domingo, 21 de agosto de 2011

A MIL POR HORA


Faltan tantas cosas que parecen indispensables, pero que no están, que las imagino para que las neuronas tengan algo que hacer y no morir de aburrimiento o de hipotermia prematura…

Las invento y me obligo a creer que son reales, que están ahí para mí y por mí, aunque la verdad, es que aquí no hay nada, aquí no es ningún lado.

Trato de dibujar algo que parezca una ilusión, me aferro a ella, lo más que puedo, la integro en mi esencia y de un momento a otro, desaparece, dejándole sola, apadrinada por el miedo que provoca la transición tenebrosa entre la luz y la sombra, el ruido y el silencio, las comas y mis pensamientos y no me puedo concentrar; hay tatas distracciones: Televisiones sonando con las noticias de las 9 a todo volumen, un niño que llora, una madre que grita y el cielo que observa. ¡no me puedo concentrar!

Tengo un cúmulo de ideas en continua multiplicación que reclaman por encontrar una hoja de papel en blanco o una servilleta, donde quedar tranquilas,, hay tanto que escribir, llamadas por hacer, y tan poco tiempo…debo estudiar, tengo que comer, dormir si es posible, sin embargo, lo veo difícil. Creo que ya olvidé lo que eso significa, pero no me importa: “para obtener recompensas, hay que hacer sacrificios” si ya parezco estúpida repitiéndolo cada cinco minutos para no ser consumida por el álter ego del descanso y fallar a ultima hora.

Desde que nací, según se cuenta la leyenda hace 19 años atrás, que soy instruida para ganar la cazaría de nunca acabar, en que si no se saca una carrera, un post grado, un magíster, doctorado y todos esos títulos de dudosa naturaleza, no iba a ser nadie en la vida. Que limpiase el camino vez que pudiera, que aquí no hay amistades que valga si es que se cruza a conciencia o no, en el camino que voy armando conforme elimino adversarios, releo un libro con polillas dentro, aprendo fórmulas y definiciones, saco el límite del planeta cuando la tierra tiende a nada, mantengo el maquillaje en su lugar, aprendo a ser dueña de casa, tutora de mí misma, ensayo el inglés, el italiano sin olvidar el castellano y sus infinitas reglas y trato de buscar un tiempo para terminar mi Opus Magnum: la tranquilidad que me rehúye como si fuese alérgica a mis encantos.

Creo que no soy la única que fue criada a mil por hora y lo digo porque cada vez se hace más complejo avanzar un peldaño en la escalera de la inmortalidad laboral.

Se me acabó el café, tendré que bajar por otra taza…. Y pierdo tiempo.


ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER

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