lunes, 23 de enero de 2017

AUTORRETRATO.






Esta soy yo.

Sin tapujos. Sin adornos.

Esta es mi esencia más pura. Una parte de veneno añejo revuelta con dos de almíbar, tres hielos y un toque de Bitter. Caos caminando en la tierra, con la piel dorara al sol, llena de cicatrices hechas por el dilo de las rocas y la promesa de regresar al mar.
Corazón de coral, gusto a sal  y merquén ahumado. Literalmente, un pez fuera del agua.

Esta soy yo. Sin tapujos.

Con un par de pechos robustos proclamando un nombre y el bajo instinto afinado para reconocerte entre la decencia, cuando las imágenes de fantasías carmines comiencen a aparecer: Tú, profanándome, trayendo de vuelta el placer ya casi extinto, al rasguñarme las junturas y desatar a los pecados, que arremetas siniestro, acorralándome en un rincón, sin escapatoria más que desfallecer en tu boca. Se hace insostenible la duda de saber si besarás tan bien como imagino, así como la necesidad de arrancarte la ropa de un zarpazo demorado una eternidad, siempre encubierta tras la coartada de una sonrisa tímida y nerviosa. Deseo anidándose desde el fondo del pensamiento, nacido cuando el sueño se hace febril y aparecen tus manos destruyéndome sutil las defensas.
Una batalla sangrienta por la dicotomía de la moralidad y el animal interior. Sed de sangre y hambre de ti, versus yo y mis conflictos mojigatos ¡Puta madre! ¡Una santurrona a las brasas!

La tormenta perfecta que nunca se sabe desde donde vendrá, con una sola comanda segura: Atacar donde más duele, si es que alguna vez, alguien osa tocar a mi gente.
No hay límites. No hay humanidad, compasión o caridad.
Un león no perdona a su presa.
Un lobo no abandona a su jauría.
Un tiburón percibe la sangre y se alimenta.
Una gota de agua puede torturar… Puedo de ser todas y de todas las peor.

Me gusta abandonarme al placer.
La casa a media luz, un día por la tarde. Solo lo necesario, quizás un par de velas. Música italiana sonando tenue desde lo profundo del silencio, dejar decantar un buen carrignan mientras se funden unos quesos y se asan los zucchinis. Servir el vino, acomodarse en el sillón mientras él desnuda mi pensamiento con sus cuentos viejos y cargados de naftalina, contándome de lo lejos que queda su pueblo y hace tanto que no vuelven los gitanos con sus artefactos, que en uno de sus viajes conoció a un doctor que se lamentaba en voz cuchicheada “¿Dónde estás que no estás? Y que hizo suya la frase para dejarla escrita a cincel en mi memoria. O simplemente, dedicarme a la contemplación del mar, a contar las estrellas y observar sus cambios en la noche. Es el hermoso el romance entre Orión y las sirenas.  ¡Hay tan poco tiempo para hacer todo!

Esta soy yo. Sin adornos.
Malgenio.
Perfeccionista.
Es-truc-tu-ra-da.
Controladora.
Organizada.
Molestosa.
Cabra chica o muy anciana.
De tacones rugientes para hacer sonar mis pasos en el cementos o quebrar la cordura de cualquiera cuando sea menester.
Desconfiada.
Solitaria, aunque siempre rodeada de gente.
Felina.
Bruja.
Asesina.
Noctámbula, por esta suerte de maldición que sufrimos los escritores… Los tormentos que corroen más que el óxido a los barrotes de una casa vieja… Y la conciencia que nunca se calla.
Un poco desquiciada, pero quién está cuerdo en estos días.
Impotente, cuando veo que medio país se quema y no puedo hacer más que entregar agua embotellada y curarles las heridas a los bomberos quemados.
Aguerrida, sobre todo cuando todavía retumba alguna duda… “Ya verán de lo que soy capaz”
Conversadora.
Soñadora.
Romántica empedernida (pese a que no me guste admitirlo).

Esta soy yo. La misma esencia, con más arrugas.

ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER


jueves, 19 de enero de 2017

POR EL MAL INCURRIDO






He llegado al punto donde ya no hay nada por hacer,
Tras recorrer el suspenso de caricias incurridas
Donde duele la hambruna perpetua del placer,
Y siguen sangrando todas mis heridas.

Hace calor y se desintegran mis sueños con el paso de un momento,
Y no corren ni vientos malos a estas alturas de mi vida,
Provocando que se desencadene el pago de mis pecados en tormento,
Y la ausencia silenciosa de palabras conocidas.

No es necesario que venga otro clavo para sacar el que ya tengo,
Sólo son forzosas un par de canciones absurdamente sufridas
Para amortiguar toda la pena que he estado sintiendo
Desde que comenzaron a morir las promesas incumplidas.

Me pregunto, entre distracciones baratas y vino tinto,
La duración de todas las derrotas transcurridas
Porque mi espíritu escaso de criterio terminó extinto
Por tomar como verdades un millón de mentiras.

Creo que es tiempo de dejar que lo que está escrito se concrete,
Para que otra historia pueda empezar a ser requerida,
En  la vorágine salvaje del olvido nunca prudente
Para dejarme tranquila entre fantasías dormida.

Carezco de coraje para cobrar lo que es mío por decreto.
Hay tantos besos, abrazos y un millardo de plegarias permitidas,
Que ya no tengo la cuenta de lo que se me adeuda en concreto,
Y no sé en qué minuto perdí el punto de partida.

Creo y no estoy segura, que todavía me queda una carta por jugar,
Pero debo ser valiente para invocar a las legiones prohibidas
Que atacaran por mí a Cupido y me dejaran conquistar
A aquellas aldeas pobladas de deseos y perversiones reprimidas.

He llorado cada noche de cada año ya pasado,
Porque hay sequía ingrata de tu compañía
Que tanta falta me hace para vivir lo tan ansiado:
Morir en tus brazos quedando libre de melancolía.

Asumo que es mi culpa lo que hasta aquí me ha tocado mirar,
Catástrofe, lujuria, amor, usurpación, dolor, ilusiones, odio,
Por hacer vista gorda al mal propiciado con objetivos de matar
Sin darme cuenta que terminó matando de mi amor, su custodio.


ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER


domingo, 15 de enero de 2017

EL CREDO







Creo en el amor todopoderoso
Creador de la tragedia y el romance
Creo en los amantes, sus hijos, nosotros
Que fuimos concebidos por Cupido, en su obra y por su gracia.
Nació de la necesidad de sentir un amor virginal,
Y padecer bajo la tristeza de no poder lograrlo,
Por ser idealizado, muerto y sepultado.
Descendemos al infierno de la espera,
Resucitamos de las cenizas, cual fénix extinto,
Y ascendemos a los cielos en un remolino de lujuria. 
Y volando al lado de las nubes aterciopeladas,
Desde aquí podemos mirar a los vivos que no aman
Y a los muertos que amaron sin fin.
Creo en el espíritu romántico de plena primavera,
En la santidad del primer beso tímido, pero tierno,
En la comunión de las manos que buscan senderos,
En el perdón de los errores cuando se está enamorado,
En la unión de la carne, más que carne, de los cuerpos,
Y en una vida juntos.

ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER


miércoles, 11 de enero de 2017

MAGIA VIEJA


Se apagó el sol y empezó todo.

Arreboles desplegándose en el horizonte tiñendo el cielo de rojo y naranjas profundo. Un murmullo de olas con ánimos de tranquilizarse al fin, se apoderó del silencio. ¡Tanta blancura secundaria al caos del día entero! ¡Espuma en las rocas! ¡Algas hidratándose tras desfallecer de calor! ¡Mis ojos enamorándose un poco más de este pedazo de tierra!

El mar desbordando energía y mi corazón vibra con sus bamboleos seductores… me hipnotiza. Ya ni siquiera siento el cansancio crónico que todo el año anunció su presencia poniendo peso en mis párpados. Ya no hubo razón para estar triste.

“Eres el único con el que puedo bajar mis defensas” Susurré al viento, mientras encendía un cigarro, para luego sorber un trago de té.

Un último alarido de gaviotas rumbo a sus nidos marcó la antesala de la aparición de la luna.

Entre Orión pasó una estrella fugaz…  ¡Tanta claridad desprendida del ébano más puro! ¡La magnificencia de Dios en pleno!

Se está llenando la luna, puede que traiga buenas noticias, quizás un poco de romance, si no es mucho pedir, o que los zancudos dejen tranquilas a mis piernas. Hace frío y no me importa.

Si estuvieras aquí y pudieras ver lo que mis ojos, te apuesto el alma a que nunca te irías.

La vanidosa luna se refleja en el agua, dejando un camino plateado mar adentro, donde las toninas cantan serenatas antes de hacer el amor.

Pasaron las sirenas agitando los brazos, invitándome a casa antes de que Poseidón notase mi ausencia. Ayer conversé con él. Pusimos las cuentas al día y estamos en paz, claro, después de advertirme de que dejara de robar los caracoles y los erizos.

-          Dame permiso para sacar dos erizos más – Le dije – Para preparar los tragos y seguir conversando.
-          Está bien – Respondió. – Pero los últimos dos.  – Asentí.
Si mañana, no hay mucho trabajo, quizás baje a meter  los pies a la laguna y me junte con las sirenas para contarnos secretos. 

Es la misma magia vieja que aprendí en  los años más inocentes, la que circunda la atmósfera. La misma que me enseño Doña Mercedes antes de volver a los confines del cielo.
“Cuando yo no esté hija, y sientas esto, te acordarás de mí y verás que la vida, por aterradora que parezca, es hermosa. Recuerda, quien no se arriesga, no cruza el río.” Todos los días la siento cerca… Cuidando y más de una vez, la ha visto caminando en la cocina. Se ve feliz.

Esto es magia vieja, que me enseñó mi vieja.


ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER  

martes, 10 de enero de 2017

LA PROMESA





Me había prometido renunciar a la ilusión de ti, luego de cambiar de año, como volver a empezar de cero, sin fantasmas, ni pendientes penando la existencia.
Perdí mucho tiempo creyendo que tal vez regresarías a mis brazos, porque me extrañabas. Gasté muchos sueños para volver a verte.
Era la única forma de aliviar el dolor...

Un día, a propósito de nada y tal como se había ido, tu nombre se levantó desde su tumba, al mismo instante, mi sonrisa desapareció, el semblante cambió y en el pecho, un pálpito agónico tocaba un Réquiem para dos...

Vacío en expansión se apoderó de mí, la noche consumió la casa y una pena negra se instaló a tomar el té.

Me hace mal pensar en ti.
Pensar en tus dedos desnudándome.

Vahos de nostalgia arremetieron con fuerza, cobrando las mías por dejarte entrar y me perdí. No hay escapatoria de esta miseria. Miseria que tú invocaste para los dos por cobarde, por no atreverte, por egoísta, por lejano, por traidor, por avaro. Miseria que se quedó conmigo jugando a las cartas mientras esperamos la puesta de sol y las cervezas se calientan en el correr de las horas.
Gusto a sal sentí de pronto refrescándome los labios. Un montón de lágrimas en desfile contaban que tu nombre hiere más de lo que es sano. Un recuerdo tuyo destruye todo a su paso. Y ni siquiera te puedo culpar...

Prometí no escribir de nuevo si algo tenía que ver contigo...

Debía dejar de llorar ¿Qué le iba a decir al mundo si me encontraban en un rincón con los ojos hinchados?

"Lloro por la angustia de un amor en desfase"

"Lloro por las esquirlas clavadas en mi piel, de sus ojos hermosos y oscuros"

"Lloro porque todavía lo echo en falta"

Nada era válido. No entenderían (ni yo entiendo, la verdad).

"Vengan -Dije -Tengo unos manteles a medio bordar. Tal vez sea tiempo de terminarlos." Se pararon y me siguieron.


Prometí hacer lo imposible por arrancarte.

Tanto luchar y en vano. Tanto esperar y ver la vida destilarse por los recodos. Tanto añorar y nada, no sucede nada. Tanto quererte pese a todo, y tú brillando por tu ausencia. Tanto amor y tanto daño ¿Por qué?


Cambió el año, cambió el peinado para que no me reconocieras al pasar, cambió el mundo, cambié yo, cambiaste tú...

- ¿Hace cuánto que Bordas esos manteles?
- Hace varios años. ¿Por qué?
- Se notan las lágrimas tiñendo los hilos. Unas son ébano puro, otras cargadas de rabia. Aquí hay decepción, una muy grande -Apuntó a un arbusto puesto en la mitad de la tela.- Pero estas... están aquí, luego acá, desaparecieron y hoy se marcó una...¿De qué son? ¡Se repiten!
- Son de amor.
- ¡Es por eso el color tan hermoso! ¡carmín!
- Sí, se bordan con sangre.
-Debes de amar mucho.
- No tienes idea.
-¿Otra partida de cartas? Te voy ganando.
-Siempre ganas, Miseria. Siempre ganas. ¿Qué apostamos ahora?
- Su regreso.
-Yo reparto.

Le gané.

Ahora espero en el andén.

ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER.

© Francisca Kittsteiner, 2008 - 2009.
- Franykityzado por Klaus, ©2009.