Vi cruzar por el cielo un pájaro negro que solo mis ojos
eran capaces de ver, vaticinando lo que más temía: la nefasta amalgama de la
soledad atosigante que nace de madrugada, cuando no puedo dormir, hace frio y
el cielo se cubre de escarcha, las sabanas se congelan y c muy en el fondo me
pongo a imaginar que también tú estás mirando el firmamento con mi nombre
enredado en tus labios, esos que todavía no puedo besar y que tienen miedo de nombrarme
en voz alta porque saben que al hacerlo me extinguiré como un fénix que ya no renacerá
de sus cenizas porque se ha cansado de esperar.
Y ese pájaro negro voló alto, tapando las estrellas mientras
conversaba de l lo inminente de mi hastío por no tenerte cerca, porque no
duermes a mi lado como es debido, porque ya las semanas de desvanecen sin verte
y no hay rastro de redención de mis actos acabando con la escasa conciencia que
me iba quedando y que murió cuando caí rendida ante el contacto de tu pupila
esmeralda con las mías que parecen pozos sin fondo: completo vacío. Y ese mismo
pájaro me dijo que estabas lejos, que era mejor liberarte de mi hechizo, pero
cómo si no hay ninguno… ¿Cómo deshago algo
que no hice jamás? Porque todo esto fue un mero enamoramiento fugaz que
perdura en el tiempo sin dejarme obrar como me gustaría o pensar siguiera.
Y se condensó el humo convirtiéndose en cristales lacrimosos
que suplican desesperados el calor de tu pecho aprisionándome hasta la asfixia,
el tremor de tus brazos para calmar mi dolor y llorar tranquila en ellos hasta
volver a dormir, esta vez sin las miles de pesadillas donde me muestran un
futuro gris sin esos candiles que señalan el camino que debo seguir hasta el paraíso. ¿Por qué no vienes, aunque sea un rato y
vigilas mi letargo, espantando a los cuervos que insisten en apearse al respaldo
de mi cama sin guardián, ansiosos de sacarme los ojos para que no vuelva a contemplar
tu rostro celestial? ¿Por qué no renuncias a todo por mí o es acaso que no lo
valgo o soy indiferente a los encantos
de Eros, celoso de mi devoción por ti?
Ven y quédate antes de que el pájaro negro decida regresar
por mi alma, ven que tengo pánico de cerrar los ojos y que al abrirlos me
encuentre de nuevo sola en dos millas de cama sin señaléticas que me indiquen
el retorno hacia el romance de tu voz tenue, ven y hazme compañía hasta que no
ardan las velas y el reloj se haya estancado a la media noche para continuar bailando vals a la
luz de la luna, solos, los dos.
Apúrate que ya oigo el revoloteo de sus alas, se aproxima,
estoy segura, escóndeme entre un millón de besos y caricias y nunca me dejes
mirar al sol de frente, porque me convertiré en piedra y ni tu boca me podrá salvar.
Apártame de cada ventana y perdámonos juntos
descubriendo los límites de lo imposible. Se acerca, ayúdame que se ha oscurecido
y tiene hambre, viene por mí, lo sé. Enrédate conmigo, fundámonos en uno antes
de que sea tarde y déjame ser completamente
feliz en ese espacio justo entre tu hombro y tu cuello, ancla mi piel a tus
manos para que no me lleve, pues es a mi a quien viene a buscar la muerte y si
me toma, que sea con tu olor en mi cuerpo… ven…
Y vi cruzar un pájaro negro que iba volando en dirección a
ti, contándote noticias de mis deseos clandestinos, pero ese pájaro jamás
volvió con recado alguno, así como tampoco tú.
ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER
No hay comentarios.:
Publicar un comentario