Dos minutos a solas contigo. No necesito más.
Dos minutos donde no existan espacios entre los dos.
El tiempo congelado con el misticismo de tu voz cada que
pronuncias mi nombre, hechizándome lento e
invitándome a pecar. Hay deseos
bestiales bailando entre lo común del día. Sé
lo que piensas y sabes lo que causas: el fervor de la sangre revuelta en
la cacería instintiva desatada entre tú
y yo. ¿Quién será presa? ¿Quién será cazador? ...
Siempre ha sido así entre los dos, pese a la distancia, pese
a los años, pese a la inmovilidad. Tal vez, por eso te has mantenido tan lejos
de mí alcance.
Una vez que te tenga, no habrá vuelta atrás .
Tu voz carcome a mi cordura, me destruye desde dentro
invocando a la locura entre gemidos nunca entregados, entre un mar de
posibilidades y las lágrimas suplicantes por volverte a ver.
El tiempo se detuvo hace eones, la juventud, sin embargo, se
fugó en un abrir y cerrar de ojos y este sentimiento perpetuo de amarte, se
hace cada vez más fuerte.
Dos minutos a solas contigo, no necesito más para proponerte
el término de esta espiral de dolor y angustia. Tú, yo y una habitación cerrada
para retomar dónde fue que nos quedamos y darte el beso más largo de la
historia, tanto como el tiempo que llevo esperándote.
Dos minutos, un beso y el
descubrimiento del amor debajo de la piel, donde más se esconde la
lujuria, debajo y profundo en la piel, muy dentro que cuesta encontrarla a
primera vista, pero donde habita tu recuerdo cómodo y cálido.
Ya otro inverno se viene a sumar, otro año se desgasta más
rápido de lo habitual y existen días en que elijo olvidarte para llamarte en
las noches cuando la necesidad se hace inmensa y la cama vacía no ayuda a
amortiguar la soledad. Hay días en que te nombro hasta el cansancio. Hay veces,
en que pienso que dos segundos serian más que suficientes para contrarrestar
esta década dedicada a la contemplación de un fututo infértil donde no existes.
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