Hay tanta
belleza desplegada frente a mis ojos, kilómetros infinitos de mar turquesa,
caravanas multicolores de peces que flotan por la rivera de la costa y la brisa
de juventud que viene a tocar mi hombro preguntándome el porqué de la amargura
que se amalgama en mis ojos cansados por falta de un sueño tranquilo o a quien
dedicarle mis quimeras sin miedo al rechazo pueril de cualquier que los ocupe
por tiempo contado. Tanta vida percibida bajo mis pies descalzos, y sin embargo se congelan en la espera intermitente de que
al volver a casa, mi suerte haya cambiado de la tierra a la luna dos veces, ida
y vuelta, por un acto de magia o mera redención de la cantidad de pecados que
cargo sobre mi espalda; tanta energía me regala el sol que me es imposible no
devolverle a cambio una sonrisa por tratar de levantarme el ánimo, aunque sea
inútil, porque me falta algo, pese a que lo tengo todo.
Me falta la
candidez de un amor tierno que me acompañe justo ahora, en vez de estar
escribiendo lo que me condena.
Veo tantas
cosas hermosas y ninguna de ellas consigue sacar de mis pensamientos ese par de
ojos verdes que nunca parpadean, que me observan desde las sombras, como si yo
fuera la presa de un cazador oculto tras muros de concreto y a 10.00 kilómetros
de distancia de mi cuello, porque lo único que espero es que clave en él sus
colmillos feroces o que lo llene de besos dulces de principio a polo, pero no,
nada, y vacío y la brisa que afana en recordarme que todavía quedan muchos años
por vivir para sufrir tanto, en tan poco tiempo y por tan poco a secas.
Solo la
melodía intermitente de la canción mas triste que se me puede ocurrir ocupo el
lugar del sonido de las olas y veo los cadáveres de las sirenas salir a la
superficie, mutiladas, exangües y a todas les arrancaron el corazón. ¿Moriré yo
así? ¿Sin corazón?
Las veo
florar hacia el horizonte donde se camuflan con los arreboles dibujados al
atardecer y justo en el limbo entre la cordura y realidad, entre cielo y mar,
vuelven a la vida y nadan en contra, evitando desbarrancarse hacia las aguas de
la ultratumba, luchando por poder vivir lo que les restaba, cambiando su
expresión de muerte por desesperación y desgarro ¿Por qué, si se les ofrece una
segunda oportunidad tienen a la parca asechándole las aletas?...
Vuelven a morir,
pese a todo, porque les faltaba el corazón.
ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER
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