viernes, 27 de agosto de 2010

Carroña


No sé la causa funesta de la maldición que me ha tocado sobrellevar: mi falta de entereza en el criterio débil que tengo como carga perpetua; la fragilidad casi absurda de mis emociones y el vestigio estacional de depresiones profundas que ocupan el alma sedienta de drama de mi dolor carroñero.

Ya no me puedo arrepentir más de haber elegido la vida que pretendo vivir, porque no soy tan fuerte como creí serlo en su tiempo remoto ¿qué pasó conmigo desde entonces? Ni Dios sabe y tampoco tiene tiempo ni ganas de averiguarlo por su mano o por las inquisiciones apresuradas de espías volátiles revoloteando entre mis pensamientos huraños de tantas ñácaras que se han infiltrado por los recodos hambrientos de épocas mejores.
¿No pudieron haberme escogido otra clase de afán por el que mantenerme firme frente a los enemigos dispuestos a dar con las flechas cargadas de andróminas suntuosas, justo en el centro de mi herida supurante de incertidumbre? Aun me aferro a la posibilidad de despertar un día y que el monzón haya amainado, dejando catástrofe por doquier, pero sin afectarme tanto, o simplemente, jamás volver a despertar.

Puede ser que yo sea la custodia de los males dispersos en el mundo y todo porque no tengo otro propósito que regar las semillas de marañas con mis lagrimas opalescentes que cautivan con demostraciones lascivas la locura de la tierra agonizante. Podría ser que grandes pesares tenga que soportar, que prepararon mi espíritu sin adiestrar para recibir el cambio de mi dolor: la llegada ansiosa del final de mis tribulaciones carentes de arlequín que las interprete.
Siento que ya no hay manera de no volver a llorar de noche, ni menos a la edad que se dice que tengo; no podré detener el efluvio de hálito espectral que se ha enamorado de mis ojos cansados, rojos y sin líquidos que ofrecer como pago al rocío de la mañana tenebrosa que espera por en el canto de la alondra.

Hay tanta sangre en mis sueños que he comenzado a tener miedo de dormir, caminando entre las personas como un espanta cuervos que no hace otra cosa que llamarlos con los encantos de los que fue despojado porque su pobreza no le hacía parte con la belleza demoniaca en su concepción febril. Creo que las musas sienten envidia de mí, que Venus ha redirigido su ataque contra mis pasos ciegos, que Era ha visto como Zeus osa a mirarme y me considera una amenaza latente, por lo que han decidido provocar mi afable destrucción y no me lastima decir: lo están logrando.

¿Cuándo yo muera, se habrá muerto también el último poeta? ¿Se acabaran los versos enardecidos, pasionales, orgiásticos, inexistentes y silenciosos? ¿Habrá una nueva forma de reír aguantando el nudo de remordimientos condensables en la garganta abstemia de humo con matices de manta en descomposición tardía? ¿Será una buena hora para inaugurar una constelación dedicada al lapsus tormentoso que tuve que aguantar pese al rechazo antecedente de mi voluntad corrompida? ¿Por qué tengo tanta sed? ¿Esto es culpa mía por permanecer atada al recuerdo lacerante de un romance destinado al fracaso supremo tras años de convertirse en metástasis en torno a mi corazón repleto con cáncer de ausencia? Sí, definitivamente esto es tu culpa y te responsabilizo de mi defunción por falta de besos salinos y caricias antisépticas, de abrigos lánguidos en tus brazos incipientes. Yo te culpo de asesinato calificado en complicidad absoluta con la exanguinacion de llagas sin procurar. Yo te culpo de todos mis males y presta atención que son demasiados para anotarlos en cualquier lado. +

Confieso que aprendí a mentirme, a tomar esas mentiras y amalgamarlas con mis más paupérrimas esperanzas y credos efímeros. Declaro, en pleno uso de mis facultades cognoscitivas, que ocupo falacias para poder dormir sin sentir explotar mis caudales de napas virginales y no me da vergüenza alguna porque es el único narcótico que anestesia los urdidos planes que traigo asimilados en las células de derrocar a mis verdugos, tomar su lugar y sus cabezas como trofeos que debo ostentar antes que se acabe mi suspiro de intereses triviales.

Miento, pero solo a mi misma para poder poseer algo por lo cual agradecer antes que el letargo empaste mis parpados con concreto refinado y transforme en quimeras carnívoras mis fantasías pluviales.

Y todo lo que hago por esta humanidad relativa que me va quedando, es llorar, escribir en códigos de difícil entendimiento y rendirme ante las evocaciones que el destino idealiza como lo mejor para mi, siendo claro, que lo mejor es quitarme los miedos y la libertad de engañar sin dame cuenta.




ECRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER, DUQUESA DE ORLEANS

martes, 24 de agosto de 2010

Analogía con la Luna


- ¿Cómo es posible que fueses la inspiración para tantos romances, sin haber probado lo que eso significa? - Le pregunté una tarde a la luna cuando ya los arreboles comenzaban a morir y el destello de un parpadeo luminiscente se asomaba en mi balcón. – en realidad nos parecemos bastante, vieja amiga. Tú te estás achicando, yo igual, continuas sola, igual que yo y sin embargo, sigues brillando con la misma intensidad. Hay carroña de buitre a tu lado, disfrazándose de amalgamas amistosas que solo buscan tu abdicación. Quieren opacarte, pero no lo logran, porque eres única y tú lo sabes… aunque si esos lobos envueltos en piel de oveja, necesitan de ti, sin dudarlo e incondicional a todo, les brindas una mano. A veces es preferible hacerse el desentendido a perder la poca compañía que nos va quedando...
Entregas tanto a tantas personas. Lo que piden lo das sin escatimo de condiciones, estás ahí quieran o no, escuchas como si no existiese otra cosa más importante que lo que le está pasando a alguien que casi ni conoces y nunca recibes lo mismo a cambio.
Si el día es bueno, se acordarán de ti y mirarán al cielo esperando encontrarte, pero no lo harán porque hay que seguir caminando o se choca con el poste de la calle; ya si la suerte te coquetea, uno que otro conversará contigo, te dirá “hola” y se irá porque no hay tiempo que se pueda perder.
Has visto a tantos llorar, a tantos que se refugian en tu luz porque no encuentran mejor soporte que la magnificencia de tu inalcanzable posición, les sirves de consuelo cuando ataca la oscuridad en medio del pánico tras una sacudida trémula de la tierra, pero tan pronto ha pasado, se marchan olvidándote hasta que vuelvan los llantos encolerizados ¿Y quién pone su hombro cuando quieres llorar? ¡Nadie! Porque dicen: ¡Vamos, si ella no llora! ¡Es imposible! ¡Déjate de bobadas! …la verdad, ellos no saben nada… N-A-D-A ¡Nada!

Guardas secretos que no pides guardar, que no quieres saber, pero alguien tiene que hacerlo y ahí está la tonta obligada a escuchar mil veces la misma historia y cuando se callan y tú intentas decir algo, ya no están, se fueron, se desahogaron y listo ¿Y tus secretos quién los guarda? Porque pesan mucho los propios, pero los ajenos son livianitos ¿No crees? Será porque no se les trae atados al pellejo… y con el tiempo se convierten en veneno, amargura y en maldiciones. Si tan solo se quedaran…otro gallo cantaría.

Creo y con firmeza que la única diferencia que tenemos es que tú existes desde que el planeta se creó y bueno, yo soy la recopilación de restos carbónicos de mis antepasados desde que el planeta se ganó el nombre… pareciera ser que me estoy auto describiendo. ¿Y si somos lo mismo? ¿Y si tú eres yo y yo soy tú? ¿No deberías llamarte Francisca? ¿Y yo Luna? No, porque qué pasa con aquellas niñas que llevan tu nombre por ti. Yo que sepa a ninguna le han puesto Francisca en mi honor; entonces quedaría la cagada.
Pero si te llamases Luncisca ¡Sí, te llamas Luncisca! Igual que yo: Luncisca Francisca, la condenada a solterona, enamorada de un imbécil que no se da cuenta que estamos muriendo en baba por ellos (esa es la verdadera diferencia). El tuyo, es el sol, el mío, un Subercaseaux. – Y me di cuenta, que sin proponérmelo, había vuelto a hablar de él…




ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER

sábado, 21 de agosto de 2010

Amnesia



Creo que nací un 21 de julio cuando el ‘92 todavía estaba de moda. Según cuentan no he cambiado mucho desde entonces, cosa que no podría afirmar o desmentir porque no me acuerdo. Estaba presente, sí, pero no tengo una imagen sólida de mi apariencia, pues aún no me atacaba la vanidad de pasarme horas mirando al espejo a alguien muy parecido a mí, aunque en ningún caso, yo. He crecido, ya casi han transcurrido 19 años y la desmemoria de la vejez comienza a afectarme, no logro acordarme si ese año era bisiesto o qué día es hoy.


Nunca he sido muy normal que digamos, siempre nostálgica de tiempos que siquiera alcancé a vivir, encontrando placer al pasar una tarde escuchando tangos alcohólicos que desvanecen entre sus acordes las penas que se condensan dentro de mi pecho.
Me gusta extrañar a los que se han ido, y vez que puedo, escapo un poco de la realidad para escribir una que otra idea vaga que se anida en mi cabeza. Hay veces que paso semanas con el título de mi próxima "creación" (si es que las puedo llamar así) y cuando me siento con lápiz y un papel dispuesto a morir por complacer mis vicios, las palabras no fluyen, se estancan, madurando la brutal decepción de mi lógica, seguramente, debatible.
Puedo pasar horas mirando el cielo, sin que algo perturbe mi meditación de fantasías utópicas, esperando, siempre esperando que mi suerte llegase a cambiar al avecinarse un fenómeno que haga un quiebre en mi vida, un tanto monótona: De los sueños, a los libros, de los libros a más libros, y de ellos al sueño que, para aprovechar tiempo, continua repasando lo aprendido cuando la luz era el emperador de la ciudad. Pero que conste, no me acuerdo ya de quién soy.

Otra cosa, para ahorrar espacio en mi cabeza, he decidido escribir todo en tres idiomas al mismo instante, así puedo regodearme de mi facilidad para los idiomas y mato de un tiro, al aburrimiento, que sigue en su afán de rondar cerca de mis pasos, pese a que le he dicho y en reiteradas ocasiones, que no me interesan sus propuestas de un romance de media estación. Ya estoy muy vieja para esos trotes.

Tengo un vestigio de recuerdo que me gustan las magnolias y que juré a mis cojines, entregar mi corazón entero, en oferta, con mi alma y mis latidos, a quien supiera diferenciar el cambio en el brillo de mis ojos cuando las veo florecer. Esa sí que es una promoción tentadora.
También siempre he supuesto que llevo a cuestas más años de los que llevo respirando en esta tierra, que antes de mi concepción estaba dispersa en partículas con carga eléctrica, preferentemente positivas, esperando reencarnarme en lo que puedo afirmar que soy y que para traerme aquí salieron a cazarme con estas redes de mariposas, metida dentro de una célula y obligada a nacer como humano, mejor todavía, como mujer y sin embargo, no recuerdo nada.

Creo que mi canción favorita es una en italiano y parece, pero no estoy segura, que hablo italiano y otra cosa con I... ¿inglés tal vez? quién sabe. Bueno, me gusta y aunque de levanta ánimos no tiene nada, cuando soy presa de lágrimas circenses que hacen acrobacias en mis mejillas y se lanzan en trapecio sin red hacia el vacío, es inevitable dibujar una sonrisa en mi cara.

Acabo de encontrar un papel que dice: recordar que tienes una meta que cumplir. ¿Cuál de todas? podría ser cualquiera: mi carrera, mi casa, mi auto, mi nobel de literatura, dejar de fumar, conocer a Mel Gibson, viajar a la luna y colonizar ahí, aparecer en un billete de $3.000, ayudar cuanto pueda, y que en los futuros libros de lenguaje, historia, ciencias, me da igual cuál sea, salga mi nombre con una foto de mi juventud; quedar para la posteridad y convertirme en leyenda. Pero, acuérdate, yo no me acuerdo.


De repente me dan ganas de un trago con menta, limón, hielo y mucha azúcar, aunque cuando voy a prepararlo, no sé qué hago en la cocina con limones partidos, una batidora y una botella de ron blanco sin tapa encima de la mesa, después salgo al patio, prendo fuego a un cigarro y comienza mi obra dramática a surgir desde lo profundo de los arrepentimientos de lo que he hecho (es lo único de lo que de verdad se puede arrepentir alguien, todo lo demás, es puro relleno), a buscar imágenes en los arabescos que forma el humo al expulsarlo de la boca, al elevarse hasta desaparecer entre el resto de los gases que circundan los pulmones.
Luego, cuando ya me dan escalofríos pongo una canción antigua, puede ser que las escuchasen mis abuelos, pero no importa, a mí me gustan y punto. Canto a todo lo que da mi voz, espantando lejos a los cuervos que quieren verme caída dentro de una depresión nunca vista desde los tiempos de Hamlet y sus conflictos existenciales, pero soy fuerte, eso creo, y resisto cuanto pueda, distrayéndome en recuerdos de un amor que no recuerdo haber amado, mas, posee nombre, apellido, dirección y edad. Me doblego cuando las sensaciones que se supone sentí al primer contacto de labio con labio, estremecen mi piel dormida hace mucho por falta de cosquillas juguetonas que se aventuren brazos arriba hasta llegar al cuello vestido solo con una cadena y un colgante, un abrazo que pareciese que te quitará la respiración apenas bajes la guardia y la guardia nunca estuvo pendiente de hacerle frente a lo que el destino podría traer consigo como un tipo de ofrenda colectiva que únicamente favorece a los que saben leer entre líneas y le buscan la quinta pata al gato. 


Hay veces que olvido cómo me llamo y mucho no me preocupa, porque es solo un nombre, una forma que tienen de identificarme, lo gracioso es que los nombres se repiten unas diez mil veces más uno dentro de un rango de tres cuadras a la redonda, entonces ¿Qué caso tiene que olvide que me llamo Francisca Lizzette Lucero Kittsteiner? No le veo lo grave, o quizás ya me volví loca.

Ahora que veo, hay un gato caminando por el ancho de una pared que no supera los dos centímetros, me comparo con él, el elegante caminar que nos distingue del resto, la sensualidad de una mirada que dice mucho más que un recorrido por el diccionario, la sencillez lasciva que está impresa en cada corcoveo de una espalda al descubierto. Si somos iguales.
Vi un zorzal y me fui por un instante a volar con él, hace mucho que no veía uno por estos lados dejados en el tintero por Dios y no sé exactamente qué se encuentra haciendo la figura de ese amor que no recuerdo haber amado sacudiendo el polvo que dejó congelados a los besos que nos faltaron dar y que ya es muy, pero muy tarde... Comienzo a convencerme que es mejor dejar de inmortalizar los momentos vividos antes, y vivir en el tiempo que me corresponde, actuar como si tuviera 18, porque esa es la edad que se dice por ahí que tengo y permitir que el olvido ataque donde quiera atacar, para llenar de nuevas cosas, cosas que de seguro ocurrirán cuando termine de escribir tanta porquería junta, cosas que definitivamente, me harán olvidar.......


Yo, una mujer que no sabe qué nombre le dieron, qué edad tiene, qué vida ha vivido, cuántas ha vivido, qué tipo de gustos le gustan, qué amores ha querido, qué lágrimas ha llorado y menos el por qué, qué metas se ha propuesto a cumplir, declara, en pleno uso de sus facultades mentales relativas (todo es relativo, cariño, todo), que no le interesa recordar lo irrecordable....se acaba la cuestión.




ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER

miércoles, 28 de julio de 2010

Cartas a un amor distiante...


Mi querido:
Quisiera saber cómo estás, qué hay de tu vida, abrazarte y asfixiarte, dejarte languidecer en el poder de mis brazos apretante. Quisiera tener la valentía necesaria para decirte el motivo que está oculto baja cada una de las palabras estúpidas que intento disfrazar de cotidianidad, pero no la tengo y me maldigo por eso y por ser débil, torpe y a veces, confiada. Quisiera haber nacido en otro tiempo.

Mi querido, no sé, en realidad, qué hago haciendo con lápiz en mano y paginas blancas, imaginando que algún día tus ojos se posaran aquí, descubriendo el sentimiento que abruma mi conciencia. No sé qué hago disponiendo escenarios mentales, en donde, actuamos los dos, una escena romántica, a la luz del plenilunio, verano y el mar.

Cielo, dime algo… ¿Estoy mal, o es una forma que tiene el destino de prepararme para lo que vendrá? ¿Estarás tú en mi camino? ¿Eres la meta y el trofeo que debo ostentar? ¿Por qué me resulta tan difícil escribirte o relatarte cuando tengo tiempo y ganas de plasmar algo tuyo para la eternidad? ¿Sentirás lo mismo que yo? ¿Estoy completamente loca o me queda algo de cordura?...
Mi vida, ahora te cuento: yo, Duquesa de Orleans, confieso el amor que hicia ti profeso. Yo, Francisca Kittsteiner, yo una mujer que se ha encariñado contigo hasta la demencia… yo te adoro.

Siempre tuya, Francisca Kittsteiner, Duquesa de Orleans…


ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER

viernes, 23 de julio de 2010

EXISTE


Existen mis noches de desvelo porque falta tu calor a mi lado,
Existen mis miedos desde el día en que probé tus besos,
Existen mis pesares desde que descubrí un corazón enamorado,
Existen mis alegrías desde que se desvanecieron lo sesos.
Existe la fantasía de una mirada porque vi tus ojos hermosos,
Existe el ansia por volver a verte una vez más ¡por Dios!
Existe un palpitar insoportable donde antes había hielos en pozos,
Existe un múltiplo par desde que ahora nos llamamos dos.
Existe la dicha de un fortuito y distante reencuentro,
Existe el sabor a canción romántica en mi labio deshidratado,
Existe también, la historia de un amor de cuento,
Existe todo, porque tú existes y estas a mi lado.
Existen las estrellas, la luna, el sol en el cielo,
Existen los duendes, las hadas, las brujas y por alguna parte,
Existe el veneno de una despedida en el cuello,
Existe vida en el espacio porque he decidido empezar a extrañarte.
Existen los números imaginarios, los reales y el entero,
Existen las operaciones de adición y sustracción,
Existen los ejemplos, mira: la diferencia entre siempre y hoy, es cero,
Y Existen los iones con infinita atracción.


ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER

sábado, 12 de junio de 2010

Caravana de amaneceres


Tú me darás el alivio que con tanto afán y desesperación bueno, pues, en estos días, es un trofeo esquivo y costoso que no muchos anhelan como yo, porque, de un tiempo a esta parte, lo he perdido.
Los amaneceres, camuflados en jolgorios arrebolados de los días tranquilos, se convirtieron en el sentido de mi existencia tortuosa, en la meta que quiero conquistar, llena de romances, ahora y en adelante, destinados a la victoria serena de amores congelados desde hace años por falta de participantes. Yo hoy digo: “aquí estoy, disponed de mí a libre albedrio. Soy vuestra, dioses de la felicidad. Entreguen mi paga…aquí estoy”

Conjuro al deseo y a las maquinaciones ansiosas a satisfacer la pobreza de mi espíritu, regocíjenlo hasta la demencia y aún más…
Quiero transformarme en aquello que me fue prometido por el enredo de palabras hiladas sin hablar, desde antes de mi concepción. Quiero eso y lo que, muy dentro, imagino ser, tal cual, está dispuesto en mi cabeza desconcertada al despertar. Quiero felicidad, quiero llanto, quiero matices dulces y amargos, colores fulgurosos, oscuros profundos, éxtasis y silencio, cansancio y emociones, fantasías más que otra cosa, belleza, gratificación, descanso al caer la noche y vitalidad al encontrar el regalo de otro día.

Quiero astros incandescentes, inspiración para seguir escribiendo y continuar; quiero calor amoroso, frío de desconsuelo apaciguado por un abrazo tierno y tirano a la vez, por retener mi libertad relativa. Quiero los diamantes del firmamento antes que caiga el sol, el sonido de las olas al chocar contra las rocas de Pichilemu, mis canciones melancólicas que me recuerdan tiempos mejores y a I de Corintios 13:13.
Quiero felicidad, algarabía, plenitud, primaveras, otoños, veranos, inviernos cálidos.
Quiero amor, deseo, locura y más amor.
Quiero éxito y larga vida colmada de bendiciones azucaradas, melosas, hostigantes, todo.
Quiero todo lo reservado para los mortales y comer desde la mano de Dios.
Quiero…quiero ¡vivir lo que tenga que vivir!
-------------------------------------------------------------------------------------

esto es igual a dedicatoria estacional...sin ánimos de revelar detalles


ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER

jueves, 3 de junio de 2010

TENGO UNA META!!!!


Tengo una meta que tengo que cumplir, porque toda mi existencia gira en torno a ella, desde que usé mi razón hasta el último rezo que elevo al cielo.
Tengo una meta grabada en mi cabeza como credo religioso que profeso desde siempre y que se ha convertido en causal de las lagrimas avinagradas durante muchas noches, en causal de tormentos alimentados por mis temores enfermizos que corroen mi seguridad a ratos, fortalecida, en causal de algoritmos alquímicos, pero míos y reales.
Tengo una meta dulce que alcanzar y seré feliz cuando diga: “lo logré, í pude, lo logré” recién en ese momento, respiraré por primera vez del aire limpio de polución de conciencia viciada que ha sido apartado de mi para dejarlo como el trofeo esperado desde la concepción.
Tengo una meta a la que me aferro para continuar viviendo, y sobre la que construyo un futuro utópico, sin poner al angular, sin siquiera mandarla a tallar, pero, que sostiene todo lo que aspiro e imagino tener, ser, crear, formar sobre ella.
Tengo una meta que me hacer sacrificios complejos a la psiquis humana, que me pone a prueba cada vez que me quebranto y el frío cala hondo en mi espíritu, congelando mis fantasías y quemando mi entereza.
Tengo una meta por la que empiezo a trabajar hoy….


ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER

martes, 1 de junio de 2010

Quise hablar inglés



Ya no me acuerdo de tu voz aunque sigues presente,
Faltaron dos veces para robarte y traerte conmigo.
Dueles, puñal oxidado en el pecho y en serio lo digo,
Porque tendré que expiarte, mi pecado latente.

He empezado a desconocer tu empalidecido rostro,
Desfigurado a ratos por el afán de recordar lo olvidado,
Bamboleante en el temblor acalorado
De la ofrenda de mi amor que a tus pies yo postro.

No estoy segura del color de tus ojos dorados,
Ni de tu existencia plena en un futuro venidero,
Ni de la lógica plasmada en un cariño pendenciero,
Ni de vivir en el infierno por seguir separados.

Se ha entumecido la memoria frágil del suspiro
En una conversación latente y por terminar,
En una despedida a la distancia por concretar
Y me congelo sabiendo lo difícil que es a lo que aspiro.





Moriré del deseo de abrazarte, desangrada en abstinencia,
Pero esperaré porque tengo ganas de hacerlo y vale la pena
Aguantar el paso del tiempo y observar alegría ajena,
Alimentando las ansias de rellenar tu ausencia.

Ya no sé cómo fue que nos cruzamos por coincidencia,
Abriéndome llagas con sabor a amaretto destilado,
Y raspones del corazón por apresurado,
Por aferrarse a una  fantasía en decadencia.

No compartimos muchas lunas ni menos estrellas acarameladas,
No probé de tu romance galante,
Y ahora extraño tu mirada petulante,
Guardada entre cosquillas de risas desquiciadas.

Creo que te quiero, pero no lo afirmo del todo.
Te he vuelto a ver y es aquí donde comprendo
Que reunirnos una vez más es lo único que pretendo
Porque quedó tu aliento plasmado en los sentimientos que acomodo.

Agradezco al cielo por poner mi mundo al revés,
Por haberte  traído en cuerpo, alma y amor rotundo,
Por juntarnos un jueves y dejar que naciera algo profundo,

Pensando que esto ocurrió porque sabía hablar inglés.


ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER

jueves, 22 de abril de 2010

PRONTO SERÉ FELIZ





Pronto seré feliz y de eso estoy segura
Y no me queda otra cosa que no sea tranquila esperar
A que retorne el calor a mi cuerpo con ternura
Y que el mundo en mi favor, empiece a confabular.

Pronto seré feliz y veré en todo la candidez y su hermosura
Porque el amor se dispuso en mi puerta a habitar,
Tocando tres veces con parsimonia y lasciva finura
Que era imposible antes con el ruido, poder escuchar.

Pronto seré feliz, se acabará al final la cruenta tortura,
De ver cientos de parejas por mi lado pasar
Estando estancada por condena en este lugar de atadura,
En una cruz de pecados inmersa, por el afán de mentiras pecar.

Pronto seré feliz y que no quepa duda alguna,
Que saquen las orquestas a la calle a tocar,
Porque se escribe con sangre la posible clausura
De un lapsus de romances fallidos destinados a fracasar.

Pronto seré feliz porque he de encontrar la locura
Al descubrir en unos labios fríos el caudal
De un lago petrificado que me llevará a la cura
Para poder mi corazón, cuerpo y alma descongelar.

Pronto seré feliz y gritaré al cielo con bravura
El nombre del que me robará la vida sin antes preguntar,
Temblará la tierra, cantarán los ángeles, correrán aires de frescura
Porque he decidido mis esperanzas renovar.

Pronto seré feliz, sólo espera, y verás…




ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER

miércoles, 10 de marzo de 2010

Romance de la mar y el cielo




Hace días que no logro dormir,
Pues siento en las olas un extraño matiz,
Me hablan en los sueños de un nombre conocido
Y luego se callan dejando abierto el caudillo.

Lloran los peces azules en los corales marinos
Y se elevan las aguas y los cangrejos asesinos,
El agua ya no es difícil sino rojo sangre
Y  el mar grita porque tiene hambre.

Hambre milenaria de compasión y entendimiento
Clamando por alguien que escuche sus cantos de sufrimiento,
Mientas las golondrinas defecan tristezas en forma de corazones
Y  le machacan a los erizos  con rabia los caparazones.

Las rocas observan, nada más observan la historia
Que repite por siempre la cruenta ceremonia
De la gente que avanza sin prestar atención alguna
Del romance fallido entre el mar y la espuma.



Y me quedo un instante, parada por un segundo,
Y todo se detiene, ya no gira ni el mundo,
Me da pena el pobre y sus lágrimas de sal avinagrada
Que estallan en los cochayuyos por la espuma enamorada.

Enamorado del cielo con su esplendor de Calipso opalescentes
Que no la mira por estar embelesado con las nubes intermitentes
Y ella baila mostrando sus galas de mujer despechada y altanera
Besando el polvo salino tirado alrededor de la costanera.

Sólo desea que las piedrecillas escriban con ansias sirvientes
Los mensajes que dictan sus recodos perdidos e imponentes
Para que el cielo los lea con sus ojos de hombre
Que la tienen destruida  y con el alma ya pobre.

Ya  no desespera porque sabe que aún faltan,
Muchas personas, años, rocas, nubes, erizos, lágrimas infames, y las gaviotas que restan
Y que haga lo que haga la espuma quiere al cielo y el cielo al mar

Pero eso no le quita las ganas de amar.


ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER

lunes, 8 de marzo de 2010

PICHILEMU 20



Estoy en la terraza viendo el mar. Es un día hermoso. No corre viento y está nublado. Hay gente caminado en los roqueros y me hablan las olas contándome sus pesares y amoríos con el cielo; siento pena por ella y por mi…Las dos estamos solas.
Hay una canción melancólica recordándome que sigo aquí y que debo escribir, dejar fluir mis pensamientos para terminar el libro ya.
Al fondo, en el horizonte van volando las gaviotas a dúo y los alcatraces alimentan a sus crías con peces mutilados mientras las olas se precipitan a espantarlos para llevárselos con ellas y transformarlos en sus hijos putativos.
Creo que la soledad es el mejor vestido que puedo traer puesto, adornado con el humo de ilusiones corrosivas y una corona de caracoles añejados en las piedras.
Los rayos de sol clavan en mi piel tostada como agujas envenenadas de ira y rencor, desquitándose conmigo y yo con ellos por ser ingenuos y tenaces.
Hay un par de pantuflas cerca de mi silla señalando los pasos por dar hacia mi propia vida.
(…) No busco compañía, todo lo contrario, quiero agonía, quiero dolor, fatiga y hambruna para sentirme mejor, para saber que existe la felicidad y la abundancia en el interior (…)
Mis pies están helados remedándole a mis brazos que desfallecen de calor. Se escucha la “Unchained melody” de fondo, pero, en verdad escucho el aguacero de las pulsaciones de la voz que escribe para no volverse loca entre los acordes acorazados, listos para la batalla naval de mi cabeza.
Sentí sed y fui por agua. Aproveché de cambiarme el sombrero porque ya no me sentía cómoda con el que traía.
Ahora hay tres colores en el límite cielo-océano. El celeste pastel de los días de verano al lado de las olas, un azul índigo delgado en el medio, como una línea de destacador que es ancha en la izquierda y se esfuma conforme se desplaza, separándolos y remarcándoles que no se pueden unir porque no fueron hechos para estar juntos y luego viene el azul petróleo del mar calmo que extraña su espuma.
No le he prestado atención a las canciones y ruge el agua, gritándole a Dios en la cara por un poco de amnistía para ser feliz otra vez.
La gente se marcha y volvemos a quedar solos los roqueros, el mar, el cielo, la línea azul y yo, como debería ser.
Sigo enamorada de un recuerdo y duele, duele mucho, porque lo quiero a mi lado, besarlo y con eso, se lleve mi suplicio.
Mi mano siente el sendero de la sangre por el cuello y corre una lágrima invisible por mi rostro. La solapa del sombrero no deja que el lápiz llene de aclamaciones tus páginas, diario, y lo odio por eso.
En mi mesa hay: Una canasta de pan vieja, una madeja de lana, una alcancía, una manta, un celular, un encendedor, una caja con cigarros, otro lápiz y el notebook y un par de lentes oscuros. Nada me sirve ahora.
Parece que Dios escuchó al mar porque ha desaparecido la franja que los separa, las nubes se alejan con rumbo al oriente y se callaron sus llantos…La ha escuchado ¿Lo hará conmigo?



ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER 

martes, 12 de enero de 2010

CAMINO DE FLORES


Desde ayer recorro mi sendero de flores,
Desde ayer que no dejo de reír por solo querer reír
Desde que se fueron para siempre, mis dolores
Desde ayer, desde ayer temprano cuando decidimos partir.

Desde ayer las flores se resignan a morir en el pavimento
Porque hemos decidido darnos una oportunidad,
Porque ahora son míos tus pensamientos
Y porque cada a tu lado, aumenta mi felicidad.

Desde ayer que las veredas tienen coloraciones,
Llenas de pétalos tiernos y suspiros de ángeles enamorados
Que elevan a mi espíritu, por senderos de estaciones
De recuerdos de nosotros y no siendo enterados.

Cada paso que doy siento en mis pies la tibia suavidad
Del polen colándose entre mis dedos desnudos,
y un retruécano de una prematura humanidad
Que nace de apoco en tus ojos tozudos.

Desde ayer que conozco el miedo por todo
Al creer que las flores no sean capaces de soportar
El peso oscilante de un vaivén en recodo
Que se mantiene en mis labios por no poderte besar.

Desde ayer que los semáforos tienen margaritas por luces
Y los autos girasoles en vez de ruedas y motor,
Y las iglesias tienen de rosas las cruces
De azucenas azules en el altar confesor.

Desde hoy los jazmines bailan al compás del sol abrasador,
Creando sinfonías y perpetuos danzares
Dibujando en el cielo un “te quiero, mi amor”
Con los aromas sensuales de una corona de azares.

ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER

PROCESO DE SUPERACIÓN....


Otra historia fallida de un amor que no tuvo alas, creado para perecer apenas diera el primer aliento y hoy tengo que asumirlo, aceptarlo, agachar la cabeza, decir adiós y continuar la marcha sea donde sea que el camino me lleve, aunque me arrepienta muchas veces, es lo correcto y lo que se debe hacer.
Dar por terminado el capitulo que lleva tu nombre, que relata el resplandor de tus ojos en fulgor, de tus amos aterciopelas y cabellos teñidos con las caricias del sol cuando da la despedida a los arreboles, haciéndolo por ti, por mi, por nosotros, porque es un capricho, porque quiere hacerme sufrir.
Ya no soñare contigo, porque te exorcizo de mi mente a partir de ahora, te expulso y te maldigo por mirarme.
¿Puedo dudar? ¿Puedo retractarme? ¿Puedo retroceder el tiempo para no toparme contigo jamás? ¿Puedo volver a ser nadie? ¿Puedo desaparecer entre la multitud? ¡No quiero que esto termine! Te expulso de mi cabeza, es cierto, pero ten en cuenta que no hay conjuro que pueda sacarte de mis latidos, porque son tuyos, por ti mi vida continua, por la esperanza de algún día juntar fuerzas y robarte aquellos besos que me corresponden por sacramento, mal que mal, ladrón que roba a ladrón, se le es concedido el perdón ¿y el olvido? Yo no quiero el perdón de nadie, solo anhelo tu cariño trémulo, pese a que es lo único que no puedo poseer.
Tendré que buscar otro que sea por quien tengo que escribir, a otro a quien llamar “amor”, a otro que no tenga que marcharse lejos, a otro que sepa devolver lo que entrego, mas ese otro no serás tú …
No tendrá tu sonrisa satírica, ni tu ironía mezclada con las lágrimas amargas del silencio.
Desde ahora, entro en proceso de superación... La causa: tú…tú eres la causa de todo.


ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER

martes, 29 de diciembre de 2009

ABRIR LOS OJOS



Abro los ojos, en nada pienso,
Buscando una escusa para dejar de despertar,
Mientras la luz cae y los parpados tenso,
Respirando una, dos, tres veces antes de volver a pensar.


Abro los ojos y recuerdo algo distorsionado,
Sin embargo, siento en las entrañas,
El crecimiento de los sueños inundado
De todas esas cosas que a mi vida son hurañas.


Corro las cortinas perpetuando en el umbral
Alguna de las quimeras oscuras, volátiles y dulces
Que quedarán dando vueltas en el plano cerebral
Apenas se vuelva a la cordura con las primeras luces.


Corro las cortinas queriendo regresar a la cama,
Pues los ánimos no son buenos, no existen ganas
De seguir viviendo siempre con miedo al mañana,
De seguir esperando a que mi cabellos se tornen en canas.


Corro las cortinas, apago el cigarro y prendo una ilusión,
De pronto aparece en el horizonte una figura de pasos tambaleantes
Y un sentimiento, como nunca antes, inunda mi corazón,
Al ver que él regresa por el mismo camino por el que se fue antes.


ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER

miércoles, 23 de diciembre de 2009

¡QUÉ SEAN LAS DIEZ Y MEDIA!





¡Qué sean las diez y media por favor!
Que las ansias me destruyen por segundo
Y el reloj no avanza, deteniendo el resplandor
De mi deseo entre vivo y moribundo.

¡Corre minutero, deja atrás a la madrugada!
Corre y tráelo contigo, que necesito verlo,
Besarlo, y seguir estando a conciencia embelesada
Y poder, entre mis lánguidos brazos, tenerlo.

¡Qué sean las diez y media! ¡Oh Dios!
Agota mi agonía completa y desquiciada
Que me retiene aquí, separando a este corazón en dos,
Y entre problemas de matemática crueles, enclaustrada.

Que se extingan las barreras de paredes y vidrios viejos,
Que se acabe la estúpida clase y continúe mi vida,
Que ya no aguanto, de verdad no aguanto, que esté lejos,
Justo hoy cuando parece haber sanado la herida.

¡Qué sean las diez y media y suene frenética la campana!
Para que mi pupila vea su imagen afuera parado.
¡Qué se congele el tiempo y jubile la mañana!
Pero no, el reloj sigue estancado.

¡Qué sean las diez y media para verla salir!
Piensa él, con frío y fuma algo de tabaco,
¡Qué sean las diez y media  y no tener que morir
Al no escuchar el sonido melodioso de sus tacos!

¡Qué sean las diez y media! ¡Atiendan luces del cielo!
Y manden respuesta a los problemas numéricos,
Que tiene que saber, como sea, que la quiero,
O llévense pronto mis sueños cadavéricos.

¡Qué sean las diez y media que ya se me acaba el cigarrillo!
Y Cronos se burla de mí por estar parado como idiota,
Aunque no le pongo atención y hurgo entre los cerillos
La esperanza de que el tiempo se agota.





¡Qué sean las diez y media! Sólo eso y no es mucho, pido
Que los engranajes giren y giren y vuelvan a girar,
Hasta el colmo insostenible de un mero silbido
Que ahogue mis oídos y que ella me pueda mirar.

“Ya son las diez y media” pensaron a dúo,
Y no saben si salir, entrar, quedarse simplemente donde están,
Si aguantar las ganas de decir “te quiero” o “cómo actúo”
Si están listos para empezarse a amar.

Y sale ella y entra él, se abrazan, se besan,
Se adoran como desde hace tantos años pasados,
Y se encuentran rehenes, torpes presos

De las garras de un cariño que los tiene condenados.

ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER

lunes, 21 de diciembre de 2009

Escucha las campanas


Escucha las campanas. Levántate de mi pecho,
Ya es de mañana y se nos ha escapado la noche entre juegos.
Las estrellas han aprendido de todo lo que hemos hecho,
Ha aparecido el sol haciendo a la luna relego.

Escucha las campanas. Hay que salir del lecho,
Se hace tarde, desenredémonos los cuerpos,
Volvamos cada uno a sus vidas por derecho,
Mientras esperamos que muera el tiempo.

Escucha las campanas. Deja de merodear en el techo,
Ven, recuéstate a mi lado otros dos segundos. Ahora,
Fantasea con la atadura de mis caderas al asecho…
Son tuyas, aunque sea por solo unas horas…

Escucha las campanas, amante maltrecho,
Corre lejos, bésame y sigue corriendo. Conviértete en fugitivo.
Entra en el molino, escóndete entre el afrecho,

 Y bésame, antes de acabar con el amor destructivo. 




ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER

domingo, 8 de noviembre de 2009

juego de estrellas.


Y sentir el olor a tierra mojada, tras un periodo de sequía considerable, dejar que se impregne en los poros, que corra por la sangre, después de asimilarla en la punta de la nariz, provocando la nostalgia inexplicable por recuerdos de la infancia alejada.
Bailar al compás del polen volatizado que se escondía entre las grietas del suelo y que ahora dibuja ilusiones con forma de corazones con alas transparentes y pedazos de carbón donde debiera ir marcado con fuego y con lágrimas de dolor austero, tras dejar ir al amor de las manos de los enamorados. El nombre del que pienso antes de dormir.
Correr con las ninfas a jugar frente al lago y agrupar las estrellas disponiéndolas de tal forma que puedan transmitir el mensaje que guarda mis secretos al hombre que los provoca…que atraviesen el mundo y le muestren lo que yo no soy capaz, por temerle al miedo de tremolar frente a sus ojos, pero que desfallezco sino llego a mirarlos antes que cante el gorrión y ahuyente a mis compañeras nocturnas.
Silbaré de noche entera canciones románticas que me limitan a solo pensar en el supuesto que se crearía si es que mis labios decidiesen vivir pegados a los tuyos… silbaré tu nombre mil veces por silbido, para atormentarme y caer exhausta buscando que tus brazos me cobijen… pero qué veo, el cielo se nubla, el viento corre ahora conmigo, el mensaje se esfuma y yo dejo de silbar, comienzan a cantar los grillos que saltan entre mis tobillos acariciando mis pies mojados por el rocío; las luciérnagas se forman delante de mi cabeza brillando como nunca antes el humano las ha visto y decoran mi cabello lacio y oscuro como los diamantes a la corona, el anillo y el collar; los queltehues deciden callar y tapar a sus crías, simplemente desaparecen de los caminos, las estrellas me distraen con su cintilar radiante, dejando al descubierto un universo de joyas exquisitas e inalcanzables, cubiertas por un lienzo aterciopelado negro y azabache, yo silbo de nuevo por la alegría de ver mi plan en marcha y por el olor a tierra mojada que se levanta con cada bocanada de aire tibio que el viento exhala en mi cara. Veo a los queltehues levantar el vuelo perturbando mi estado de trance inducido, observando en el cielo que la estrellas cambian de posición dando respuesta a mi mensaje, escribiendo sobre las techumbres de una cuidad en llamas de parejas un: “yo también”
Ya no estaba sola en un mundo de a dos, existía alguien lo suficientemente loco como para transportarse al firmamento y jugar con el éter y sus acompañantes, ahora solo restaba encontrarlo… pero ese es el trabajo de las abejas.


ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER

martes, 3 de noviembre de 2009

El mejor momento de mi vida


El mejor momento de mi vida podría definirlo como: indeciso, porque ocupa tantos lugares al mismo tiempo que se vuelve casi insostenible la tentación de separarlo en capítulos o segmentos pigmentados con la fanfarria de elegir al mejor, relegando al resto a la vulgaridad de lo común, cuando, si se lo piensa con la mente fría y la sangre alborotada por la hipotermia que produce la escarcha matutina, cada instante es maravilloso por naturaleza.

El mejor momento de mi vida fue cuando aún no tenía conciencia propia, cuando todos los recuerdos que juro tener, resultan ser habladurías que suelen escucharse en las reuniones familiares, luego de un par de copas de vino añejo sobre la mesa y algunos más derramados en el mantel, desdibujando la realidad en la que aseguramos vivir, cuando, en verdad, estamos sumidos en una abstracción infantil ineludible, viendo felicidad donde sea que los ojos decidan posar su foco, riendo de todos los gestos que una cara puede formar.

El mejor momento de mi vida podría ser cuando decidí no volver a tomar decisiones sobre asuntos terrenales como: Qué me pondré mañana o qué cocinaré para el martes quince de julio de veinte años en el futuro o cómo titularé esto. Simplemente hacerle caso a las fantasías o a los primeros instintos que se atrevan a surcar por una mente falta de cabales cuerdos donde alojar. Solo decidir cuando el día amanece nublado si tendré el valor de pasear por el patio en cuerdos o cubierta con todo rastro de indumentaria presente en casa.

El mejor momento de mi vida fue cuando experimenté la alegría de un amor maltrecho, porque me enseñó a ver la belleza que se oculta tras las lágrimas teñidas de lápiz delineador, la acidez de un adiós meloso luego de digerirlo tiempo antes de tener que decirlo en serio.
El insomnio producido cuando una persona te consume tanto que hasta se apodera de tus sueños, rezos, lo oscuro del pensamiento y dolores que no son dolores, sino cosquillas punzantes que corroen la carne hasta encontrar hueso y grabar ahí con agua el nombre, las futuras fechas que serán malditas para el resto de la vida, o hasta que la memoria siga funcionando. Lo importante que es tener cerca un trozo de papel y un lápiz que escriba para desquitar en ellos lo que se carga en la conciencia y en el espíritu por el tiempo inmemorial.


El mejor momento de mí vida fue cuando de la nada apareció, uno tras otro, los romances, cuando moría uno y una herida comenzaba a gestarse, de quién menos pensaba salía un cariño mutante con ánimos de convertirse en tragedia medieval.
Moría ese y la lista corría hasta que no quedó nadie a quien llamar “amor”, salvo por uno que sí fue el amor hecho persona, que pese a todo se mantuvo relegado al papel del “mejor amigo” por muchos años, pasando su historia desde el enemigo mortal, mejor amigo, el amor más grande, enemigo mortal, mejor amigo otra vez. ¿Ha caído en un círculo vicioso? ¿Volverá a transformarse en enamorado, el mejor amigo de una mujer con mentalidad de infante frustrada? …..

El mejor momento de mi vida fue cuando vi al mar agitarse furioso y bravo porque le estaban robando un caracol escarlata y sus golpes rozaban mi rostro con caricias grisáceas y la corona de sal era depositada en mis sienes y los grilletes de algas que formaban parte de una caravana funeraria para los náufragos perdidos contemplando el horizonte, me encarcelaron. La bruma se levantaba escondiendo los pasos incautos que regalaban los que pisaban las riveras enlutadas, aquella tarde de Julio condenado a viciar de Septiembre, mientras los peces jugaban a teñir el mar con sus lomos metalizados traslúcidos entre el manto grueso de agua turbia de rencor y delicada de melancolía por la falta de su hijo querido. Lloraba, el pobre la ausencia del caracol, pero lloraba en realidad, porque no podía encontrar el mejor momento de su vida.
Habría de estar ahí por todo el tiempo que ya había estado y nueve mil veces más, sin que nadie le preguntase por qué la soledad, cuando su única distracción era acoger las lagrimas de la lluvia y los abrazos de los amantes entre la espuma rabiosa de sus labios salados.

El mejor momento de mi vida fue uno que todavía no puedo vivir….
El mejor momento de mi vida fue cuando aprendía a reconocer por la letra una canción con olor a naftalina los acontecimientos de mi existencia, los pasados y los que ahora vivo, cuando cada corchea se transfiguraba formando números de días que no habré de olvidar a la primera casualidad que ose amenazar a mi cordura. Distinguir entre un soneto la amnistía de la inmortalidad musicalizada y llevada a la gloria entre gritos placenteros en acompañamiento de un piano descalabrado, lleno de polvo tras no ser tocado por miedo a corromper su majestuosidad en progreso, en peligro de extinción y reservado a los dedos cianóticos de un pianista borracho de amores vagos, tristes y muchas veces torpes…

El mejor día de mi vida fue cuando vi en el espejo la imagen de una mujer que aparentaba ser yo sin serlo, tratando de acercarse a la perfección petrificada en un labial rojo italiano con destellos de ilusiones de conseguir un beso de otros labios distantes, pero de ella, aunque lejanos todavía, ya conocidos, probados, robados, inalcanzables, pero a la mano. Cuando esa mujer elevó al cielo un par de oraciones sin pedir nada, solo para agradecer todo lo que ya se le era concedido por beneficencia suprema o favoritismo demoniaco, lo que fuera, lo agradecía. Sin embargo, no era yo, porque aún no vivía lo suficiente como para aceptar que la perfección era un espejismo sediento de inseguridades úfanas y vanagloriadas de un ego monumental proliferado tras una sequía de autoestima continua. Ahí todavía no era feliz.

El mejor momento de mi vida fue cuando levanté la vista y encaré a la luna por no alumbrar en el momento en que sus brazos recorrían la aduana de mi cintura juvenil buscando el asilo territorial de un país que no le pertenecía. No alumbró, es cierto, quizás porqué razones no lo hizo, aunque las estrellas formaban nuevas constelaciones de mapas fronterizos de dos cuerpos vecinos aventurándose en la locura de la invasión de mundos perdidos bajo la condena de vestiduras.
Cuando vi en el éter dibujada una sonrisa de aprobación luego de diez mil toneladas de reproches por esto y aquello y que al final y al cabo, eran una forma de entablar conversación antes de que el letargo en el que Morfeo me mandó a cumplir sentencia, arrebatara de mi boca la elocuencia explosiva de peleas artificiales de agradecimiento.

El mejor momento de mi vida fue cuando fui valiente para sacar la voz y gritar al viento las verdades que deseaba escuchar tras años de mentiras llenas de perfidias que se convertían en verdad que no era necesario afirmar, porque el destino se encargaba de poner en el camino trozos de un cuadro imaginado en la cabeza, justo antes de perder el control de los pensamientos de esa utopía que se quiere idealizar en la cotidianidad de todos los días, de personas no conocidas por nadie salvo uno mismo, Dios y el Diablo.
Lo grité, me salvé del infierno liberando la carga de mi espíritu agonizante de descanso tras pasar por la terapia del: no volveré a hacerlo, a sabiendas de que no hay otra salida que volver a cometer los mismos pecados una y otra vez hasta que se encuentre otra forma de mentirse y no tener conocimiento.

El día más feliz de mi vida fue cuando vi en un bosque de pinos oscurecidos por las brazas ardientes del fuego voraz, el revoloteo sacrílego de los pájaros asfixiados por el  humo acarreando agua en sus alas, tratando de sofocar la furia del poderoso elemento que no perdona nada entre los pasos fulgurosos de esos izquierdazos al momento de tocar y preservar lo que no es inmortal.
Cuando los gritos desesperados de los animales me hizo pensar en lo afortunada que soy de nacimiento al estar lejos de peligro alguno, segura entre los recovecos de mis palabras desquiciadas, suplicantes de atención y de ser descubiertas por alguien al que le importe perder el tiempo leyendo abstracciones bizarras de una estudiante sin nada mejor que hacer escribir y quebrarse la cabeza buscando el mejor momento de su vida.

El mejor momento de mi vida fue cuando… conocí la vida, y no estoy hablando de cuando naces y ves la luz, no nada de eso, sino de cuando conoces el significado, cuando dejas de preguntar  “por qué a mí” frente a alguna tragedia, cuando ya puedes afrontarla con la madurez necesaria para dejar pasar las cosas, o con la inocencia enloquecedora al no tomar en cuenta nada de lo que aquí se ha dicho.


El mejor momento de mi vida, definitivamente, todavía no llega.





ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER
© Francisca Kittsteiner, 2008 - 2009.
- Franykityzado por Klaus, ©2009.