Hay
veces en el año en que me pongo a desenterrar los recuerdos casi descompuestos
desde el panteón de la memoria, para llorarlos un rato y suplicarles que
vuelvan a arrullarme justo antes de irme a dormir en la noche y el insomnio
ataque…
Hay
veces en el año en que un solo gesto desata la vorágine de mis lágrimas,
provocando el colapso del maquillaje y la dignidad queda en el suelo, porque
existe la carencia de alguien al lado que ayude a soportar los vientos
huracanados de gritos de dolor y vacío.
Hay
veces en el año que mi fortaleza deja entrar al enemigo, lo sienta en su mesa
con el mejor vino, lo viste, lo baña y besa su frente, porque lleva tanto
tiempo siendo el enemigo que, en una vuelta traicionera del asunto, se transformó
en el amante requerido por los años.
Hay
veces en el año en que odio a todo el mundo y no tengo explicación que dar,
simplemente, me molesta hasta el hecho de respirar ¿será porque extraño a los
que no están? ¿será que deseo irme con ellos para abrazarlos una vez más o
poder decir “soy tu sobrina, la que no alcanzaste a conocer”?
Hay
veces en el año en que tengo miedo de despertar sola cuando está oscuro y no se
escucha nada más en el mundo que el canto embriagador y cargado de lujuria de
los grillos.
Hay
veces en el año en que quiero desaparecer como un globo que estalla producto
del calor del medio día, que se me lloré un rato, que se lea un poema viejo y
se me olvide al instante. Quiero ser lánguida, efímera, andrómina, retruécano,
alegoría, nada.
Hay
veces en el año en que los colores, los veo diferentes, en una nueva gamas más
brillante y hermosa, fusionados como no lo habían hecho antes y a nadie se le
había ocurrido, mirando que el negro fosco tiene matices de amarillo, rojo y
blanco.
Hay
veces en el año en que una sonrisa puede cambiarlo todo… y hoy fue esa vez en
el año.
ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER
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