jueves, 24 de julio de 2008

HISTORIA


HISTORIA


Tic tac, pasa el tiempo y yo aquí escribiendo palabras efímeras con tal de hacer un poco más amargo el rencor que siento día con día, al recordar el por qué de mi desgracia con el paso paroxístico de un puto tic tac.

Sigo sola esperando por algo, un no sé qué, quedándome aquí, quieta, viendo a la gente pasar, reconociendo entre la masa rostros familiares, rostros ajenos felices de jugar al mirar a otros, escuchando saludos dirigidos al vacío del espacio, miles de frases sin sentido hiladas para quebrar un silencio incomodo producido por el taconear de zapatos femeninos. Los hombres fuman, exhalando el humo de sus pesares mezclado con añoranzas de romances equívocos, de malas decisiones tomadas por el azar.

Nada nuevo, ni rastro de lo que busco con afán.
Sigo quieta, cual árbol echando raíces, cómplices con el tic tac abrasador que va extinguiendo los últimos alientos de mi paciencia.

Tic… ¿Y qué pasó? ¿Dónde quedó el tac? Se detuvo el reloj y con él la gente, el tiempo. Mis ojos llenos de ñácaras encontraron descanso en un joven doliente, abrazado por la distancia y la ausencia desatada al terminar el último sorbo de una taza de café mientras hojea un libro casi tan grueso como la Biblia. En él quedó el tac.

¿Y ahora qué? Los papeles se han invertido, la muchedumbre se paraliza y yo consigo moverme, mis raíces y las cadenas se desintegran y el silencio no es silencio, sino ruido plácido camuflado con la muerte de las hojas y el tiritar de mis dientes por el frío imperante. 5 minutos ya no lo son más, son solo dos palabras extintas en mis labios azules.

Tic tac, tic tac. Vuelve el tiempo a mi vida, pero el humo de los centenares de cigarros se arrebata en mi garganta intoxicándome despacio.  Ya no pienso en nada, ya no escribo con sentido. El Vermut se congela tratando de mantenerme sobria en el recuerdo de alguien.

A lo lejos se refleja la sombra de mi lápiz proyectado unas mil veces mientras él exhala y yo me inundo en sus aromas dispersos por el aire. Muero de ansias por sentarme a su lado y no sé por qué, solo lo quiero, algo me obliga a hacerlo, mas me mantengo firme muriendo de frío y retomando calor con el elixir gélido que, paradójicamente, revive a mis células.

Pienso que, está tan cerca de la mesa donde permanezco letárgica. Le invento un nombre acorde con su belleza, pero ninguno es suficiente.
Ya la luna empieza a alumbrar y es el cuarto menguante el que se presenta. ¡Qué raro! Siempre es la luna llena. Algo ha fallado. Quizás no es otra historia de amor. Lo único seguro hasta ahora, soy yo.

Comienzo a creer que es una ilusión desvaneciéndose con el frío muerto a causa del alcohol.  Él camina. Yo escribo. Viene hacia acá. No, es demasiada coincidencia. Esto es la vida real, no otra novela. Es imposible que me note siquiera. Pasó por mi lado, volviendo todo a la normalidad: raíces, el silencio, el Vermut tibio…
Él no lo sabe, pero se ha transformado en el príncipe azul echado en falta en estas historias.

Ya es tarde, es mejor que me marche.

Sigue helando. De seguro esta noche habrá escarcha, aunque nada me importa, quiero caminar, aunque eso signifique llegar al cementerio media muerta y medio viva.
No soy la única que lo ha decidido, aunque sí la única con un rumbo: El vacío, el final de las calles, el recorrido de una canción en la memoria.

Tic tac, las cuatro y cuarto dan ¿Dónde dejé mis cigarros? Aquí están ¿Y el encendedor? ¡Qué un mal rayo me parta, ya no funciona! No interesa, mis nervios se calmarán con tan solo tener uno en los labios, esté encendido o no. Qué más da, si a esas horas todo se confunde y nada es verdad.
- ¿Quieres fuego o solo imaginas que fumas?
- Ambas ¿Me ayudas?
- ¡Por supuesto! Claro que con una condición.
- Tú dirás entonces.
- Contéstame ¿Por qué no dijiste nada en el café?
- Porque reescribía nuestra historia de una forma diferente.
- Ah sí… ¿Y cómo termina?
- Con esta misma conversación y el famoso tic tac.

Y desde ahí; silencio, besos, cigarros, tic y tac.






ESCRITO POR:  FRANCISCA KITTSTEINER


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