Morfeo me tiene de rehén desde hace tiempo y comienzo a pensar que se ha levantado en encanto por mi silueta pues, mis párpados pesan más de lo normal y las sábanas se me enredan impregnándome con fragancias febriles y nupciales… La noche se agota como un suspiro lánguido al viento al ver caer las flores de los duraznos y el día reclama posesiones que no le pertenecen haciendo flaquear a mis fuerzas por falta de soporte, cansancio por doquier, fantasías por cumplir desvaneciéndose antes de nacer y Morfeo no deja de rondar mis pasos.
Esto me pasa por jugar a cautivar a un Dios y haberme convertido en el preso que le quitó la libertad a su captor. Me mata la melancolía habitante en las noches de plenilunio cuando me recuerdas amor mío, porque tu recuerdo reaviva el mío sin una forma racional de explicar el cómo, y la conjugación peligrosa entre la dicha y las miles de lágrimas de los dormidos en combate que derramaron afligidos cuando las balas les arrancaron los ojos por amor.
Me llama. Me acosa. Me hostiga, pero no importa porque me acostumbré a la presencia casi predadora de un dios noctámbulo observándome dormir mientras él no sabe del placer provocado por la caída del telón en el último acto: El letargo invernal.
Entre tanto tiempo pasado en vagancia por el onírico, se desenvolvieron mis afanes, dejando al descubierto las verdades mantenidas en secreto incluso para mí misma. Son peligrosas.
Descubrí que vivo esperando, creyendo más bien dicho, que al cruzar la calle encontraré a quién sea el dueño de tantos poemas escritos porque sí, de los que no he pensado y que palpitan pidiendo escapatoria, de los que ya pensé y no escribí, de todos los que tienen título y los que no, al que provoque en mí el despliegue de encantamientos sensuales conocidos desde el nacimiento y todavía sin probar su poder.
Soy la Penélope a la espera, vigilante del horizonte por si aparece su Odiseo.
Soy Delilah sin Samson ni cabellos por cortar ni fuerza por robar.
Soy la Cenicienta sin baile al que asistir, porque el príncipe murió.
Soy Aurora que al pincharse con el huso perdió la belleza y la juventud. Nunca dormí.
Soy Pandora sin la caja y perdí la esperanza.
Soy Perséfone raptada por la muerte que no puede regresar a la tierra en primavera.
Soy tan sólo una más que se está quedando sola por tonta.
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