Irascible necesidad de querer arrancarte
la ropa,
Despojarme del mundo y sus conflictos para enraizarme en el tuyo,
Desprenderte despacio de todo salvo la
piel,
Agitado tus mareas hasta causar
torbellinos
Iracundos de tempestad lasciva y desquiciada.
Ingratitud de Dios por tenernos aquí,
Llamándote con el vaivén erótico de mis
caderas,
De a poco, serena, tranquila, sensual,
Y tú, quieto mordisqueando el límite de lo
sano
Y el deseo condensado en el bajo vientre.
Imagina mi voz gimiendo tu nombre,
Imagíname en cueros bailando solo para ti,
Imagíname torturándote con mis unas en tu
espalda,
Expandiendo mis fronteras en las tuyas de
noche,
E imagíname sudorosa descansando en tu
pecho ¿No te apetece?
A toda hora, en todo momento únicamente el
cuerpo,
Y la sangre en júbilo por la rebelión del
sexo,
Contra el mundo, en soledad, de día, de
noche,
No importa, tú y yo en mi cama,
Desordenándolo todo, sin rastro de
cabales.
Amalgámate en mis colores al rojo vivo,
Duérmete acomodado en mi boca,
Acorrálame contra la pared como si de algo
me inculparas
Y enséñame que la vida recién comienza
bajo el ombligo
Justo donde el pantalón se vuelve
estorboso y carcelero
Quítame la indumentaria con los ojos
fulgurosos,
De anhelos y maldad condensada, bohemia y
deseo.
Ven al abismo taciturno del ruedo de las
sábanas
Trasgredidas de decrepitud y cansancio
exacerbado
Y quedémonos para siempre prendidos por
las caderas.
Busca caminos nuevos dibujados en mi piel,
Ahoga mi respiración y exhórtame a morir
prematuramente,
Fatigada de tanto amor, de tanta locura
junta, pero junto a ti,
Liberando a los demonios danzantes que condenan mi esencia
Por desearte más que al cielo y su
expiación,
Añorándote tanto por tanto tiempo en las
garras de una cercanía lisonjera.
No quiero nada más que no sea tu costado
por lecho,
Tu respiración entrecortada por suspiros
divinos de resurrección,
El calor atosigante de tu piel en contacto
íntimo con la mía,
La desnudez pura fusionada con nosotros.
No quiero más que ser rehén tuya
perpetuamente. .
Quiero que abunde la oscuridad para
tenerte por mío,
Arrimado en mis brazos, temblando por el
miedo,
De que la verdad no sea sino un sueño
alocado con extensiones bizarras.
Mío y sólo mío, como siempre debió haber
sido,
En vez de gastar los años asechándonos
desde las sombras.
Mío y sólo mío, tus ojos azules, tu boca
satírica,
Tu espalda imponente y ese cuello
elegante, cáliz de mis desdichas,
Mío y sólo mío, a secas, a solas, los dos,
Sin tiempo, sin personas,
sin ropa, sin pudores infantiles,
Mío y sólo mío, rendido ante mis poderes.