martes, 9 de junio de 2009

DE CUANDO TE ESCRIBI UN POEMA

Si quieres saber, te diré:

Se comienza con una palabra desencadenando una reacción de ideas descabelladas dentro del pecho. Luego hay que hacer de tripas corazón y del rencor cariño para inventar un mutante extrovertido, congelando el tiempo un instante tan minúsculo incapaz de contener un alfiler dentro.
Se llora escribiendo para entender los reconcomios inexplicables que yacen aletargados en el fondo del mar azul encerrado en unos ojos tristes, en el prado verde de un alma y en un otoño inexorable de un cuerpo cansado.

Es difícil encontrar un por qué, transformarlo en un quién para morir con las ansias de averiguar el cómo, tras vender el alma a cambio del cuándo. Tener un romance de cinco minutos perdurando para siempre en la memoria de un agonizante por volver a amar.

Se siente la necesidad de ser feliz de la nada y no pedir más, o bien, quejarse de todo lo que no se hizo, dijo o querido entender.

Odiar, amar, vivir, morir, agradecer, renegar, pedir, dar, aprender, querer todavía más, y renunciar al universo, invocar a la trascendencia cuando se desnuda el pensamiento frente a un papel ardiendo de deseo por los toqueteos sagaces de un lápiz bailarin, que cuentan, después de hacer el amor, el motivo de tanta exuberancia para escribir un simple saludo. Hay tantas formas de saludar, que las palabras son prescindibles, la piel innecesaria, las distancias un chiste y el orgullo una cucaracha.

El mejor amigo de cualquier razón es el siempre impecable desgarro del silencio, en la exactitud ofrecida por el despliegue de imágenes soltadas de tiempos mejores al imaginar el protagonismo del romance entre un hombre medieval, venciendo a los gigantes de viento,  cabalgando sin rumbo y  la fantasía de enamorar a su Dulcinea tan terroríficamente idealizada.
Es entonces preciso volver a nacer con cada nueva mirada regalada al alba…

No todo empieza con un "érase una vez" y termina con un "vivieron felices para siempre", ni se trata de la princesa en peligro y el amor del príncipe encantador,  se trata de hacer el mundo más llevadero, al disponer de escenarios para que tú y yo sigamos siendo tú y yo, pese a que nunca lo fuimos. No hay muerte, ni destrucción, ni caos o despedidas, ojos vidriosos y corazones rompiéndose. Aquí, donde sólo yo puedo gobernar, la historia comienza con un "Ahí estaba él. Ahí estaba ella." y termina con un "No había nada por hacer, seguían amándose y esta vez, no lucharían contra eso."

Así fue como te escribí el primer poema.

ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER.

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