Y sentir el
olor a tierra mojada, tras un periodo de sequía considerable, dejar que se
impregne en los poros, que corra por la sangre, después de asimilarla en la
punta de la nariz, provocando la nostalgia inexplicable por recuerdos de la infancia alejada.
Bailar al compás del polen
volatizado que se escondía entre las grietas del suelo y que ahora dibuja
ilusiones con forma de corazones con alas transparentes y pedazos de carbón
donde debiera ir marcado con fuego y con lágrimas de dolor austero, tras dejar
ir al amor de las manos de los enamorados. El nombre del que pienso antes de
dormir.
Correr con las ninfas a jugar
frente al lago y agrupar las estrellas disponiéndolas de tal forma que puedan
transmitir el mensaje que guarda mis secretos al hombre que los provoca…que
atraviesen el mundo y le muestren lo que yo no soy capaz, por temerle al miedo
de tremolar frente a sus ojos, pero que desfallezco sino llego a mirarlos antes
que cante el gorrión y ahuyente a mis compañeras nocturnas.
Silbaré de noche entera canciones
románticas que me limitan a solo pensar en el supuesto que se crearía si es que
mis labios decidiesen vivir pegados a los tuyos… silbaré tu nombre mil veces
por silbido, para atormentarme y caer exhausta buscando que tus brazos me
cobijen… pero qué veo, el cielo se nubla, el viento corre ahora conmigo, el
mensaje se esfuma y yo dejo de silbar,
comienzan a cantar los grillos que
saltan entre mis tobillos acariciando mis pies mojados por el rocío; las
luciérnagas se forman delante de mi cabeza brillando como nunca antes el humano
las ha visto y decoran mi cabello lacio y oscuro como los diamantes a la corona,
el anillo y el collar; los queltehues deciden callar y tapar a sus crías,
simplemente desaparecen de los caminos, las estrellas me distraen con su
cintilar radiante, dejando al descubierto un universo de joyas exquisitas e
inalcanzables, cubiertas por un lienzo aterciopelado negro y azabache, yo silbo
de nuevo por la alegría de ver mi plan en marcha y por el olor a tierra mojada que se levanta
con cada bocanada de aire tibio que el viento exhala en mi cara. Veo a los
queltehues levantar el vuelo perturbando mi estado de trance inducido,
observando en el cielo que la estrellas cambian de posición dando respuesta a
mi mensaje, escribiendo sobre las techumbres de una cuidad en llamas de parejas
un: “yo también”
Ya no estaba sola en un mundo de
a dos, existía alguien lo suficientemente loco como para transportarse al
firmamento y jugar con el éter y sus acompañantes, ahora solo restaba encontrarlo…
pero ese es el trabajo de las abejas.
ESCRITO POR: FRANCISA KITTSTEINER
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