Y quién hubiera
pensado que esto pasaría,
Que la complicidad
fuera tal de llegar al extremo
De despojarte de la
roja, sin pensar que temo
A las cosas que de
mí, el mundo pensaría.
Y solo tus manos
pudieron despertar,
El deseo dormido que
en mí habitaba,
Con la endemia de
besos que nunca llegaba,
Por tanto tiempo
negando, lo que no se puede negar.
Abundaba el silencio escondido en la oscuridad
Y un desfiladero de
caricias se hizo certero
Levantando tropas
muertas por el cuerpo entero,
Aparadas en el secreto
de la durmiente ciudad.
Y de pronto la ropa
se hizo estorbosa,
Y danzares de caderas
se apoderaba de la razón,
Tomando por victoria
mi cuerpo y mutilado corazón,
Con un dejo taciturno
de absolución piadosa.
Desde un principio
esto estaba dispuesto,
Ala aventura pecaminosa en los restos de tu piel,
Ahogarme de a poco en
placer y dolor amalgamado con hiel
Que deja un
sentimiento celestial con aires de siniestro.
Y no sé, después de
todo, hay conflicto de emociones
Con una mezcla
tétrica entre lo macabro y lo divino,
El miedo que muere
como naufrago en el exceso de vino,
Y las fantasías
fulgurosas que cran las putas canciones.
Comenzó a florecer un
ápice de arrepentimiento,
Que no deja a mi
cabeza tranquila: la tortura,
La enferma, la mata
sin conseguirle una cura
Para dejar de pensar
tanto pensamiento.
Pero así como en su
momento se fue valiente,
Ahora hay que hacer
lo mismo y ser fría como roca,
Porque de otra forma,
como sigo me volveré loca,
Por tanto especular
condenas incipientes.
Y si fue, fue y se
acabó antes del comienzo.
ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario