martes, 29 de enero de 2019

LA SED





"Tengo hambre - Pensé mientras me servía una copa de vino. - Hace tiempo no sentía el requerimiento. Ya no recuerdo la última vez que comí."

 Hay costumbres imposibles de dejar atrás, aunque se trate de olvidar las raíces, la herencia, la familia... la sangre. Salí.

 Pretendía negar el instinto adormeciéndolo con placebos ilusorios como las continúas copas de vino al caer la tarde cuando asomaba el menester de alimentarme, aunque últimamente hay algo en la oscuridad, un hipnótico displicente tentando a mis fuerzas a flaquear con mayor facilidad, como si tuviera que... las divagaciones son sencillas cuando hay tiempo de sobra.

 La noche se presentaba tranquila, sin viento y el mar en calma, pese a que durante la tarde libraba una batalla campal contra las costas. El cielo abierto, sin rastro de nubes amenazando con frío y los grillos entonando una canción melancólica entre los pastizales, era el preambulo necesario para satisfacer el apetito.


 Mi sed se acrecentaba con cada paso.

 No fue difícil encontrar lo que buscaba, solo me bastó caminar un par de kilómetros por la arena, donde las luces desaparecen para dejar cabida a las almas en pena. Nunca es buena idea salir de noche. No se sabe lo que se puede encontrar.

 - Hola - dije, mientras exhalaba una bocanada de humo.

- Hola - Contestó.

 - ¿Qué haces aquí tan tarde?

 - Vine a caminar un rato.

- ¿ Tus pensamientos no te dejan dormir? - Pregunté con la vista en el horizonte. Ya lo tenía.

 - ¿ A ti tampoco te dejan dormir? - Río. Solo necesitaba que me mirara. - ¿Ves esa luz allá a lo lejos? - Dijo apuntando a las aguas - Es un buque hechando redes.

 - ¿ Ah si? - Volví a expeler humo. - ¿Cómo sabes?

 - Soy marino. Reconozco a lo lejos a los navíos y este, es un industrial. ¿ Tú qué haces? - me miró.

 - Yo cazo. - Boté el cigarro y lo besé.

 Era un hombre joven, con el alma ensombrecida por el dolor aunque reverberante de vida golpeando fuerte con cada palpitar, con los ojos grices y cansados, trémulos al mismo tiempo por la inocencia vestigial marcada a fuego en el correr de los años.

 Respondió a mi beso, tanto como el aliento le aguantó.

Me tomó de la cintura aprisionándome entre sus brazos, como un náufrago a una tabla flotante, quizas presintió la mala idea de haber salido a caminar solo.

 - Desnúdate - Dije con la voz encendida y los ojos enrojecidos. - Ahora, me perteneces. - Rió. Hay que dejarlos creer un poco en los milagros cuando se pide tanto de un desconocido.


 Comenzó a quitarse el abrigo para luego desprenderme de un zarpazo el vestido color coral guardián de mi intimidad. Siguió con cada prenda que traía encima, atolondrado por la exasperación de la carne en fulgor. Tomó mi mano dirigiéndome hacia los resguardos de las dunas, pero me negué.

 - Aquí, donde rompen las olas.

 - ¿ Y el frío? El agua está helada. - Respondió.

 - Ya no más. - Lo besé otra vez.

 Era la última oportunidad ofrecida para marcharse: el cambio de la temperatura del mar. Si eso no le advertía nada, ya nada más podría hacer. Se quedó.

 Siguió besándome, recostado junto a mí mientras las aguas nos lamían la piel cuando una mano aventurera comenzó a recorrerme hasta llegar a su objetivo de mi entrepierna dispuesta al afán de sus dedos. Separó mis muslos al tiempo que sorbía la lujuria enamanada de mis pechos. Hice a las olas retroceder. Lo quería disfrutar en pleno, sin interrupciones ni testigos de más. Gemidos de placer empezaban a rellenar el aire cuando su boca se aproximaba peligrosa al punto de hacerme perder la cordura. Apareció su erección provocadora intentando adentrarse en los límites de este mundo con el otro.

 - Es tiempo. - Le dije y me dispuse sobre él.

 Lo sentí vehemente adueñándose de cada espacio en mi interior, embistiendo con lascivia y sujetándome de los gluteos para que no fuera a escapar.

 Gimió él tambien al enterrarle las uñas en sus brazos bien formados que me tenían de rehen.

- Eres hermosa.

 -Cállate y sigue. - No estaba ahí por la conversación, eso era claro.

 Aceleró el ritmo y la intensidad para hacer que mi cuerpo se expandiera hasta el infinito, explotara en mil pedazos y volviera a unirse antes de finalizar el orgasmo. Un calor sensual apareció donde nos uníamos. Supe que él tambien había acabado.

 Exhaustos nos quedamos prendidos por el sexo un par de minutos.

 - Asciendan. - Ordené y la marea nos arrastró mar adentro. La sed era inaguantable.

 De mi piel brotaron escamas y se afilaron mis dientes.

 - ¿ Cómo te llamas? - me gusta saber sus nombres.

 - Dame el nombre que quieras - me besó. - Total, ya no necesitaré uno... hermosa sirena. - acaricié su rostro con dulzura antes de devorar el resto de vida que le quedaba.

 - No, ya no necesitarás uno. - Dije después de soltar su cuerpo inerte a las profundidades. - Ahí tienes otro juguete.

 Nadé hasta unos roqueros cercanos para bañarme de luz de luna por un rato, mientras tanto esperaba se secaran las escamas. Es más seguro estar en los filos de las rocas que en la suavidad de la arena. Son menos traicioneros.

 Recojí mi vestido y me puse encima el abrigo de aquel hombre, porque ya el frío había aparecido en escena. Encendí otro cigarro antes de retomar camino a casa, ya satisfecha y creyendo que con él y su juventud sería suficiente por un largo tiempo. Este es el precio de mi naturaleza.

 A lo lejos, muy escondido entre los dunales: Otro... ¿Dos almas en una misma noche? Era algo que no podía dejar pasar.
 - Hola - Dije.

 - Hola - Contestó.

 - ¿ Qué haces aquí tan tarde?

 - Vine a calmar mi sed... Sirena.

 Supe entonces, que la moneda estaba en el aire.


 ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER  

martes, 22 de enero de 2019

ECLIPSE




Se oscureció la luna de pronto, los mares comenzaron a ascender revueltos por el caos de no tener a quién seguir. Hubo silencio en el mundo por dos segundos para ser aniquilado luego, por las voces de los demonios liberados en la rivera de la playa. Hacian mariguanzas con las ilusiones de aquellos que por azares del destino, justo esa noche decidieron salir a buscar rumbo entre la bruma. Yo era una de ellos.

 Hubo confusión en mi cabeza todo el día. No sabía qué elección tomar: si seguir insistiendo en un amor forzado o arriesgarme a que pasara el tiempo desperdiciado en soledad. Entonces, salí. Necesitaba conversar con el mar, contarle que me había enamorado entre octubre y diciembre, pero que ya al amanecer enero entendí, era solo compañía y nunca amor, decirle que la vida se presentaba con pasos firmes delante, sin yo tener un plan de respaldo y que cada día la caligrafía ha empeorado, al borde de ni yo misma entender lo que escribo.
 Salí provista de cigarros y una cerveza casi congelada a caminar sin destino cuando apareció.
 Una imagen conocida venia de frente, idéntico a la última vez que lo vi, con su torpeza elegante y la sonrisa cautivadora. "Esta es la respuesta a lo que necesitaba" - Pensé, sin considerar las probabilidades de encontrarlo vagando sin rumbo en una playa deshabitada a la 1:30 de la madrugada del lunes. Si cuando se trata del corazón, la inteligencia se me va a la mierda.

 Me pareció caminar por horas sin lograr disminuir la distancia entre ambos, pero convencida de si apuraba el paso, lo alcanzaría en algún momento.
Comencé a gritar a todo pulmón un nombre que creía olvidado. Sílaba por sílaba la herida se iba abriendo para supurar dolor mezclado con miasma. Mi alma lloraba su nombre así como su ausencia la mayoría del tiempo, mientras yo confundía las lágrimas con la condensación de la niebla sobre el rostro.
 Me detuve. Comprendí, embriagada en desesperación que nunca más podriamos estar de nuevo juntos y todo por mi culpa.
Dejé caer la botella a la arena para seguir camino mar adentro.
La corriente me arrastró profundo, tanto que la cuidad se había convertido en un punto de luz cintilante y aún no sabía qué decisión tomar: si dejarme sucumbir ante el poder del mar o pelear por mi vida, aunque realmente no me importaba; por primera vez en años estaba en paz, sin necesidad de obligarme a la mayoría de todo.
Si moría en ese instante, sería una muerte feliz.

 La luna recordó que todavía le quedaba noche por brillar y apareció sutil, pero fulgurosa, después de haberse perdido entre los coqueteos del sol. En menos de 30 mintutos, estaba ahí: más hermosa que nunca, con más luz que nunca, iluminando la oscuridad reinante y calmando a los mares con solo sonreír.

-  "¿Qué estoy haciendo?"- pensé. - LLévenme de vuelta a la orilla- Ordené a las olas, mientras sentía su amor envolverme con dulzura. - Creo que soy la primera sirena que no sabe enamorar y termina sufriendo...

- Eres la primera sin intenciones de matar, por eso terminas sufriendo. - Reconocí una voz familiar detrás. - Te advertí te alejaras de la tierra y te fuiste a perder a los dominios de los Hombres de las Nieves. Alguien como tú, no puede desaparecer tanto, si tu corazón es de sal y espuma.

 - No es por él por quién sufro, papá. El Hombre de las Nieves, me amó como ningún otro. Es por uno que dejó de hacerlo, uno que conocí tiempo después de marcharme lejos, cuando aún era jóven y aprendía la diferencia entre ser mujer y sirena y un poco de ambas; jugué con él, lo hice sufrir, ahora me arrepiento. No sé porqué después de tanto tiempo vuelve a rondar en mi cabeza, si hace años no pensaba en él. Duele más que nunca la herida, papá.

 - Eso es por el eclipse Sirena, a todos nos perturba ¿No te acuerdas te conté que cuando esto ocurre, es mejor estar fuera del alcance de la luz de la luna, muy perdida en las profundidades o tras miles de murallas? Los demonios aprovechan la oscuridad del mundo para salir a cobrar vidas inocentes. Tú no moriste porque te adentraste al mar. Tú no moriste porque eres hija de Poseidón y por sobre todo, tú no moriste porque alguien en la tierra debe estar esperándote. Así que vete. - Me dio un beso en la frente . - Llévenla a tierra. - ordenó a unos lobos marinos y desapareció bajo la espuma.

 Llegué a casa tras despedirme de las olas, eran pasadas las 4 de la madrugada cuando sonó el celular.

 - ¿Aló? - Se congeló mi respiración.

 - ¿ Dónde estás? - Lo interrumpí.

 - En Pichilemu, cerca de donde solías vivir. No sé qué pasó, pero he luchado toda la noche contra la necesidad de llamarte y perdí.

 - Ven, yo te estaba esperando.

 - ¿Estás segura? - preguntó más emocionado que cobarde.

 - Ven, ya te demoraste mucho.

 - Llevo una botella de vino como ofrenda.

 - Tráeme tu corazón y estamos a mano. -Dije, riendo.

 - Mi corazón, siempre lo haz tenido tú.

 - Entonces ven, y haz de mí, lo que quieras.


 ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER.

miércoles, 2 de enero de 2019

EL ALMA ROTA





Tengo rota el alma y esta vez no sé por dónde comenzar el remiendo…
Aún escucho destrozarse de a poco mi vida y no tengo con quién hablar, porque tú, que siempre estabas ahí cuando el corazón dolía, eres quién ahora, procura mis lágrimas.

Ya no sentiré tu abrigo. Ya no podré ser pequeña otra vez. Ya no te tengo conmigo.

Tengo rota el alma. Sangra en silencio el amor en mis manos. Muere de a poco la felicidad recelosa y todavía necesito tu abrazo, que vengas a rescatarme de mis pensamientos y digas que es mentira, una broma de año nuevo si se quiere ¡Dime que todo va a estar bien! ¡Defiéndete, maldita sea! ¡Defiéndenos! No me dejes caer.
Se suponía que tú me protegerías para siempre, entonces porqué causas tanto dolor a la niña de tus ojos ¿Por qué dejas que se consuman mis fuerzas? Ni siquiera te despediste. Hoy no sé dónde estás.
Tengo el alma rota, por tu culpa, papá.


ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER 
© Francisca Kittsteiner, 2008 - 2009.
- Franykityzado por Klaus, ©2009.