- ¿Cómo es posible que fueses la inspiración para tantos romances,
sin haber probado lo que eso significa? - Le pregunté una tarde a la luna
cuando ya los arreboles comenzaban a morir y el destello de un parpadeo
luminiscente se asomaba en mi balcón. – en realidad nos parecemos bastante,
vieja amiga. Tú te estás achicando, yo igual, continuas sola, igual que yo y
sin embargo, sigues brillando con la misma intensidad. Hay carroña de buitre a
tu lado, disfrazándose de amalgamas amistosas que solo buscan tu abdicación. Quieren
opacarte, pero no lo logran, porque eres única y tú lo sabes… aunque si esos
lobos envueltos en piel de oveja, necesitan de ti, sin dudarlo e incondicional
a todo, les brindas una mano. A veces es preferible hacerse el desentendido a
perder la poca compañía que nos va quedando...
Entregas tanto a tantas personas. Lo que piden lo das sin escatimo
de condiciones, estás ahí quieran o no, escuchas como si no existiese otra cosa
más importante que lo que le está pasando a alguien que casi ni conoces y nunca
recibes lo mismo a cambio.
Si el día es bueno, se acordarán de ti y mirarán al cielo
esperando encontrarte, pero no lo harán porque hay que seguir caminando o se
choca con el poste de la calle; ya si la suerte te coquetea, uno que otro
conversará contigo, te dirá “hola” y se irá porque no hay tiempo que se pueda
perder.
Has visto a tantos
llorar, a tantos que se refugian en tu luz porque no encuentran mejor soporte
que la magnificencia de tu inalcanzable posición, les sirves de consuelo cuando
ataca la oscuridad en medio del pánico tras una sacudida trémula de la tierra,
pero tan pronto ha pasado, se marchan olvidándote hasta que vuelvan los llantos
encolerizados ¿Y quién pone su hombro cuando quieres llorar? ¡Nadie! Porque
dicen: ¡Vamos, si ella no llora! ¡Es imposible! ¡Déjate de bobadas! …la verdad,
ellos no saben nada… N-A-D-A ¡Nada!
Guardas secretos
que no pides guardar, que no quieres saber, pero alguien tiene que hacerlo y ahí
está la tonta obligada a escuchar mil veces la misma historia y cuando se callan
y tú intentas decir algo, ya no están, se fueron, se desahogaron y listo ¿Y tus
secretos quién los guarda? Porque pesan mucho los propios, pero los ajenos son
livianitos ¿No crees? Será porque no se les trae atados al pellejo… y con el
tiempo se convierten en veneno, amargura y en maldiciones. Si tan solo se
quedaran…otro gallo cantaría.
Creo y con firmeza
que la única diferencia que tenemos es que tú existes desde que el planeta se
creó y bueno, yo soy la recopilación de restos carbónicos de mis antepasados
desde que el planeta se ganó el nombre… pareciera ser que me estoy auto
describiendo. ¿Y si somos lo mismo? ¿Y si tú eres yo y yo soy tú? ¿No deberías
llamarte Francisca? ¿Y yo Luna? No, porque qué pasa con aquellas niñas que
llevan tu nombre por ti. Yo que sepa a ninguna le han puesto Francisca en mi
honor; entonces quedaría la cagada.
Pero si te
llamases Luncisca ¡Sí, te llamas Luncisca! Igual que yo: Luncisca Francisca, la
condenada a solterona, enamorada de un imbécil que no se da cuenta que estamos
muriendo en baba por ellos (esa es la verdadera diferencia). El tuyo, es el
sol, el mío, un Subercaseaux. – Y me di cuenta, que sin proponérmelo, había
vuelto a hablar de él…
ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER
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