Al pasar los años se hizo evidente la verdad,
Se corrió el velo de la cara de Dios
Y el meollo del asunto quedó al descubierto:
Entre los suspiros, hubo amor.
Pero era tarde, no era preciso, no había luz,
Todavía gobernaban las sombras en el páramo,
La voz no fue rimbombante,
Y así, en el intento, se quedó la ilusión.
Se conoció el causal que
siempre estuvo cerca,
Aunque a varias millas náuticas de diferencia,
Al otro lado del mundo, si se quiere, pero cuidándole el
sueño,
A la distancia de un beso congelado en doscientos años.
Sin embargo, no era correcto, no ahora, no todavía,
Y el tiempo se hizo
burdo, tan ridículo y lastimero,
Desdoblándose sobre sí mismo y perdiendo los límites,
Confundiendo la claridad de los deseos compartidos.
Era cierto lo que toda la vida supieron: estaban destinados,
Se hiciera lo que se hiciera el mundo no era tan extenso,
Ni el día, ni la tormenta, ni los ríos circulares,
Llenos de agua, de tiempo, de la mísera nada.
Ella había descubierto el secreto de la felicidad,
Y fue el encontrar la simpleza, tan escasa estos días,
Pero él, ahora no quería ser plenamente feliz,
Pues la muerte asecha a la dicha.
Fue entonces, que se alteró el orden del sentido,
Porque en algún camino alguien equivocó la vía,
Porque ella, por niña, tarde abrió los ojos,
Y el por cobarde, no quiso cruzar el río.
ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER
No hay comentarios.:
Publicar un comentario