lunes, 19 de septiembre de 2016

LA DEPRIVACIÓN.



Se agotaron las esperanzas. Paciencia no queda. Amor herido a muerte. Lo siniestro de la persecución.

Recorrí el mundo sin encontrar lo que buscaba. Agoté mi fe después de tanto suplicar. Aprendí a parpadear tarde y hubo destrucción. Era mejor quedarse ciega.

Me angustia el inicio y el término del día y lo que pase entre medio, es borrón y cuenta nueva.
Me mortifica el amanecer porque alienta posibilidades. Me mata el ocaso porque el día se fue sin victorias. Se repite, una y otra vez. El mismo miedo, el mismo afán, el alma quebrándose en el silencio tras cerrar la puerta.

Ya no quiero mantenerte vivo en cada recuerdo melancólico, ni en ninguna proyección de mañanas por venir. ¡No sé cómo enmudecer tu voz retumbando en mi cabeza! No sé cómo voy a continuar.  ¡Es que duele tanto! Y eso que sé de dolor, pero el del amor pudriéndose por la humedad de las lágrimas, es insoportable, sordo, constante, con tu nombre.
No quiero más dolor, pese a que tampoco quiero renunciar. Algo insiste en no dejarme renunciar, advirtiendo latencia, espera, consumación, lo inevitable, nosotros frente a frente. ¿Cómo arranco ese “algo” aciago de donde sea que se implantó? Dolor, renuncia. Renuncia, dolor. No hay opción.

Se quemó el último cartucho guardado para defenderme, pero fallé el tiro ¡Cómo, si teniendo tan buena puntería! Porque en la somnolencia aparecieron tus manos tocándome… Suicidio involuntario. Autolisis. Anemia por deprivación. Parada cardiaca como protesta.

No entiendo cómo te preservaste acuartelado entre las sombras, para que un mal día, cualquier catalizador, resucitara días felices junto a ti, llenándome de miseria su sucesión hasta ahora.
¿Por qué sugeriste el olvido? ¿Por qué no golpeaste la puerta?
Yo estaba adentro, esperando. Sigo adentro esperando que llegues o que me desahucien la vida.
Iré a devolver esta imaginación activa en fertilidad, porque no ha traído nada bueno, solo todo lo que quise, todo lo que quiero, para que luego venga la realidad y derrumbe las cartas. Dejaré de escribir. Hace mal. Exacerba la insuficiencia. No volveré a escribir.

¡Ya está! ¿Dolor o renuncia? Supresión.

Verdades contadas como mentiras de letras. Mentiras contadas como verdades piadosas.

A eso quedó resumido el intervalo de distancia: Millones de oxímoron hilados con el objetivo de confundir todo para que deje de doler. Se acabaron las contradicciones, excepto una “Tú y yo”

Cumplí la condena y desangré mis venas para destilar tu paso por aquí. Pagué tu dolor con llanto y los intereses con mi agonía.

Debimos de haber sospechado el daño nacido en ese saludo, así tú seguirías rindo y yo, flotando entre nubes de algodón. Empero, ganó el pálpito errante del amor que se reencarnó cuando nosotros nacimos. Tiene que ser maldición.

 ¿Por qué no tocaste la puerta?...

Me desangro y espero.   


ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER.  

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