martes, 5 de junio de 2012

TE DESVANECES


Y así como el humo que expelo y se desvanece en arabescos hermoso tú te me escapas de las manos antes de poder atraparte… Desapareces entre la gente que siempre está de transito y ni siquiera te dignas a mirar lo que estas dejando atrás, a la mejor de las mortales enamorada de un bribón por el que regalan el mundo a cambio de su cabeza puesta en una lanza de plata.
Te alejas impertérrito, cabizbajo porque la culpa te corroe al saberte causal de mutilamiento desmedido de un corazón tierno y te re ríes al verlo sangrar porque ya lagrimas no le quedan para llorarlas por ti, sin embargo sigues caminando en dirección  opuesta a mis pies, embelezado con los giros carroñeros de una falda falta de disciplina en lo que solamente yo conozco y que ya no te podré enseñar.
Vete si quieres, pero si lo haces ten en claro que aquí no puedes volver aunque trates de derribar los muros que alzare orgullosos a penas emprendas la partida fuera de mis territorios donde podía protegerte bajo el amparo del poder que implica llevar un nombre como el mío por carga.
Desde ahora en adelante, pequeño volátil, estarás solo sin nadie que cuide de tus sueños cuando los fantasmas que comando arremetan en tu contra por despecho, por haberlos engatusado utilizando el resplandor de tu ojos cenicientos que eran luz en tiempos de tinieblas, te arrepentirás, volverás, todos lo hacen, lo sé, porque faltare y en la mitad de la nada mi nombre se hará gigante y resonante y lo escucharas hasta que revienten tus oídos, como maldición antigua que sobre tus hombros se posará, hasta el día en que mueras, pidiendo entre lamentos la expiación de tus pecados, mas será tarde, y yo ya me habré ido lejos, donde tu no me puedas encontrar, ni los ojos de océano que tanto adoré desde el  momento precoz en que los vi a la distancia graciosa de unos cuantos pasos en el colapso inminente de la civilización.
Por eso, yo le expulso, hijo de los demonios fríos. Te condeno al olvido y a ser comida de los buitres, que nadie se apiade de ti, que en los cielos ya no escuchen tus plegarias, y que en el inframundo te reciban con los brazos abiertos. Te condeno, por traidor, por cobarde por volátil y por mero. Yo, hija de Atenea, te condeno y en el campo de batalla nos volveremos a ver las caras, a ver si esta vez tienes el coraje de enfrentarme cuando ponga en tela de juicio tu honor frente a la corte. Te condeno demonio Rojo a morir solo. 


ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

© Francisca Kittsteiner, 2008 - 2009.
- Franykityzado por Klaus, ©2009.