Ya perdí mucho tiempo amor mío, esperando por tu regreso. Los ojos se me llenaron de niebla, impidiéndome
ver la verdad, hasta ayer: nunca volverías.
Vivía colgada del pensamiento mágico de creer, que
solo por desearlo lo suficiente, por rogar en cada noche y por invocarte entre
orgasmos, tú vendrías corriendo a mí. Han
pasado tantos años, que dentro de poco se hará una década dedicada a la contemplación
de un sueño tan imposible como las
ansias de echar el tiempo atrás. Tantos años y ni una noticia tuya. Silencio y
angustia, en eso se convirtió tu nombre, en desborde de emociones y una cama
vacía.
Entrego a la suerte los planes de una vida junto a ti,
renuncio a los hijos imaginados en conversaciones infantiles cargadas de
ilusión por un futuro que no se presentó, me despido con lágrimas en los ojos
de cualquier cosa que resucite algún recuerdo tuyo.
Así como te amo, me duele.
Las noches desde ahora, de seguro serán más largas; ya no
tendré con quién conversar en la inconsciencia, no te contaré lo que hice
durante el día ni lo mucho que te extraño en cada segundo. Habrá frío y
tormentas, hambre y desesperación. Hoy agonizaré hasta desangrarme casi por
completo, dejándome solo lo necesario para ver un nuevo amanecer, donde ya no
estarás y ya no esperaré por ti. Le entrego mi carne, sangre y sueño a quien me
cumpla el anhelo de erradicarte de este corazón, insistente en aferrarse como
un cáncer a ti.
El mundo se desajustó después del debut de San Juan entre
aguacero y truenos, o quizá, es la
cercanía de fechas tan críticas como el cambio de folio, las que me sumen
inexorablemente a un vacío profundo como el arrepentimiento de nunca haberte
besado. Desde entonces, mi corazón vive en la latencia de la espera, congelado
en el tiempo, en mi reino de inmensa soledad. Me pierdo entre la locura de la
necedad de no poder admitir que te perdí.
Ya no, nunca más volveré a rellenar espacios en blanco con recuerdos difusos donde fui feliz contigo. No cambiaré la historia para
confortarme. No regresaré nunca a ese lugar en el medio de la ciudad, a 14
pisos de altura, con una única ventana y una planta suicida, en donde nos consolabamos el miedo acarreado de lanzarse a lo desconocido, sin otra opción, que no fuera sobrevivir. Nunca más volveré
al día en que el cansancio pudo más, y me dormí en tu cama hasta que la luna se impuso alta en el firmamento. Nunca más te veré llegar por el pasillo, cuando entre ajetreos
cotidianos, olvidé cocinar, pese a que lo habíamos conversado 2 horas antes.
Nunca más mis manos te buscaran.
Ya perdí mucho tiempo amor mío. La carrera sigue avanzando,
los planes se van cumpliendo según la proyección y no estás conmigo. Tanto
tengo y no te tengo.
Me siento más cómoda en la intemperie que encerrada en
cuatro paredes. Busco el ardor causado por el frío, porque me confirma
mi propia existencia. Hay momentos
cuando pierdo el sentido de realidad y tu voz lo inunda todo, desesperándome
por el deseo de encontrarte rondando cerca, pero no, es una trampa puesta por
los demonios cobradores de esperanzas. Se me desdibuja entonces, la felicidad.
Moriré de abandono.
Hoy será el último día dedicado a ti, mi hermoso Samson.
ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER.