jueves, 28 de noviembre de 2019

LA AGONÍA DEL VIENTO




Escucha el viento como llora. Grita y se desgarra la garganta, cambiando dolor por dolor y gemido por gemido. Cuenta cómo fue que le arrebataron el corazón: sin piedad un día cualquiera, sin haberlo esperado, sin siquiera pensarlo, fue de golpe y sin aviso, con tan solo recordar a un par de ojos oscuros insolentes. Cuenta azotándose contra los vidrios, la búsqueda incesante de esos ojos para quizás, encontrar tras un cristal el resplandor que su alma perdió tras mirarlos de frente. Puede ser que se asomen al escucharlo agonizar. Ese es el plan.

Vaga entre las copas de los árboles buscando un dejo de un perfume familiar, un olor entre castañas asadas y el final del verano, entre salado y dulce, entre la vida y la muerte, el aroma del desquicio o bien, uno que otro veneno sutil, tal vez un hipnótico potente para adormecer sus ansias de seguir gastando la vida en una cruzada infructuosa. Pero no lo encuentra, ni al perfume, ni al veneno, por lo tanto, sigue de árbol en árbol, de kilómetro en kilómetro, mientras la noche se profundiza trayendo silencio y quietud, agonía y oscuridad… la misma que revive a aquel par de ojos que enamoraron al viento.

De vez en cuando, baila cueca sobre las planchas de zinc, a ver si alguien se aburra del escándalo y le diga dónde es que su amor se ha ido a esconder, sin embargo, nadie se levanta pues el amanecer se acerca amenazante y el mundo aún tiene sueños a medio soñar.  Pese a la insistencia de saber, nadie le cuenta siquiera noticias falsas para darle alivio a su penar, es como si su destino fuera morir solo sumido en la tragedia de lo que pudo ser y no pasó. Nadie se apiada de él ni de su amor canceroso, arraigado tan dentro que es casi imposible separarlos sin destruir la esencia misma del ser.
Clama por un nombre, por una coincidencia vana, por una nueva noche para desatar su amargura y contar su desgracia. Yo lo escucho, sin importar la hora y que comience  a hacer frío, porque escondo en su lamento, mi propia tortura;  mientras queden días, seguiré esperando, así como el viento espera por encontrar a su amor.  


ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER  

© Francisca Kittsteiner, 2008 - 2009.
- Franykityzado por Klaus, ©2009.