Si me das una ilusión, no me la quites cuando duermo, no me la quites
cuando me vaya tras una lágrima a refugiarme en el lamento de un quebranto. No
me la quites.
Si me abrazas a escondidas, que sea prolongado para llenar las reservas
del estío gris, hasta que vuela a verte y apearme a tus brazos como si fuera a
morir en tres segundos. No dejes de abrazarme.
Si me quieres besar, bésame. Desgasta mis labios y extingue mis ganas
de probar otros. Dame besos empalagosamente perversos que hagan temblar en la tierra,
en el cielo y despierte a todos lo que en el infierno habitan.
Agóbiame con la lasciva y haz de éste un encuentro fugaz a la vista del
mundo, que se retuerzan en la envida de lo que no pueden imitar porque no son
nosotros y no tienen la carga de ser amantes que callan lo que llevamos dentro
cuando las puertas se cierran, se apagan las luces y se acaban las visitas.
Si quieres que todo vuelva a ser como antes, pídeme perdón, redímete y
expía tus pecados. Baña con tu sangre mis pies cansados y sécalos con los
colgajos de tu piel curtida, transfórmate en mi sombra, pero sin que me dé
cuenta. Arrepiéntete y teme.
ESCRITO POR FRANCISCA KITTSTEINER
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