Yo sé que esto es simplemente acción de las ilusiones falsas
que he levantado en tu nombre. Lo sé, pero no puedo hacerle caso omiso a lo que
pretenden decirme, porque parece ser cierto lo que vaticinaba el mundo entero
desde años atrás: parece que te amo en
secreto, tanto secreto que era secreto incluso para mí, hasta ahora, que vi el
despertar de una realidad distinta en tus brazos, un amanecer destellando en tus ojos y el deseo empedernido
camuflado en los recodos de tu piel.
Es lo único con
lógica hasta el momento: la incipiente
manifestación de la euforia amalgamada con la lasciva llamando sutilmente a mis
encantos para poder conquistarte, la necesidad impetuosa de ir y robarte tantos
besos como sean necesarios para agotar a este dolor habitante de mis labios para siempre y de una vez.
Yo sé que es muy probable que tú no sientas lo mismo que yo,
porque es mi conciencia la que entre desesperación y angustia crea escenarios
alternos donde despliega la gama de acontecimientos quisiera vivir y que inventa
para sus personajes residentes, aunque solo por esta vez, por muy bizarro que
sea, se siente alcanzable y propio, porque ya lo fuiste, mi querido, alcanzado
y propio, escaso y fulminante,
preponderante y humilde, señor y esclavo de mis delirios y sus afanes.
Solo por esta vez, no es de amor de lo que escribo, sino de algo más, quizás
mejor, incluso más prohibido y excitante. Hablo de seguir perpetuando el ansia
de sentir tu cuerpo consumirse junto al mío, de disfrutar de la parafernalia de
una desnudez , como una muerte dolorosa que se espera con ahínco y de la misma
forma, que me robes el aliento para caer presa de la lujuria.
Ven y desata mis conflictos, hazme renegar de la pureza que traigo en la piel, como solo tus
manos son capaces de hacerlo, seguida por el desfiladero de besos incautos que saben perfectamente
donde irán a acabar: en medio del infierno que consume mi cuello y a la mitad
del camino de mi espalda , la que se amolda justa para el alcance de tus dedos
que juegan a perderse donde la piel se hace estorbosa y los gemidos se
arremolinan llamado entre conjuros a la mejor de las tormentas, que acabará con
la perdición de nuestras almas, porque no es digno de humanos ser tan felices,
como somos los dos cuando nos quedamos a
solas y a oscuras.
Ven y agota lo que me queda de vida por entregar, que estoy
esperando atenta tu aparecer por entre las sombras, mirándome fijo como un
cazador que observa a la presa, mirándome con esos ojos repletos de sulfuro que
tanto me gustan por saber que soy yo la que causa el ardor en tus recodos. Ven,
y no digas nada, simplemente atácame y llévame contigo a la perdición de las
sábanas, porque llevan mucho tiempo intactas y ya comienzan a echarte de menos.
Se congelan y no es preciso que siga habitando el invierno en mi cama. Ven y
acorrálame en algún rincón donde nadie más nos pueda molestar y ahí convénceme
de invocar veranos dentro del vientre.
ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER