Se hacen insoportables los días en los que no estás aquí.
Duelen y pasan despacio. Destruyen y no vuelves.
Desaté lazos y reconstruí mi mundo desde las cenizas, elevé
una última oración por ti y cerré los ojos, esperando no volverte a ver, pero
los sueños se poblaron de posibilidades, sentí tu calor y me deshice, tan
rápido como efímero fue tu paso por este rumbo.
Tac, tac, tac, como paroxismos apareces deambulando entre
mis pensamientos, erizándome la piel para luego, hacerme llorar. Tac, tac, tac,
ahí viene de nuevo un susurro con tu voz cargada de insinuaciones que no supe
entender. Tac, tac, tac… y así se me ha ido la vida en la espera agotadora de
rogar por ti. Cada día, todos los días me consume la necesidad de verte, de
abrazarte y de hacerte el amor… si tan solo estuvieras aquí, pero Dios, se
aburrió de mí.
¿Hasta cuándo la tortura? ¿hasta cuándo te regocijarás en mi
agonía? ¿de qué sirve una venganza si no se puede observar? Me dejaste
desangrando a un lado del camino, mientras las aves rapaces rondaban en círculo
sobre mi cabeza. Ya pagué tu dolor con mi propio dolor y tu espera, con las
profundas arrugas en mi rostro.
Ya no sé qué más hacer.
La sucesión incesante de los años repitiéndose como si no
tuvieran otra opción, me desquicia y no vuelves, pero no te terminas de ir.
Siento a la Muerte respirándome en la nuca, ahora con más fuerza desde que el
apocalipsis se instauró en el mundo hace
dos veranos y poco más. Siento que es inevitable que tome su mano por descuido
en cualquier momento, pero le pido piedad, que espere, así como yo espero. No
puedo morir sin volver a verte. No puedo morir sin besarte al menos una vez.
ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER
No hay comentarios.:
Publicar un comentario