jueves, 18 de noviembre de 2021

BITÁCORA DEL CAPITÁN, DÍA 4



Bitácora del Capitán, día 4:

Se suponía que, con los vientos y la marea a favor, mañana, un jueves del sexto mes del año 2017 de nuestro Señor, llegaría a puerto, atracaría este barco con los nudos más firmes que jamás hice y me abriría paso dentro de una selva indómita en el nuevo mundo. La tripulación venía preparada para eso: un viaje de seis días desde casa hasta aquí, una misión de colonizar por tiempo indefinido hasta que llegaran órdenes superiores y ser felices, listos para morir con tal de cumplir los planes.
No contábamos con la presencia del Neurocirujano.

El pirata Map y su destructor surcando la misma ruta que nosotros.

Ayer interceptó nuestro barco imponiendo batalla para el viernes en alta mar.

Cuando era más joven lo conocí por azar del destino… destino que me llevó a sus redes.
Le temía. Rumores de su modus operandi iban de puerto en puerto alimentándose del entusiasmo de los habitantes de tierras viejas, pronto mías, hasta que un mal día, lo tenía en frente.  Todo lo que sabía de él, resultaba ser mentira: educado, de buenas maneras, amable, pero nunca miraba a los ojos.
Con los años aprendí que un hombre que oculta la mirada oculta algo perverso. Así fue.

El pirata Map convence a las masas con esta fachada de ser una persona de bien, gana su confianza, hasta convertirse en amigo de quienes después destroza desde un solo zarpazo en la cabeza, dejando sesos esparcidos por las costas. Por eso, lo llaman el Neurocirujano.
Pocos lo conocimos y sobrevivimos.

Todo lo que sabía de él, resultaba ser una mentira: era peor.

Ahora cuento con la ventaja de conocerlo.
De no haber estado segura de que el viernes ganaríamos la batalla, hubiera dejado que en el primer momento en que sacó la bandera negra, nos hubiera asesinado.

Convencí la noche entra a la tripulación de que se trataban de cuento es, el mito que desplegó su nombre en las bahías: no tienen por qué saber que enfrentamos al Diablo mismo.  El miedo es un arma poderosa y Map lo ocupa a la perfección. Un hombre con miedo es un hombre muerto y con esta tripulación debemos sobrevivir una semana más… después que avancemos por la selva oculta, podemos morir. Antes no es una opción.

Mandé un mensaje al nuevo mundo advirtiendo del retraso, culpando a problemas mecánicos del barco y que llegaríamos una semana más tarde, sin falta, el último jueves del sexto mes del año 2017 de nuestro Señor, todos a salvo, con el cargamento de vinos intacto y comidas exquisitas, dignas del Rey.

Casi podía sentir la sombra de los helechos sobre mi cuerpo y la frescura de la respiración de la selva convirtiéndose en mi propia respiración. ¡Estábamos tan cerca por la cresta!
Espero que esta no sea la última página que escribo en esta vida.




ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER 

LÍNEAS EN BLANCO

 


Mi mano inmóvil sobre líneas en blanco, y el tormento coqueteándome a lo lejos… tanta cercanía y un desperdicio de tantos días sin verte. ¿nosotros? ¡NOSOTROS! Nunca lo fuimos y, aun así, al cerrar los ojos, cada noche, imagino a tus manos cobijándome. ¿Escuchas eso? Es el sonido de mi vida agotándose, yéndose en pesadumbre por entre las olas de un mar de lágrimas. Tanto te amo que es difícil respirar... tanto te extraño que la vida misma me es indiferente. Tanto tengo y nada me sirve.

Otra primavera sin tus besos…

Otra noche sin tu cuerpo cosechando deseo.

Las flores… el cansancio, la fatiga…

La búsqueda incesante de tu nombre en todos lados.

¿Cuándo la ambivalencia usurpará desidia inservible, odiosa, de nuestros destinos?

¿Cuándo un año, un día?

Cuándo un año, un día…

Sin querer volví a deletrear tu nombre y seguramente nunca lo sabrás… nunca entenderás… nunca volverás.

Caos, desesperación y angustia. Aniquilación, holocausto y desastre… en cada noche, en cada sueño y nunca, nunca, ni por si acaso, una coincidencia. El mundo, a veces, es muy grande.

Sangre escapa por mi boca. El corazón olvidó cómo palpitar y mis pulmones se rehúsan a extraer oxígeno, la gravedad rompe mis huesos y año tras año: ausencia.

Me acordé de ti, y perdí mi vida.

Yo me enamoré de ti y te espero.

Te espero, aunque hayas desaparecido. 

 

 

ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER

viernes, 10 de septiembre de 2021

EL ADIÓS

 


Los años pasaron inconsecuentes a lo pensado en un inicio, quizás los mismos cimientos estaban mal hechos; era como construir entonces, sobre pilares de arena y despacio, se fueron formando grietas dolorosas de ausencia y lejanía. De pronto, ya no contaba días, sino décadas. Ya no contaba lágrimas, sino océanos.

El tiempo era cruel, regalándome olvido durante periodos largos, para después traerlo de golpe cuando más feliz estaba y así, mantenerme sumida en la espera de una coincidencia que nunca llegaba, expandiendo al mundo a un universo tan grande que volvía imposible volver a vernos.

Fui gastando mi juventud en la añoranza paupérrima de pensar que tal vez, al doblar la esquina estaría esperándome como antes solía hacer, de creer que la voluntad de desaparecer era menos fuerte que la de regresar a la escasa felicidad compartida. Más de alguna noche, me dormí entre súplicas cargadas de desesperanza por parar el dolor. Más de alguna noche, soñé con él, desvaneciéndome a la mínima expresión que un corazón podría ser capaz de soportar. De repente, redescubría el amor y la lujuria en el amparo de sus brazos, y amanecía llorando al no poder seguir por la eternidad habitando en un sueño. Respirar dolía. Vivir dolía.

 

Se fueron extinguiendo peligrosos los veinte, mientras los treinta bamboleaban una mano al final del pasillo, para burlarse de mí por permanecer atada a un amor nacido en los quince.  Tomé conciencia recién del tránsito fugaz de media vida marcada por él.

 

Ya no recuerdo su voz, pero el sentimiento que me causaba esconderme en su abrazo, sigue latente, como si lo hubiera hecho esta mañana, y me quedo estacionada en el suspenso dilatado de aferrarme a su calidez y ser feliz, hasta que por supuesto, caigo en cuenta, de que, al llegar a casa, no habrá nadie.

 

Siempre hubo un vínculo malicioso uniéndonos desde la primera mirada; nos conocíamos tan bien, hasta el punto de adivinarnos los pensamientos. Era cosa diaria, tan profunda y sin necesidad de verle los ojos para conocer el porqué de cada pálpito de su corazón. Venía en sueños a besarme la frente cuando tenía miedo o su voz vagaba vehemente en mi cabeza cuando la angustia azotaba. “Delilah, no llores” …

En secreto anhelaba camuflarme en sus rincones y amalgamar mi deseo con el suyo. En secreto, lo amé hasta la locura y siento, sin embargo, que ese amor, no ha muerto del todo. En secreto, diseñé una vida a su lado que se desdibujó en la espera taciturna del “momento ideal”. Tarde entendí que, por esperar, se me fue la juventud y con ella, su figura a lo lejos. Hice todo lo planeado, sin permitirme la licencia de cometer algún error; salirse de la línea, no era opción, debía ser todo perfecto, a los tiempos precisos para invocar a una puta casualidad, a un cruce forzoso de caminos, insistir tanto que aquel que controla el destino, se aburriera y nos dejara de una vez, descubrirnos. De nada sirvió.

 

 

 

Le pedí al viento un último favor “llévale mi mensaje esta vez” y una brisa cargada de pétalos rosados acarició mi pelo “dile que la espera se acaba dentro de dos semanas. Si no aparece en ese tiempo, que no lo haga en esta reencarnación ni en las próximas cien.”

 

ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER

 

 

 

 

viernes, 18 de junio de 2021

CADÁVERES DE MARIPOSA





El amor había desaparecido, así como el remordimiento por entregarlo de ofrenda a los caprichos del mar. Volví a estar en calma, con los pensamientos atiborrados de ansiedad desprendida desde el aburrimiento... una cabeza ociosa, es peligrosa.


Pasaron los meses y la vida recobró el sentido gris de un destino solitario, frío glaciar en mi piel debutando nuevamente y el instinto adormilado por el invierno en el horizonte.


Respirar seguía siendo un riesgo, andar con la cara descubierta, igual. Las muertes eran cosa cotidiana y ya no causaban miedo. Ahora respirar era tan angustiante como el no hacerlo.


Los sueños se poblaron de conversaciones añejas, había un dejo de nostalgia asociada a un nombre, quizá familiar, quizá intermitente, quizá maldito desde el principio de los tiempos. Quizás…


Soy cambiante. Mi propia esencia es agua. Agua tranquila en la superficie y turbulenta donde ya la luz no es capaz de entrar. Hay demonios bailando en lo profundo, sedados por el ajetreo de un corazón carente, escondido bajo 10 centímetros de hormigón armado.

En el silencio reina la locura... en mi reino no hay ruido...

 

La ambivalencia eterna entre conocer las posibilidades de un futuro tenebroso y aun así querer lanzarse a los brazos de la desgracia, es un peso que cargo, y es por la misma ambivalencia de un alma vieja paseando en una era dispar. El masoquismo cala hondo cuando los siglos pasan sin sentido, por el mero afán de anhelar querer sentir algo, aunque sea dolor… ¡AUNQUE SEA DOLOR!  Dolor fue lo que trajo el tránsito iracundo de un amor inconcluso.

 

La costumbre patológica del saboteo anticipatorio me dejó donde estoy ahora. Meses habían pasado en la posición estática de ser espectador de una historia que debí protagonizar; en la inocencia de la juventud pacté con el mar a cambio de amor “Te entregaré 100 almas, por unos cuantos años en la tierra. Te traeré 100 almas, como pago por la mía” … cómo librarse.

 

El último romance entregado como ofrenda, dejó cicatriz en donde no puedo sanar. Desde entonces, vivo en piloto automático, con un gusto amargo en la boca por condenar a la felicidad a morir a manos de lo que más quiero. El mar es vengativo. Yo lo abandoné, entonces a mi pago será el abandono.

 

Ya el sueño había caducado muchas noches antes del desquicio completo, no existía energía de reserva a la que pudiera echar mano, mientras que  el ardor crónico de la piel, se volvía insostenible. Delirum tremens. Angina pectoris. 

En dos segundos tenía en frente la carretera, el sol encegueciéndome cuando se ocultaba tras los cerros y cayó la noche poco antes de llegar. Un perfume dulce fue lo que me recibió al abrir la puerta y el llanto no tuvo torniquete. Ese perfume que hasta hace poco que se quedaba impregnado en mi piel después de hacer el amor, el que me traía calma cuando los tormentos decidían despertar, el que ya no estaría nunca más, fue el gatillante.

Caminé descalza por el filo de las rocas sin importarme el daño, ni la sangre, ni que ya comenzaban a brotarme las escamas. Grité.

 

-     - ¿Hasta cuándo? ¿¡HASTA CUÁNDO!? ¿por qué no deja de doler? ¿por qué, si yo te mantuve sereno a costa de mi propio suplicio, me torturas así? – un reventar estrepitoso de una ola silenció mi llanto. - ¡Dios, contéstame!... una señal… es todo lo que pido… una señal…

Las lágrimas de las sirenas, son capaces de dar vida.

Una lagrima tocó el agua. Cinco minutos después vi a un hombre nadar hasta la costa, lo reconocí de inmediato y estiré mis brazos para adorarlo todo lo que no pude. Me miró, sonrió y se fue. Tomó la mano de otra mujer que esperaba en un estacionamiento un par de kilómetros más al sur.

 

Por primera vez sentí miedo… de un porvenir sola, de una cama perpetuamente vacía, de volver a tener una mano oscilante en el viento sin respuesta.

Cómo fue que me convertí en esto, en un despojo de emociones y sentimientos incomprensibles, cuándo fue que mi corazón cambió de dueño. Habían pasado casi 10 años. Las sirenas no aman ¿Por qué yo sí?

El cielo comenzaba a aclararse con la promesa del amanecer entrando raudo por el este. Nunca estuve tan desnuda como en ese amanecer… los miedos debutaron en mis pensamientos durante horas ¿Quién era? ¿Dónde me perdí? ¿Por qué el provenir levantaba inseguridades?

 

De frente al horizonte, con los pies en sangre y las escamas ya secas, respiré hondo, abrí los brazos y dije “Yo soy el mar. Yo soy la inmensidad. Yo soy hija de Poseidón”.

Las olas se embravecieron, el viento rugió y el hombre que había salido del mar se hizo espuma en aquel estacionamiento dos kilómetros al sur.

 

Regresé a esa casa que inició la caída del castillo de naipes y de pronto, no hubo rastro de nada, solo cadáveres de mariposas, cerca de las ventanas, como queriendo escapar antes de morir de hambre, sed y frío.  Esa era la señal… a mí nadie me puede aprisionar.

  

 

 

 

 ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER 

 

 

 

 

 

 

 


jueves, 11 de marzo de 2021

AMPARO

Hoy me dueles. Me duele Tu ausencia persistente en el vacío en mis brazos, en la grieta del corazón. 
Hoy te extraño. Desperté atrapada en un día  donde no estás y donde ya no estarás, haga lo que haga. 
El silencio me ahoga, me sofoca, me destruye desde adentro, y ya no tengo fuerzas. 
Me enloquece tu olor en mi ropa, buscarte y no verte. ¿Dónde estarás? ¿Serás feliz? 
Ya no quiero abrir la puerta al llegar, porque sé  que apenas ponga un pie dentro, seré absorbida por la miseria. Hoy me dueles. 
Mi alma enferma se desintegra despacio con el correr incesante de las horas sin encontrar Amparo. Ya no tengo Amparo. Ya no está mi Amparo.

ESCRITO POR FRANCISCA KITTSTEINER.  


Hoy, a un año de tu muerte. 

miércoles, 3 de febrero de 2021

LA CONDENA

 

Los miedos de pronto, no existieron, así como llegaron, un día desaparecieron. Hubo paz donde el caos reinaba y los muertos dejaron de aparecer por las noches. El silencio fue conquistado por suspiros agotados y ahora mis pensamientos eran poblados por ti, joven indeciso. Fui feliz, escasa, pero profundamente feliz. Un amor intenso apareció en el horizonte y tras dos segundos se apoderó de mi corazón ya casi extinto; crecí, volé y amé en menos de lo que dura un día. Así como llegó, se fue. Lo sentí desvanecerse entre mis manos, mientras se esfumaba un gemido acallado entre los murmullos de las olas. Era la primera vez que le presentaba a alguien. Le conté mil veces del dolor que conlleva anhelar y nunca tener y entre suplicas le ofrecí mi alma a cambio de amor: el mar contestó y yo se lo llevé. Fue ahí el error. Las aguas son celosas, exigen atención total.

 

-         - Tráenos su vida, Sirena. – Fue lo que dijeron. – es su vida o la tuya, princesa del mar.

Un par de copas de vino. La sed, acrecentándose con cada minuto y el palpitar ardoroso de la piel derritiéndose por querer lanzarse al mar. Duele el exilio. Se sufre a cada instante, pero en la tierra descubrí el amor y lo vale. Otro par de copas de vino y las estrellas resplandeciendo sobre mi cabeza con la promesa latente del eclipse acercándose. He aquí otro secreto: bajo todo el océano y oculta tras mil paredes de acero, cada que la luna juega con el sol, hay que esconderse. Nada bueno pasa entonces. Es cuando los demonios salen a molestar y el mundo pierde su destino.

Dos copas más y me dejé atrapar por unas redes. Me acorraló en un lugar oscuro y sin piedad.

Me desnudó el cuerpo, el alma y el pensamiento. Un ejército de besos debutó de pronto y así, de la nada, la sed se empezó a calmar. Me convertí en bruma para apoderarme de su piel. Empapada en sudor, extasiada y delirante.

Todo lo que soy, se lo entregué. Todo lo que tengo, se lo ofrecí. Le permití adentrarse en mis recodos. Le permití aferrarse a mi espalda antes de naufragar. Asfixié sus gritos y reclamé mi nombre pronunciado por su voz quejumbrosa. El sexo transmutó en devoción: muerte, resurrección y pecado.

Agoté sus fuerzas, al tiempo que se esfumaban mis ganas. Dejé marcas perennes en su piel: si quería mi cuerpo, yo usurparía su razón.

Entre cuatro paredes, recobré la vida que abandoné por azar, la juventud puesta en pausa por la inocencia de querer cambiar al mundo por buena voluntad.

De sus gemidos, resurgió mi espíritu y recordé que todas las sirenas saben seducir, solo que de vez en cuando, uno lo olvida a conciencia… entre orgasmos comprendí, que ahora pertenecía más a la tierra que al mar.

Ola tras ola, los cimientos de la casa tambaleaban y polvo caía desde las cornisas, mientras él se profundizaba en mí.

-         - ¡Entréganos su vida, princesa del mar! – gritaban las malditas - ¡ese hombre nos pertenece!

¿Cómo entregar algo que no es mío? Tuve a su cuerpo y a sus labios, a su deseo profanando al mío hasta saciarlo por completo. Tranquilizó la sed y el hambre, pero su corazón, así como el mío, era espuma y sal.

 

Sentí su calor adormeciéndome el cuerpo. El dolor paró. La piel dejó de arder bajo su abrazo. Esperé a que el sueño debutara, besé sus manos y lo dejé.

La noche se presentaba clara con la luna llena en Cáncer, alumbrando mi desesperación. Caminé por la vera de la playa hasta encontrarme con vestigios de almas en pena: la estela paupérrima de sal seca sobre la arena.

-        -  Vengan a mí – ordené a las mareas a cambiar el rumbo y entre remolinos de escarcha fui sumergida hasta el fondo del mar. El agua transmite todo. No tuve necesidad de hablar.  No tuvo necesidad de contestar.

Supe entonces, que mi tiempo con aquel muchacho inmaduro, pese a su escases, ya había expirado hace mucho y se lo entregué.

-          - No hay conjuro que proteja la casa. Puedes tomar lo que quieras.

-        -  Debe ser por tu mano, Sirena o nuestra mano tomará tu vida inmortal.

Entonces cientos de medusas hicieron fila frente a mí para descansar en mis labios su veneno taciturno.

El mar es salado por las lágrimas de sus habitantes. Tercer secreto revelado.

Volví a casa, tras esperar que mis escamas se secaran por completo, con el frío de la madrugada firmado en mi piel. Él seguía en el sueño profundo posterior al sexo y me acomodé entre sus brazos antes de besarle la frente…

… con eso terminé su vida.

Al día siguiente, él entró al agua a cazar olas, pero las mareas reconocieron la marca de la ofrenda y no devolvieron su cuerpo.

Ahí estaba yo de nuevo, sola, llorando un amor extinto por los celos de mi reino.

Ahí estaba yo de nuevo, con la sed incesante de consumir una nueva vida para poder mantener la mía en tierra, quizá un día más.

 

ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER 

 


domingo, 10 de enero de 2021

CAMPOS DE HIELO



Extensiones infinitas, campos de hielo y tundra, un universo en continua expansión, vacío sin piedad, en eso se transforma de a poco, este espacio. La retumbancia de mi voz en las paredes sin respuesta, la angustia contenida en el llamado, un dejo de ansiedad por un milagro gestándose, aunque sea lejos, comienza a hacerse dueño del silencio al derredor... hay locura dentro de todo. Un rastro de auxilio... una salvación por piedad.

Hay un olor familiar anidandose dentro de las almohadas, la tortura feliz de un encuentro fugaz ya diluido en el correr de los días y ya con eso, se cuentan los años. Quién pensaría que un saludo podría reclamar tanto, que incluso hoy, despliega sensaciones extrañas asomándose por entre las cornizas.
Aquí fui feliz. Aquí desaté pudores.  Aquí entregué cuerpo, vida y devoción. Aquí, hoy hay nada.

Llanuras inmensas se despliegan ante mí y se hace difícil enfrentar la noche. Aparece el frío maldito que corroe desde adentro, frío que hace no mucho, fue aplacado entre gemidos y orgasmos ¿Dónde estás que no estás? El cólera sí apareció en tiempos de amor.

El mar ruge de fondo, advirtiendo el veredicto a tomar. Hace siglos, en la imbecilidad de la juventud pacté entre lágrimas un trato. La última palabra la debe tomar él. Vaticina entre los reventares, la consumación de su voluntad: o mio y sólo mío, o de él y nada más.  Presiento guerra por la reclamación de un corazón inmaduro. Presiento una noche cargada de batallas por pelear.

Extraño su voz seduciendo a mi delirio, apaciguado a los demonios antes de invocar a la desnudez, extraño sus manos profanado mis secretos y a sus labios silenciado a mis gritos de placer. Extraño su compañía en esta cama en expansión. Extraño su presencia junto a mí y su calor calmando mis dolores. Cuando se juega con fuego,  es difícil escapar antes de calcinarse. Aquí estoy yo, ardiendo en desespero.

¿Dónde estás que no estás? El cólera sí aparece en tiempos de amor.  

ESCRITO POR FRANCISCA KITTSTEINER 
© Francisca Kittsteiner, 2008 - 2009.
- Franykityzado por Klaus, ©2009.