Oler un perfume que descansa en el cuello
De una camisa
almidonada de momentos mejores,
Y presentir la razón
por la que quedó como sello,
Haciendo que alguna
clase de romance crezca con las flores.
Después de un tiempo, palpar las manos y la
piel entera,
Estremecerse hasta el
éxtasis con una fantasía,
Conocer de la vida con
perversidad certera
Que enloquece los
sentidos, dejando olvidada la agonía.
Deslumbrar los ojos con la desnudez primera,
Y quedar catatónicos
con la dulzura de la sangre en fulgor,
Aceptar el destino, la
luna, el invierno, la primavera,
Y sentir en el alma cuando
se mezcla sexo y amor.
Escuchar tremolando los
divinos alaridos,
El crujir de las
maderas, la fricción de la cama,
Continuar hipnotizados,
uno contra otro, gemido a gemido,
Cambiar las palabras
por el placer que se aclama.
Terminar la travesía
con besos demenciales,
Y sudor empedernido que
resbala por el rostro,
Descubriendo con los
labios caminos celestiales,
Y caer exhaustos uno al
lado del otro.
ESCRITO POR : FRANCISCA KITTSTEINER
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