Se agotaron las esperanzas. Paciencia
no queda. Amor herido a muerte. Lo siniestro de la persecución.
Recorrí el mundo sin encontrar
lo que buscaba. Agoté mi fe después de tanto suplicar. Aprendí a parpadear
tarde y hubo destrucción. Era mejor quedarse ciega.
Me angustia el inicio y el término
del día y lo que pase entre medio, es borrón y cuenta nueva.
Me mortifica el amanecer
porque alienta posibilidades. Me mata el ocaso porque el día se fue sin
victorias. Se repite, una y otra vez. El mismo miedo, el mismo afán, el alma
quebrándose en el silencio tras cerrar la puerta.
Ya no quiero mantenerte vivo en
cada recuerdo melancólico, ni en ninguna proyección de mañanas por venir. ¡No
sé cómo enmudecer tu voz retumbando en mi cabeza! No sé cómo voy a
continuar. ¡Es que duele tanto! Y eso
que sé de dolor, pero el del amor pudriéndose por la humedad de las lágrimas,
es insoportable, sordo, constante, con tu nombre.
No quiero más dolor, pese a
que tampoco quiero renunciar. Algo insiste en no dejarme renunciar, advirtiendo
latencia, espera, consumación, lo inevitable, nosotros frente a frente. ¿Cómo
arranco ese “algo” aciago de donde sea que se implantó? Dolor, renuncia.
Renuncia, dolor. No hay opción.
Se quemó el último cartucho
guardado para defenderme, pero fallé el tiro ¡Cómo, si teniendo tan buena puntería!
Porque en la somnolencia aparecieron tus manos tocándome… Suicidio
involuntario. Autolisis. Anemia por deprivación. Parada cardiaca como protesta.
No entiendo cómo te
preservaste acuartelado entre las sombras, para que un mal día, cualquier
catalizador, resucitara días felices junto a ti, llenándome de miseria su sucesión
hasta ahora.
¿Por qué sugeriste el olvido?
¿Por qué no golpeaste la puerta?
Yo estaba adentro, esperando. Sigo
adentro esperando que llegues o que me desahucien la vida.
Iré a devolver esta
imaginación activa en fertilidad, porque no ha traído nada bueno, solo todo lo
que quise, todo lo que quiero, para que luego venga la realidad y derrumbe las
cartas. Dejaré de escribir. Hace mal. Exacerba la insuficiencia. No volveré a
escribir.
¡Ya está! ¿Dolor o renuncia? Supresión.
Verdades contadas como
mentiras de letras. Mentiras contadas como verdades piadosas.
A eso quedó resumido el
intervalo de distancia: Millones de oxímoron hilados con el objetivo de
confundir todo para que deje de doler. Se acabaron las contradicciones, excepto
una “Tú y yo”
Cumplí la condena y desangré
mis venas para destilar tu paso por aquí. Pagué tu dolor con llanto y los
intereses con mi agonía.
Debimos de haber sospechado el
daño nacido en ese saludo, así tú seguirías rindo y yo, flotando entre nubes de
algodón. Empero, ganó el pálpito errante del amor que se reencarnó cuando
nosotros nacimos. Tiene que ser maldición.
¿Por qué no tocaste la puerta?...
Me desangro y espero.
ESCRITO POR: FRANCISCA
KITTSTEINER.
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