martes, 29 de noviembre de 2016

A QUIÉN CORRESPONDA. CARTA N°1






Han pasado tantos años que me pregunto si no habrá sido un error el habernos separado. Se agotaron las coincidencias que nos hacían coincidir  y el universo se extrapoló en dos si de juntarnos se trata. ¿Por qué las noticias tuyas entraron en sequía?
Esta vez soy solo yo, sin boato ni opalescencia, sin todos los caminos pedregosos que antes debiste transitar para llegar hasta mí. Vuelve aunque sea para decirme “adiós”, pues es cruel dejarme en suspenso la vida.
Vuelve y agita los mares de racionalidad que me atan a esta cordura y con eso a la cobardía.  Lancémonos al vacío y si hemos de morir que sea de felicidad: uno al lado del otro, beso contra beso, mi todo por tu todo, mis noches por tus días y mis días con tal de verte regresar, porque un romance tan inmenso que escapó a nuestra juventud, como si fuese herencia de una vida previa, reapareció en esta, clavándose hondo en el medio de los dos y que en el momento mismo en que nos vimos, reconocimos un amor sin envejecer… Mi amor sigue sin envejecer…Por eso vuelve, porque ahora sé cómo reparar los holocaustos artificiales que inundaron tus ojos, por la sapiencia irascible de mi completa ignorancia, si de entender los mensajes ocultos que me enviabas entre poemas prestados se trataba.  Puedo ofrecerte un futuro nunca más incierto y recoger del pasado lo mejor que vivimos hasta llegar a hoy, para bailar una canción, sin errores, sin espera, sin más preámbulos que nosotros dos, hasta la doceava campanada de media noche, cuando los horizontes se vuelven alcanzables y las noches se alargan a voluntad. Puedo entregarte ríos circulares donde enmendar lo remediable y huracanes de lascivia  que se doblegan por ti.
Han pasado tantos años que el tiempo se dividió: cuando era fácil respirar y mis manos tenían un lugar al cual pertenecer y las noches se iban entre conversaciones irracionales sobre un futuro venidero. Y después, cuando aparecieron los miedos cargados de vaticinios de un final,  y mis manos comenzaron a pendular en el aire sin que las tuyas fueran al rescate. Cuando  la escarcha cubrió el mundo y dolió respirar. Cuando ese futuro que pareció tan distante como inexistente, llegó  sin ti.
Aquí las horas transcurren lentas desde que tu sombra desapareció tras doblar la calle trayendo todo el peso de tu ausencia por compañía ¿Piensas en mí? ¿Sigue habiendo luz en tu mirada? Entonces, por qué no has vuelto y me dejas demostrar mi devoción por ti. Vuelve de regreso a Penélope que todavía espera ver señales en el horizonte de su Odiseo, pensando que continúa recordando el camino de regreso a casa.  Aún estoy aquí, perpetua, esperándote en medio de la vida y ya sin fuerzas, porque nunca antes un corazón roto dolió tanto, por saberte a dos cuadras y un suspiro de distancia y sin embargo, sin poder avanzar un paso, paralizada de miedo al creer que el final de todo apareció anticipado y me quedaré amando sola. Si me conoces ¿Por qué no has vuelto? Entendí que no era el mundo lo que necesitaba, sino solo a ti, alejado del mundo y ahogado en mis brazos.
Para ti mi vida, por ti, mis rezos, a propósito de tu nombre, lo que me queda de fe, mi último suspiro por un latir tuyo,  mi mundo a cambio de la salvaguarda de tus brazos, alguna noticia tuya por lo que me resta de cabales y si decides volver, para siempre, prometo amarte.


ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER 





jueves, 24 de noviembre de 2016

PORQUE YO A USTED, LO QUIERO.



Si la suerte me acompaña, me dejará  ocupar todos los artificios posibles para sacarme de la cabeza los ojos fulgurosos del hombre que me quitó el juicio… 

Secretamente, anhelo un sueño con él esta noche. Es la única forma de mantenerlo presente, porque el universo, siempre tan pequeño para encontrar el olvido cuando se le exhorata de rodillas piedad, explotó en expansión para no volvernos a juntar, pese al imploro una posibilidad para redimir lo que tenga por redimir. 

Soñaré con él hasta que la fortuna me sonría y me lo traiga en carne y hueso y me lo ofrezca para saciar la sed incrementada por su ausencia,  aunque tenga que hacer caber esta cuidad en la cabeza de un alfiler para tenerlo cerca, alcance de mi vista, donde mis manos puedan tocarlo y  convertir su respiración en el oxigeno necesario para seguir viviendo. 

Condensar al mundo con tal de tenerlo tan cerca como solía estar en verdad…Recurrir a las fantasías es el último recurso que va quedando para preservar su memoria. 
No quiero soltarla aún. 
No quiero perderle del todo.
Quiero volver a ser Delilah seducida por Sansón.

Dios, si me escuchas, hazme soñar con él porque agonizo de esperanzas tan aferradas a la vida que extinguen la mía. Dios, si me eschuchas, cóbrame  penitencia por todos los males cometidos, multiplica el castigo y déjame pagar por el mundo la maldad imperante si con eso me permites verle antes de morir. Dios, si me escuchas haz que vuelva. 




ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER. 

domingo, 20 de noviembre de 2016

IMAGINÉ CONTIGO




Imaginé que todo era distinto a lo que de verdad es, que tú y yo aún existía fuera de los brazos cándidos del infierno en era glacial temprana, que nadie sabía lo que ocurría bajo el hecho de las miradas cruzadas al azar y que confiesan más cosas que el discurso que pretendo decir para salvar lo que nos queda por salvar, aunque con eso renuncie al orgullo del que me vanaglorio sin que nadie me asegure victorias o tratados de paz.
Imaginé que volvías a besarme, ésta vez de verdad y declarabas al susurro matutino que hace tiempo esperabas por mí y que tú eras aquel que me prometieron al nacer: Mi príncipe multicolores que ha recorrido un mundo buscando a la princesa oculta en melancolía plausible y añeja, mi caballero medieval que viene a rendirle honores a la reina que ha tomado por conquista los territorios indómitos de un corazón hecho trizas con el paso del los años, lo que yo necesito y quiero para ser plenamente feliz y en tus brazos dar mi último suspiro antes de partir a las infinidades del cielo.
Imaginé que la totalidad de las lágrimas vertidas habían valido la pena y que todavía quedaba una por llorar, cuando el universo se alineara y diera la venia para que a la hora exacta en que Dios decida cerrar los ojos, en tu vientre descanse el mío y que nuestros cuerpos duerman agotados hasta que el sol no aguante más los celos y nos golpee en la cara con sus rayos de oro.
Imaginé que no te había conocido, que ese día pasé por tu lado sin mirar y jamás llamaste mi atención, que nunca te quise, que me eras indistinto, uno más de tantos que caminan por la calle y mientras armaba el cuadro se borró la sonrisa perenne de mi rostro y el cielo se oscureció. Sentí dolor en el pecho y que la sangre se me escapaba de las venas. Te prefiero distante, frío, indiferente, a que no existas. Prefiero seguir sufriendo y llorando por las noches una y otra vez, de aquí al infinito, antes de que ser infiel al cariño masoquista que profeso por ti y por eso, moriré bajo el amparo tortuoso de esperanzas forjadas por el cansancio que me dejas cuando vienes a bailar tangos en mis sueños y no me dejas dormir. Prefiero renunciar a mi orgullo, pese a que es lo que más guardo, para que sepas que te extraño como nunca antes y que todo lo que he hecho, ha sido sin malicia de por medio, sino porque fue dictado por un corazón suplicante de perdón… ¿De qué me ha valido el orgullo, si te alejé de mí, por él?  (Sin embargo, hay veces en que prefiero mandarte al carajo y acabar con esto.)






Imaginé que cuando vistiera las galas de un vestido azul, bailaríamos hasta que las piernas no aguantasen ni el roce de una pluma, que tú me tomarías por la cintura como si tuvieras miedo de perderme o que la canción fuese a acabar de forma repentina y yo, armaría una fortaleza en el resguardo de tus hombros. Se terminará la fiesta, la música y nosotros seguiremos bailando hasta que se nos ocurriera otra cosa qué hacer.
Imaginé que había una segunda parte de la historia que quedaba por escribir, la que se tardaba un poco porque no conseguí un lápiz y un papel donde plasmarla, mientas se creaban nuevos personajes llegando amenazantes de destruirnos las fantasías por dar luces de ofrecer algo mejor a lo que nosotros podemos entregarnos. Eran tentadores y más de alguna vez caíamos en las garras de lo prohibido y es sensual, aunque ya pasado el tiempo, habiendo cedido los dos, nos volveríamos a ver y sería incontenible correr a los brazos del otro para entregar los besos que debimos darnos desde un principio y que quedaron en suspenso…No debimos habernos separado nunca.
Imaginé que todo lo que había imaginado, antes de que a mayo se le escapara la vida, lo estaría viviendo y sería mi derecho sagrado despertarte con un beso en la frente, cuando el sol decidiera atacar nuevamente.



ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER

martes, 15 de noviembre de 2016

SEXO




Fue la consumación merecida de lo único que nos restaba por hacer y  el motivo perfecto para dejarse caer en las redes carceleras de la oscuridad, siempre cómplice de lo prohibido, siempre presente en los afanes silenciados por la decencia y los apartados  de la incertidumbre, pero eso combinado con la exasperación que se crea tras una noche de bohemia, cantidades industriales de alcohol, las ganas incontenibles de probar bocado de lo que no se conoce, genera el caos y el caos llama a aventurarse, a  ser valiente y apostar todo con tal de entrar en el juego.

Era el nacimiento de la tormenta perfecta, la prueba final para ponerle broche de oro a tantos años de coqueteos fugaces condenados a la muerte prematura por temor al escrutinio de lo correcto y lo que no.


Era menester acabar de una vez y para siempre con las incógnitas alimentadas por los tapujos de la decencia y el tic tac del reloj avisando la fuga de la vida sin vivirla, asi que  al estar solos, ya no habían ataduras apareciendo la liberación de los instintos hibernales bajo la aprobación cómplice del fulgor de la estrellas.

Un giro exquisito entre la agonía y el renacimiento. 

Fue la muerte, la resurrección y el pecado condensados en uno, amalgamados con los besos que desfilaban cuello abajo siguiendo la huella de las gotas de sudor en caída libre hacia el vacío de piel ajena, que terminó fundiéndose de a poco con la geografía de mi cuerpo tembloroso y como nunca antes, asustado.

Y si de algo estoy segura, fue del cambio drástico en la historia. Ya no hay vuelta atrás, porque en unos brazos conocí el pecado y el pecado resultó ser la divinidad misma aunque esto me condene todavía más por blasfema.

Pudo ser la consumación perfecta si tus ojos no se hubieran aparecido en mi cabeza censurándome la absolución del albedrío. 
Debiste haber estado conmigo esa noche, observando inquisidor el siguiente paso que daría  o si era capaz de lanzarme al vacío sin mirar. Debieron haber sido tus manos las que desnudaron sin piedad mi castidad, quizás el deseo sería diferente, quizás las noches tendrían sabor a ti, quizás nada habría cambado por tu perpetua, aunque disfrazada caballerosidad conmigo. 

Había visto la perversión en tu mirada más de una vez y no sé si tú viste la mía. 

Debieron ser tus besos los que despertaran reacciones exquisitas donde fuera que decidieran reposar. ¿¡ Por qué nunca me robaste un beso, pero si te atreviste a robarme el corazón, despiadado!? ¡Ni un puto beso!  Y ahora tienes el descaro de culparme por todo, por tu indecisión, tu cobardía, tu seguridad absoluta frente a mis afanes. ¡Ni un puto beso y te atreves a escudriñarme!

Odio recordar todo esto en estas fechas, porque siento una carga todavía más pesada en los hombros al saber de tu existencia tan alejada de la mía por morir en envidia de lo que no pudiste tener. Siempre contigo y nunca para ti. ¡Maldito!  No sé cómo terminé poniéndote en esto…Otra vez. Maldito de nuevo. 


ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER 

lunes, 14 de noviembre de 2016

YO, TE LIBERO.




Ya es tiempo de dejarte en libertad. Ha pasado mucho como para seguir aferrándome a ti de esta forma. Habló el destino y no dijo nada sobre el disfrute de un  par de caricias y besos perdidos en la espera, terminando por mutilar las esperanzas que nadie nos dio.

La fantasía se acabó por mi culpa, por no cumplir mi palabra y así, violar la parte del trato, donde  se resguardaban tus orgullos obligándome a mantenerme lejos  y sin ganar la batalla que me llevaría a ti. No fui capaz. No hay pacto entre los dos ¿Por qué habría mantener la palabra empeñada en el fervor de una discusión? 

Se desvanecieron los paisajes pintados en mi cabeza cuando Morfeo se enfermaba trayendo fatiga, dejándo al descubierto muerte por todos lados sin verte salir salir de entre la caterva con la bandera de conquista.  Quizás yaces entre los cadáveres de abrazos que no pudieron nacer y yo desaparezco entre la polución tal como si no existiera.

Maldigo las circunstancias que me plantaron frente a ti esa mañana antes de que el reloj marcara las 8 y te maldigo por estar parado en medio de un  patio como si debieras vigilarlo todo. Te maldigo por dejar en este corazón tu marca con fuego de reducción incandescente, imborrable a menos que, encuentre la forma de perder la memoria y sacar los inverosímiles recuerdos, tan pocos y tan cortos contigo en medio, sin saber siquiera si dejé algo mío en ti o fui solamente la presa que te faltaba. Desearía que no me hubieses hablado ni ahí, ni nunca.

Me arrepiento de todo lo hecho, mi cielo. Me arrepiento de lo que no, porque en veces como esta, daría lo poseso y lo que me falta por poder correr a tus brazos y no salir jamás.
Tengo frío y estás lejos. 
Tengo sueño y no estás conmigo para darme un beso de buenas noches. 
Tengo ganas de que te quedes, como si mi vida dependiera de eso, pero te desvaneces porque mi voluntad es débil y te expulso con los demonios sumisos a mis pedidos por tanto tiempo viviendo aquí mismo, escuchando la misma cantaleta y lamentaciones, los credos repetidos en la basílica de las convicciónes más intrínsecas de mis sustentos, para que, y de una vez, un buen día, tu nombre sea cenizas disueltas en el agua, un espejismo barato en un oasis febril y no el tormeto en el que te convertí. Nada sirve. 

Hace tiempo pedí al cielo una excusa para olvidar a quien ya no quería recordar y llegaste con esa sonrisa y una mano tierna, y ahora pido amnistía para olvidarte.
Un clavo no saca a otro clavo ¿No? ¿Qué pasa cuando ya no quedan más? ¿Se pasa la eternidad con una herida punzante en el pecho? ¿Moriré pensando en ti y en mis arrepentimientos? ¿Fuiste mi último clavo?

No hay descanso mientras continúe pendiente de tus pasos aunque hayan pasado tantos años y comience a olvidar su cadencia, empero, no incumbe, permanezco alerta por si existe la posibilidad, el azar bondadoso, el destino inquisitivo, el actuar de Dios en persona, o las tentaciones paridas por el Diablo, lo que sea que pueda traerte de vuelta a la historia que abandonaste, dejándome sola de pie, sin luces, en los suspensos de una página a medio escribir porque ya no hubo más razones para hacerlo y porque la fatiga comenzaba con sus estragos en la piel. Sola, de pie, sin luces.

Te libero porque duele el destino desplegado con tus detalles de por medio. Te libero porque es lo único que no he probado. Te libero por si las moscas. Te libero como purga de un pasado que insiste en presentarse cada amanecer escupíendome en la cara cada vez que aplasté tu corazón en el cemento, inconsciente de las repercursiones. Te libero, para ver si así, tú me liberas. 


Por eso amor mío, porque todo se volvió tormento, incluso respirar en la obnubilación, agonizando de dolor y cansancio entre millones de millones de porqué, quizás, tal vez, por favor, te lo ruego, vuelve, Dios escúchame, te lo suplico, regresa a mí, tengo frío, falta algo, sueños poblados de ti, te amo nunca dichos, te quiero, besos no entregados, caricias extintas, arrepentimientos, tu propio dolor, las pérdidas, el colegio, las noches sin caminatas y los años sin ti, yo…Te libero.

ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER.

miércoles, 9 de noviembre de 2016

CÓMO LLEGO AL METRO





-          ¿Cómo llego al metro? – Pregunté.

-          Suba tres cuadras, doble a la derecha, camine ocho más, devuélvase cuatro en la rotonda, calcule la masa del cuerpo en movimiento, despreciando el roce y elévelo al cuadrado de su estrés, descuéntele el delta del cansancio, corra nueve kilómetros, haga una vuelta de carnero, baile una cueca si quiere, sáquele la lengua al loquito de San Martín, lea tres veces el credo, tres ave maría, un parapapiricoipi, flote, que la caterva desesperada, lo guíe, cante el himno nacional, pero al revés y si se pierde, devuélvase, eso si, hablando jerigonza… 

ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER 

miércoles, 2 de noviembre de 2016

LA INVOCACIÓN




Había salido a caminar después de salir del trabajo y la noche estaba particularmente propicia para engendrar melancolía. Los vientos que destruyeron techumbres ahora eran remansos suspirosos meciéndome el cabello y tras tanta lluvia se abrió el cielo limpio, brillante en exuberancia sobre todo al reflejarse en el bamboleo de las aguas. El frío era un detalle. Con las manos en los bolsillos y el abrigo abotonado era invencible ante la inclemencia.
Cinco luces aparecieron bordando el horizonte como si alumbrasen el punto donde se cae al vacío. Eran los buques zarpando de nuevo.
No me gusta la tranquilidad del mar. Sigiloso, asechando, recogiéndose en sus adentros. No es fecha para mareas como esta.
Regresé a casa por inercia, ya era muy tarde para andar vagando sola y después del temporal, los alumbrados dejaron de funcionar bien. Están las mismas cinco luces estacionadas en el mismo lugar, pero dos se acercaron hasta fundirse en una. “Nosotros” Pensé.
Puedo recitar de memoria el número exacto de filos que tienen las rocas y en cuáles se esconden las sirenas. Hay veces en que en la laguna de en frente, una que otra queda atrapada, muere y se convierte en espuma incólume.
-          ¡Levántate de una vez! – Le grité al aire un poco más allá de la histeria. De verdad no me gusta su parsimonia.
Prendí un cigarro como todos los días en la noche, se había vuelto un hábito aunque variante según los ánimos. El humo se escapaba en el momento en que dejaba mi boca, estaba y ya no, no daba tiempo para ver el fututo en los arabescos bailarines en la nada.
Nunca había visto el cielo tan reverberante y nadie creería que la noche anterior de estaba desbarrancando el mundo por la rivera de los miedos. Tanto ruido. Tanto caos. Tanta oscuridad.
Me quedé un par de horas ahí quieta, ajena al pasar de los minutos, embelesada en pensamientos absurdos sobre futuros inventados y tan improbables como la asunción en vida (no hay que perder la fe), mientras que  en un descuido, me secuestraron la cordura al ver caminar entre las rocas un recuerdo añejo parecido al que me rompió el corazón, abriéndose paso entre las arremetidas incontables del mar en la concavidades de los roqueros.
Caminaba directo a mí, mirando fijo con sus ojos cargados de sulfuro al expeler el rencor acumulado por tantos años buscando venganza. Aún no entiendo porqué nunca habló.
Imponente, perversamente hermoso e inmune a la senectud, se acercaba peligroso, haciendo que un escalofrío delicioso y tenebroso se arremolinara en mi espalda. Era la misma sensación que tuve la última vez que nos encontramos en una casualidad.
La figura de pasos firmes hacía retumbar su avance en la tierra, aplastando lo que encontrara bajo sus pies, seguramente también quiera aplastar mi cuello para satisfacer sus ganas de cobrar con dolor su dolor, pero no, porque de ser así, llegaría despacio y en paz, desatando pudores y ansiedades inconclusas, despampanante como un príncipe encantador de sonrisa enceguecedora, curador de las heridas perpetuas y las cicatrices deformadas por las mañas del tiempo y cuando haya reconstruido la historia , desgarraría mis carnes, abriéndome las suturas para devastarme  por completo. Sí, haría eso, por lo menos yo lo haría.  Una muerte agónica y postergada en un suspenso. Las cosas se pagan en esta vida.  Yo ya pagué mi deuda con él al exponerme  en el estado más vulnerable cuando, entre risas, se confiesan pesares para que luego, le tirara a los perros lo que dejó de mí: Un cuerpo descorazonado, lleno de llagas y reservado para sus manos… Manos sin conocer.
Casi lo siento respirándome en el cuello, insinuando el cumplimiento de la consumación echada en falta, me cuenta entre besos que no alcanzan a tocarme la piel,  acerca de la necesidad de desnudez desafiando  a los cabales, aunque regocijando al instinto por apaciguarse profundo en el placer.
Si con sólo tomarme de la mano, paralizaba mi respiración, no imagino lo que hubiera hecho al aventurarse al misterio de un cuerpo sin experiencia…
“Ven – Me dice malicioso. – Ven. Esta es la fuga en réquiem para los amantes. Ven.”
Bajé las escaleras de la terraza hipnotizada por los candiles escarlata que alumbraban la incertidumbre, mientras me quitaba la indumentaria conforme me acercaba a él. El frío continuaba siendo un detalle.
El agua empezaba a lamerme los pies cuando los fogones enormes y el danzar de las brujas en la arena, me trajeron de regreso a la realidad.  Ese magnetismo incontrolable de lanzarme al mar me agarró desprevenida y en dos segundos las olas reventaban arriba de mi cabeza. Libertad al fin…
Ya no pisaba el fondo. Eso nunca fue un problema, entre más hondo mejor.
Desde la orilla escuchaba un murmullo tenue como un zumbido de abeja “Debe ser mi imaginación.” Pensé. Seguí otro poco más adentro. Estaba tan cerca de alcanzar las luces detenidas en el horizonte. El murmullo continuaba, pero no tenía voluntad de prestarle atención. “Al carajo con el ruido” Volví a pensar y no sé si fue en voz alta.
Debutaron las marejadas en la escena ¡Ah pero qué tanto! Hay que saber leer sus cambios para estar a salvo.  Se intensificaba el murmullo, pero porqué si estaba yéndome más cerca de la perdición que de la familiaridad de una vida a medio vivir. Pasaron las sirenas jugando con las algas flotantes, agitando los brazos en el aire, llamándome para conversar. Trenzaron mi pelo con las algas y me regalaron una corona de coral rosa. “Acompáñanos hija de Poseidón, la tregua es cumplida. Alégrate.”  Cerré los ojos, agradecida por el término de la guerra invisible entre las fuerzas comandadas por el destino quisquilloso. “Cierra los ojos – Me dijeron. – nosotras te llevamos a casa. Ya anduviste demasiado.”
El murmullo no se oía, las olas se apaciguaron y la noche se hizo cálida. En alta mar aparece la calma. No lo iba a saber yo. Dormí.

Calor de fuego me despertó. Estaba tirada en cueros al lado de los fogones, ya las brujas se habían marchado y de las sirenas ni rastros. Regresaron los ojos escarlata vigilantes desde la negrura de los despeñaderos.
-          Mírame. Despierta. – Estaba a sólo unos pasos.  – Mírame.
-          ¿Qué quieres? – Pregunté todavía estando acostada en la arena. - ¿Por qué no te has ido?
-          ¿No me oíste llamando?
-          Nunca llamaste. Era un recuerdo hablando antes de morir. ¿Qué quieres? – Ya estaba de pie, con la piel dorándose a las brazas.
-          Quiero volver el tiempo circular. Regresar a las profundidades. Pagar la deuda.
-          Está hecho.
-          Vuelve a casa. Libertad por libertad.
-          Ya no nos volveremos a ver, estás consiente ¿Verdad?
-          Aún no entiendo qué es lo que tiene él que te retiene aquí.
-          Lo mismo que a ti no te dejaba regresar al mar: Una deuda. Hasta la próxima vida, viejo amigo.
-          Hasta el siguiente amanecer. – Sus ojos sulfurosos se extinguieron como el fuego muerto por el rocío. Ya no lo vi.
Se acabó. Hubo silencio en el mundo y en mi cabeza enmudecieron los demonios. Tenía que emprender marcha porque estaba próxima la venida del amanecer, quedando oscuridad por liberarse todavía y era la última oportunidad del destino de doblegarme.  ¿Por qué siempre es más oscuro antes del albor?

El agua dejó de serme familiar, como si la sal me resquebrajara la piel, me dio miedo la marejada y de un momento a otro, los cánticos de las sirenas se apagaron al fundirse con la amnesia del exilio. Sentí el cansancio en las piernas camuflado con el hormigueo de un millón de agujas clavándose en cada paso. No sé en qué momento me metí en la cama.

Al siguiente día se confundieron los límites de lo pasado con un sueño sobresaltado y preferí dejarlo como una quimera malparida antes de regresar a la locura al buscarle un porqué a lo absurdo. Era más sano.
Café, avena, diario con las noticias, audífonos puestos, abrigo y maquillaje. Se cerró la puerta y en la calle estaban prendidas las luces del alumbrado.
Siete cuadras caminadas y ninguna vez me tentó el horizonte para mirarlo. El Kráken había hablado con él, le contó de nuestros saldos cumplidos, de que por celoso me siguió a tierra cortándome las aletas y yo por despecho le arranqué las branquias, así ninguno podría pisar terreno conocido hasta habernos perdonado. Ni él debió amarme, ni yo seguirle la corriente, porque en una de mis huidas con las sirenas, conocí a la perdición que me hizo enraizarme en la lejanía: El hombre de ojos oscuros.
Nueve cuadras. Él en frente y yo mirando  la magnificencia de esos ojos ébano  profundo. Él sonríe y entiendo que valió la pena la renuncia.

Su plan resultó, su invocación resultó y después de tantos intentos fallidos por encontrarme en esta encrucijada, yo había respondido a su llamado. Era hora de hablar de negocios, exigirle la devolución de mi corazón y ponerle precio a su alma.


ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER  

YO TE ESPERO



Arriba a mis sueños, yo te espero. 

Disipa la bruma levantada en las mañanas cuando el mar llora la pérdida del cielo y  muéstrame la gracia de tus ojos magníficos al despertar. 

Cántame despacio, pero al oído para que se acurruquen mis anhelos junto a tus ganas, contándome entre suspiros los pesares en tu pecho por tanto tiempo ajeno al mío. No desesperes, pues todo pronto cobrará sentido. Te lo prometo. 

Ven y llena el espacio vacío en mis brazos suspensivos, expulsando al entumecimiento a las lejanías olvidadas de la mano de Dios. 
En un comienzo las disestecias con sus cosquillas, entretienen y hasta son placenteras, pero de golpe, aparece la laceración dolorosa de miles de agujas clavando las profundidades de la piel repleta de ausencias...Ausencias...
Ausencia es lo que hay en esas miradas azarosas que me lanzas de vez en cuando, sin percatarme de tu presencia al alcance (¡Blasfemia! Siempre sé cuando estás, pese a no verte.)  Me duele tu nombre y pronunciarlo sólo para recordar su retumbancia, como obligándome a no olvidar. 


Arriba a mis sueños, yo te espero. 


Llévate la oscuridad oculta a plena vista cuando el sol muere una vez más y pon en cambio, luz al sonreírme, para siempre en las mañanas y en las noches para espantarme los demonios voluntariosos en rondar por esta casa, a sabiendas que no son bienvenidos. Sonríeme para aprender a vivir.

Abrázame cuando tengas miedo. Abrázame cuando seas valiente. Abrázame al extrañarme y cuando ya no quieras verme. No dejes de abrazarme, ni siquiera cuando te lo pido. Permite enraizarme contigo, formar cimientos bajo tu amparo albergando ilusiones menesterosas de confesión, suplicantes de conocer lo que me pasa cada que te veo.  

Déjame ser vulnerable. 
Ya no quiero comandar al mundo, sino permanecer acurrucada en tus labios,  hasta adormecerme después de safisfacer la cuota de besos del día. Ese será mi nuevo mundo por conquistar.
 Ya no quiero ser fuerte. Cuesta mucho serlo (aparentarlo) y llevo demasiado tiempo en lo mismo. Siempre a  la defensiva por si algo decidiera cambiar, por si decidieras volver y yo haya bajado los brazos... Tal vez, no tienes intenciones de saber de estos huesos roídos de libertadad y yo como imbécil, creyendo que cualquier día regresarás a mí ...  

Ya no quiero ser estoica y  déjame descansar en el lugar más mezquino de las probabilidades: En algún recodo de tu corazón.

Arriba a mis sueños, yo te espero. 


ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER 
© Francisca Kittsteiner, 2008 - 2009.
- Franykityzado por Klaus, ©2009.