Pretender que la vida depende de un beso,
Pero tuyo, para
mí, siempre en la boca,
Porque conozco el
momento en que caí loca,
Por tus ojos
azules: La religión que profeso.
Y no solo
pretender, sino que asumir y resignarse
A que no hay más
luz que la de esos candiles fulgurosos,
Que se transforman
en un laberinto peligroso,
Donde pagan
condena los que se atreven a enamorarse.
Retrasarlo todo
por ese famoso beso y no llega,
Esperar, siempre
esperar, por no hacer nada evidente,
Es que el mundo no
puede enterarse que soy la pretendiente,
Que por robarle
ese beso, su vida entera, ante sus pies, despliega.
Camuflarse por
miedo, en lo cotidiano,
Hacer que las
coincidencias, coincidan por obligación,
Miedo terrible de
que los labios nunca terminen en la colisión
Certera justo en
el lugar favorito de nuestros meridianos.
Saber en las
entrañas, que por mucho tiempo que pase,
La historia, esta
vez terminará en algo parecido a un final feliz,
Que las coincidencias
se disfracen de algún deslíz,
Para que yo pueda
ser la que por las noches, su espalda arropase.
ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER
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