Parece que no tenemos opción: el
destino nos quiere juntos.
Renunciamos a la compañía, tomamos caminos distintos, doblé a la
izquierda en una de las intersecciones, con tal de perderte lejos, en el olvido
y aquí estoy de nuevo, desentrañando el recuerdo apetitoso de tus besos ahumados
amalgamados con chardonnay del 2001.
Parece que el azar está ligado a tu nombre, a tus mandatos y deseos y me
esclaviza sumiéndome en la redención de tu imagen sagrada, consumida por las
acciones que la coincidencia me obliga a realizar ¿Qué tienes? ¿Qué haces? ¿Qué
tipo de trato hiciste? ¿Y con quién? ¿Por qué nos siguen nombrando juntos? ¿No
es acaso que esto terminó mucho antes de empezar? ¿Por qué Ignacio?
El mundo entero no es lo suficientemente grande como para perderte en
un lado y yo en el otro. Hay algo insistente en mantenernos unidos, jugando a
acercarnos hasta el límite soportable,
nos acostumbra a la presencia punzante del otro, a las discusiones triviales y
las competencias por el último beso tibio del día y de la nada, listo, uno se
tiene que ir (como tú hace un par de años), recomenzar a vivir en absoluta
soledad, hacer de tripas corazón, secar las lágrimas y continuar… esta vez, soy
yo la que tiene que cambiar de rumbo, más cerca de ti que de mí en este
instante y no porque lo así lo dispuse, sino porque el “destino” me manda, se
camufla como LA oportunidad que tengo de salir de donde estoy y de ser grande
en un futuro pero ¿Estarás tú en él? ¿Y si no acepto? ¿Y si me quedó
petrificada con cemento en los pies? ¿Tendré que ser valiente? ¿Otra vez?
Parece que voy perdiendo la batalla encarnizada para poder expulsarte
de mi cabeza, y mi voluntad se va desmoronando un poco cada día conforme pasen
los años y el amor se mantiene intacto, pese al odio y al sufrimiento
infringido cuando te vas, vuelves, luego te vas, y no regresas.
He intentado borrarte, es cierto, pero siempre hay algo recordándome las
marcas de fuego dejadas por tus besos en el recorrido de mi piel, cuando
descubriste senderos inexplorados por las manos, tentadas por la conquista de
lugares inhabitados. Hay veneno en mis labios para quien intente probarlos y
que no seas tú, hay alambres en mis ojos, paredes en mis oídos, ladrillos en
mis pies y nieve en mis pensamientos. Es la condena que cargo, por retar al
destino y salir perdiendo.
Cada vez que me alejo de ti, hay más de una forma de toparse con tus
ojos verdes escarlata.
Esta vez…Me abandono en mi afán y me entrego a lo que se viene… Beso
los azotes que he de sufrir.
ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER
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