinieblas de la noche que se hace firme... Cuánto de eso... cuántos días sin noches, cuántas noches apoderándose del mundo: Desierto y mar. Hambre y banquete. Tú y yo. Lo innegable y lo imposible.  

Miro de nuevo al cielo y es una noche parecida a la anterior, con niebla a ras del empedrado y silencio fúnebre. Quietud por todos lados, menos aquí, en esta habitación donde me paseo de lado a lado tratando de calmar la inquietud provocada por recordar tu recuerdo, torturándome por la ausencia. Quietud por todos lados…y tú no apareces. 

Puede ser que por benevolencia o por amnistía, alguien escuche mis suplicas y te traiga de nuevo a mí.

ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER  


















martes, 27 de marzo de 2018

BITÁCORA DEL CAPITÁN, DÍA 2




Se aproxima la aniquilación de los días... Oleadas incesantes de insomnio dispuestas a destruir tanto como puedan... Un vacío en expansión desde la creación misma comienza a  proclamarse entre lo que que ahora me quita el aliento  y yo... No importa cuántos años lleve a cuestas. No importa lo que haya aprendido antes de hoy. No importa que las heridas aún duelen al recordar, si con tal de todo, la promesa de un beso se puede ver a contraluz. 

Tengo los ojos nublados con cataratas. Soy ciega, sorda y muda al caminar. Del corazón,ni las angustias quedan, pero de las cenizas restantes, se levantan resplandores de un nuevo albor. Amanecer con gusto a  ¿él?

Nada es certero desde hace un tiempo atrás. Ni la continua sucesión de días con sus noches y sus desvelos. 
Las heridas dejaron de doler de pronto, como si su nombre fuera un vaho santo, que sana las cicatrices deformes de tanto amor a medio morir.  Un presagio soplando desde el horizonte hasta mis velas, sus ojos mirándome fijo, enviando mensajes encriptados en cada pestañeo para que nadie sepa de lo ocurrido en lo cotidiano. Los secretos continúan secretos, cuanto más a la superficie se guardan. A nadie se le ocurre buscar a simple vista. Es demasiado obvio. 

La electricidad nacida de la tormenta, la luz incandescente de un rayo lanzado a las aguas, condena en su belleza. Siento la misma energía recorriéndome el cuerpo: Un peligro latente, un deseo en fervor, destrucción y caos... Sus manos en mi piel.

Es el instinto arremolinándose de a poco...
Son sus ojos, el despabile del hielo del cual, soy prisionera.
Es el tiempo detenido en la idea de volverlo a ver...
El ansia de quitarle la indumentaria....



ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER. 
© Francisca Kittsteiner, 2008 - 2009.
- Franykityzado por Klaus, ©2009.