lunes, 6 de junio de 2011

DESEO




Se siente el revoloteo de Cupido embriagado en el perfume de un sábado en la noche, porque ha decidido dar remienda suelta a los besos que mantiene enclaustrados, depositándolos en mis labios dulcificados por lo lascivo del momento, la música cómplice y el brillo tenue de una luna en menguante.
La caterva parece distante y casi inexistente como si no se dieran cuanta del misterio que guarda un coqueteo fugaz por sobre la mesa del tabaco. Y de pronto, ya no hay nadie, solo yo, el humo y la barrera que nunca debí cruzar: la perdición caótica de mi voluntad en esa boca maquiavélica que se ha transformado en causa de todos mis males, la condena de mi alma destinada al averno, por pecar a conciencia y querer volver a repetirlo.
El silencio abunda en la penumbra, interrumpido por los suspiros erotizados que se extinguen en mi pecho encadenado, ahora, al suyo.

Ya no hay tiempo que valga, es como si me hubiera quedado estancada en el instante en que tras una cortina de humo se escondía el comienzo del fin. No importa nada, no hay interrupciones, siquiera la amenaza del mañana puede hacernos cambiar de parecer. Estamos a medio paso del vacío y saltamos juntos.
Las manos buscan caminos inventados que nadie ha transitado, los besos descienden conforme se agotan los labios fatigados, exorcizándolos al cuello, porque son perversos como el menester de seguir afanando en el vetado del asunto..
Y comienza la gala de mariposas nacientes y fulminantes en el estomago, los colores se suben al rostro y la pseudo alegría es infinita, aunque hay un pensamiento en mi cabeza: qué estamos haciendo, sin embargo, no hay respuesta…solo desfiladero de besos taciturnos, inquisidores, deseados y acumulados en el tiempo… no puede haber una mejor respuesta que la que no ha engendrado todavía, pero se agota todo, se cierra el telón, se van os actores, ya no hay abrazos, el dulzor de transforma en hiel, la gente reaparece en escena, Cupido ha reaccionado, el vino se desnaturalizó, se disipa el humo, vuelve la cordura, hay que irse, la noche comienza a dar destellos de su muerte y el capitulo queda sin concluir…si tan solo cinco minutos fueran eternos o se dividieran en constantes mitosis, de seguro seguiría prendada de su cuello, bebiendo vino de sus labios que quedaron con gusto a los míos: algo entre tabaco, menta, granadina y deseo.




ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

© Francisca Kittsteiner, 2008 - 2009.
- Franykityzado por Klaus, ©2009.