miércoles, 28 de marzo de 2018

DE CUANDO YA NO ESTUVISTE





¿Desperté o estaré soñando? Siento el silencio seduciendo a mi alma y las cosquillas recorren mi cuerpo, mientras los arreboles se plasman en mi piel dejándola de cobriza a rojo intenso.

Pienso en ti... Inevitablemente, siempre pienso en ti. Hay un dejo a  tu aroma a lo lejos ¿Estás o te fuiste? No lo sé. No quiero saberlo tampoco… De pronto, un recuerdo garrido me abraza y no me deja dudar. Te quedas un momento en un bamboleo del tiempo, como si 10 años se redujeran a solo un instante, uno que pasó cuando terminaba de pensar esta frase... Quédate. Ven. Yo te escondo. 
Aparece el viento celoso, arrastrando tu perfume y sus recuerdos a la mierda y así, de pronto, te vas. 
Te vuelvo a ver desapareciendo entre las tinieblas de la noche que se hace firme... Cuánto de eso... cuántos días sin noches, cuántas noches apoderándose del mundo: Desierto y mar. Hambre y banquete. Tú y yo. Lo innegable y lo imposible.  

Miro de nuevo al cielo y es una noche parecida a la anterior, con niebla a ras del empedrado y silencio fúnebre. Quietud por todos lados, menos aquí, en esta habitación donde me paseo de lado a lado tratando de calmar la inquietud provocada por recordar tu recuerdo, torturándome por la ausencia. Quietud por todos lados…y tú no apareces. 

Puede ser que por benevolencia o por amnistía, alguien escuche mis suplicas y te traiga de nuevo a mí.

ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER  


















martes, 27 de marzo de 2018

BITÁCORA DEL CAPITÁN, DÍA 2




Se aproxima la aniquilación de los días... Oleadas incesantes de insomnio dispuestas a destruir tanto como puedan... Un vacío en expansión desde la creación misma comienza a  proclamarse entre lo que que ahora me quita el aliento  y yo... No importa cuántos años lleve a cuestas. No importa lo que haya aprendido antes de hoy. No importa que las heridas aún duelan al recordar, si con tal de todo, la promesa de un beso se puede ver a contra luz. 

Tengo los ojos nublados con cataratas. Soy ciega, sorda y muda al caminar. De corazón,ni las angustias quedan, pero de las cenizas restantes, se levantan resplandores de un nuevo albor. Amanecer con gusto a  ¿él?

Nada es certero desde hace un tiempo atrás. Ni la continua sucesión de días con sus noches y sus desvelos. 
Las heridas dejaron de doler de pronto, como si su nombre fuera un vaho santo, que sana las cicatrices deformes de tanto amor a medio morir.  Un presagio soplando desde el horizonte hasta mis velas, sus ojos mirándome fijo, enviando mensajes encriptados en cada pestañeo para que nadie sepa de ocurrido en lo cotidiano. Los secretos continúan secretos, cuanto más a la superficie se guardan. A nadie se le ocurre buscar a simple vista. Es demasiado obvio. 

La electricidad nacida de la tormenta, la luz incandescente de un rayo lanzado a las aguas, condena en su belleza. Siento la misma energía recorriéndome el cuerpo: Un peligro latente, un deseo en fervor, destrucción y caos... Sus manos en mi piel.

Es el instinto arremolinándose de a poco...
Son sus ojos, el despavile del hielo del cual, soy prisionera.
Es el tiempo detenido en la idea de volverlo a ver...
El ansia de quitarle la indumentaria....



ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER. 

lunes, 26 de marzo de 2018

BITÁCORA DEL CAPITÁN, DÍA 1






Bitácora del Capitán, día 1:
Ansias… las ansias consumen peor que los pecados inconfesos. Se confunden con la angustia despertada desde el vacío dejado por un fantasma carroñero de juventud y prometedor de primaveras en fulgor: el amor.

Ansias como sinónimo de deseos impuros en su máximo esplendor, quitándome el descanso para convertirlo en despilfarre de horas plagadas de una fantasía tan real que casi logro tocarla con la punta de mis dedos, pero tan tenue como mi voluntad por estos días.
Ansias llamadas a combate tras ver el amanecer de una posibilidad tiznada de errores y tiempo bailando vals, separándonos en polos opuestos del mundo.

Sonrisa seductora que me arrebató la cordura.

La resurrección de esa sonrisa ponzoñosa cuando pensé se había convertido en un recuerdo sin recordar, perdido por los recodos de la memoria y ahogado en varias copas de alcohol después de haber proclamado por mi propia voz, desconocer a su dueño cuando el futuro llegara. Aquí está de nuevo, dirigiéndose directo a mis ojos, invocando a mis instintos a saciar su naturaleza.

Ansias de esa sonrisa por las mañanas y justo antes de dormir.

Navego por aguas surcadas mil veces y siento que esta vez la marea es distinta, los vientos son cálidos con olor a manzanas acarameladas y una esencia familiar, aunque indistinguible del beso salino de brisa en mi cara, se proclama por estribor como el ancla que detendrá mi huida de aquí. Las corrientes son tranquilas, particularmente tranquilas con un arrullo cargado de un gemido pospuesto, pero suyo, por mí.
Todo es tan igual… todo es tan distinto.

ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER

jueves, 8 de marzo de 2018

QUÉDATE





Entra, la puerta está abierta
¿Un café? ¡Verdad, no te gusta!
¿Conversar? Sí, de algo que me asusta,
Pero en un rato más, si no te molesta.

¿Por qué lloro? Por tan fiero recuerdo
¿Triste? No, es la melancolía en el pecho,
Sin embargo, es la sapiencia de un hecho
Lo que me hace llorar el llanto que pierdo.

¿Si estoy bien? Sí, como siempre en estas fechas.
¿Por qué quería verte? Porque quería.
Ya no me basta mi conciencia y suplico amnistía
Cuando escuches mis palabras maltrechas.

¿Qué empiece a hablar? Eso trato, pero cuesta.
¿Qué sabes lo que pasó? Ni te imaginas,
Mejor anda y abre las cortinas
Porque la oscuridad comienza a ponerse molesta.

Hay algo mal entre nosotros y no nos dimos cuenta
No, no es que nos hicimos viejos y ya crecimos,
Es que los años transcurrieron, eso atormenta,
Y nunca pasó el futuro que predijimos.

Tú en tu camino, recorriéndolo solo en tu rumbo,
Yo en mi mundo de enfermos por doquier,
Un sinfín de excusas arremolinadas danto tumbos,
Un montón de recuerdos desahuciados sin querer.

Ven, siéntate y dime que ya no hay cariño guardado,
Empolvándose sin miramientos mientras se agotan los segundos.
Mírame a los ojos y repíteme despiadado,
Que la muerte consume romances fecundos.

Quédate, no me importa el lapso desperdiciado,
No me quita el sueño saber quién rellenó mi ausencia,
Solo quédate y cura este corazón lisiado,
Y rearma mi felicidad con tu presencia.


ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER 

EL CUERPO TIENE MEMORIA





El cuerpo tiene memoria. Recuerda la sensación del viento salino escociendo las junturas cuando el atardecer está pronto a nacer, o el dolor de una herida al contacto con las vendas y el agua, los detrimentos de la piel al regenerarse sin tener conciencia… Un dedo deslizándose tentador por la espalda cuando no se sospecha…

El cuerpo tiene memoria. Recuerda el escalofrío que causa la mirada profunda de un asechador a la espera de atacar al bajar la guardia, el pánico de ya no sentirla y de pronto, reconocerlo, sin dudar, al pasar entre la caterva al salir tarde a caminar sin rumbo. Se sabe quién la causa, es inconfundible como una marca tácita desprovista de firma clara, pero irrepetible.

El mío no ha olvidado las quimeras desatadas desde el otro extremo del salón con cada pestañeo de esos ojos oscuros, peligrosamente oscuros similares a las nubes que acarrean tempestad sobre los trigales.

El mío extraña un beso en el cuello dejado en un descuido entre el ajetreo de lo cotidiano, la electricidad descargada de los labios tiernos repletos de perversión sin tener deseos de profanar a  la inocencia. Hay anhelo desparramándose por doquier y nada que traiga algún recuerdo desde el panteón donde ya ni cenizas quedan de la historia.

El mío siente una respiración haciéndose sutil al profundizarse en el letargo. Siento unas manos adueñándose del espacio congelado y placer suspendido en el tiempo, garfios enganchándose de mí cuando el sueño es exaltado por un vestigio de voz familiar llamando desde lejos a las vulnerabilidades del orgullo. Te siento decir mi nombre cuando el cólera ataca al verte desprovisto del futuro. Me pasa lo mismo. También llamas mi nombre con amor por estos días, lo sé.  Es una vibración inquietante, bailarina en el pecho, que aparece los viernes en la noche, cercana a las 10, nostalgia amalgamada con melancolía y una copa de bordeaux. El cuerpo reconoce a su dueño, aunque el dueño ya no esté.


ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER.  

DROGAS DE ADICCIÓN





Una vida detenida en un segundo,
Un antes y un después de todo,
Una taza de té enfriándose lento,
El vacío insostenible de la noche por venir.

Las ganas de avanzar y salir del camino,
Antes de la colisión inminente con el fin,
Sin poder mover los pies, cargados de concreto,
La última exhalación antes de morir.

La angustia de la ausencia en el correr del día,
La desesperación de andar buscando lo que no está,
Pensamientos esquizoides debutando uno por uno,
Mientras tiritan las manos sin piedad.

Olvido. Olvido de dormir y respirar,
La fatiga predisponente ante un albor,
Caricias fantasmas levantadas de un sueño,
Sabor a soledad colándose sutil.

Anestesia en un corazón terminal,
Expiación para los condenados de esta tierra,
Tus aflicciones desnudándome las mentiras:
La libertad conocida al besarte por primera vez.


ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER

PODRÁN HACER DE MÍ




Podrán quitarme el descanso. Sí podrán.
Podrán hacer de mis inseguridades su mejor defensa y yo caeré.
Podrán amenazarme el futuro y volverlo negro y pedregoso.
Podrán hacer que ya no quiera vivir.
Pero nunca, el sueño.
Nunca la entereza.
Nunca la ilusión del porvenir.
Nunca la esencia misma.

Podrán quitarme las fuerzas y hacer del cansancio el vestido de diario.
Podrán alejarme del mundo en completa aislación.
Podrán ponerme un yugo y atarme las manos.
Podrán hacer que los días no cuenten más.
Pero nunca, la convicción.
Nunca mi familia.
Nunca la capacidad.
Nunca la experiencia.

Podrán hacer de mí, lo que quieran.
Podrán humillarme hasta el llanto.
Podrán convertir el universo en un presidio.
Podrán quebrarme las piernas.
Pero nunca, podrán conmigo. 
Nunca privarme de la revancha.
Nunca coartar mi albedrio.
Nunca me dejarán sin levantarme.

Podrán quitarme la comodidad y llenarme de espinas el reposo.
Podrán hacer que el agua no calme la sed.
Podrán arrebatarme el aire y hacer la respiración dificultosa.
Podrán despojarme de todo.
Pero nunca, quitarme la autonomía.
Nunca sacar al mar de mi ser.
Nunca robarme el suspiro.
Nunca, nunca las palabras que escribo.


ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER

© Francisca Kittsteiner, 2008 - 2009.
- Franykityzado por Klaus, ©2009.