lunes, 9 de abril de 2012

TANTO...


Tanto he querido conocer qué es la llama pueril que incinera lo que amalgamo casi enloquecida por la hiel que nunca se degenera tornándose en eso justamente: amor.
Tanto he llamado a los cielos a gritos vivos que ya mi garganta se ha enmudecido cuando dormía y los Dioses dispersan mis suplicas recurrentes, porque los aburrí y no se apiadan, son malditos los benditos, todo porque ellos tienen la facultad de amar como yo quisiera y no me dejan.
Tantas veces me ha aventurado a escribir lo que creo que podría ser, que ya he confundido los limites de lo que es cierto y de lo que me mantiene viva, pero no me importa el fracaso, las heridas abiertas, y los remiendos de un corazón flagelado por el azote del azar, porque todo me ha enseñado a no esperar milagro y que habemos lo que nunca daremos un beso bajo la lluvia o al atardecer mirando el mar, por muy tentador que parezca.
Tantas veces he llamado a un nombre que es desconocido, he le regalado versos y canciones, sueños incandescentes a la mitad de la noche y nunca lo he visto porque mis ojos ya no son puros, porque ya saben lo que es llorar de odio al que alguna vez se quise hasta el cansancio y sin más, se fue camuflado en el vaivén de otra falda carroñera. Ya no son puros mis pobres, solo ven cadáveres mutilados donde debería haber deseo y complicidad, ya no son puros y lloran acido que dejan caminos corroídos en mis mejillas eternamente plagadas de los arreboles que regala el padre sol por piedad.
Tantas veces el sabor amargo de un vino tibio ha ahogado mis ganas infantiles de tener lo que no puedo, que ya la envidia se aloja en mi casa y duerme conmigo el malestar del alcohol bebido por desquite. No hay noche en que no haya lágrimas de Chardonnay dulce y credos de recriminaciones porque parece ser que es mi estigma, la paga por las bendiciones y la cuna de bronce donde nací. Entonces, que así sea.
Tantas veces he corrido sin pensar donde voy a llegar que he andado la mitad del mundo, pero cuando me detuve a preguntar cómo me devolvía, escondido tras unos libros atrincherados, lo encontré y mis ojos volvieron a ser puros tras ver a los suyos y escuchar su voz.
Tantas veces me he preguntado si aún conservo mis facultades mentales que rara vez consigo contestarme, sin embargo, cuando él está en el radio de mi cercanía me declaro a ciencia cierta loca, y la cura está en sus brazos que no logro alcanzar y me llevan a imaginar que está será una de las tantas veces que quedaré prendada de los puntos suspensivos esperando un final que nunca llega porque no es para mí, sino para la que está la lado.
Tantas veces en guerra y ninguna victoria. Me declaro incompetente y sin posibilidad de lo contrario, por tantas veces anhelar antagonismo.


ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER

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