lunes, 22 de agosto de 2011

FIESTA


Y todo vuelve a comenzar de nuevo. Las coincidencias de lo que depara la noche se hacen insostenibles: otra vez los mismos, los invitados de última hora, la fiesta, el vino, la luna en menguante, sus ojos de cazados cuando observa a la presa que resulto ser yo y mis ganas irracionales de que esta vez la historia sea distinta, quizás con un mejor final y más largo o tal vez que simplemente no ocurra nada. En el fondo algo me dice que es mejor así: “desde lejos, te quiero más”.

Se suponía que para estas alturas sería mío, como lo son los astros que iluminan el sendero que me obligan a pisar, haciéndome caer en la misma parte que la ultima vez, pero me han jugado una mala pasada y tras el telón se vislumbra la amenaza constante de un nuevo enemigo: ella…que le coquetea en mi cara, en los terrenos que por derecho me pertenecen, donde yo tengo el control de todo, cuando más alegre no puedo estar y el boato se luce en esplendor. La muy maldita ha entrado en mi reino y viene por la corona.

Aunque debo confesar que mucho no me importa, pues estoy cansada de tener que ser siempre yo la que lidere las batallas que por él se enlazan. Las he ganado, sí, pero llega un límite en que ya no se puede continuar y la abdicación parece inminente. La verdad, tampoco vale la pena tanto esfuerzo.
Sigue avanzando la velada y se me olvidó lo que vine a hacer, si al combate, a rendir honores y suplicar por el perdón de mi vida a cambio del tridente de Neptuno o a olvidar lo que en conciencia no puedo. Ya no importa tanto porque le han dado un zarpazo directo al núcleo del corazón y sangro a destajo mientras la música flujo y él no me mira…

Pierdo el control de lo que pasa, la gente se hace distante y el mundo se condensa sobre mí y es que lo odio tanto por no poder conformarse solo conmigo, sino que afana en perderse en caderas ajenas. Es como si el cariño sagrado que le profeso, hubiera mutado, transformándose en hiel perversa que amenaza con descuartizarlo en frente de los que aquí están, por ser él un inmundo cobarde, ella, el enemigo y yo la que le gusta sufrir por querer hacerlo.

Quiero salir, correr, hasta que se desgasten mis zapatos o morir en una botella de buen brandi, gritar procurando enmudecerme y borrar lo que con él pasé. Retroceder el tiempo y nunca haberlo acompañado: dejar que se perdiera. Sin embargo, hay que salvaguardar las apariencias, mentir si es necesario, para salvar el pellejo de la caterva que no tiene piedad al hablar de lo que no les concierne. Me quedo estática por u minuto, mirando catatónica los pasos de aquel que se dirige al bar acompañado por alguien cuyo nombre no debo pronunciar y pienso: “hace un mes, hacías eso mismo conmigo y no te importa que yo esté aquí…y no te importa que la celebración se deba a mí… y no te importa arruinarme la salida…envenénate en licor y veamos si es ella la que te socorre...”
Vuelvo a bailar, tratando de perderme en la música e increíblemente lo logro, entonces puedo decir: “ya no me importas como antes”
Quizás todo esto fue un mal sueño, vi cosas donde no las había y me aferré a ellas, pero me desprendo, te libero y con eso, se acabó la historia. Solo espero que no te arrepientas porque no soy tan fuerte y puede que todo vuelva a comenzar….



ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER

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© Francisca Kittsteiner, 2008 - 2009.
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