Yo, antes de arrepentirme, perdono
tu cobardía. No todo el mundo persigue la felicidad, así como no todos le
tememos a la muerte. Cada día converso con ella y a veces apostamos para ver
cuál de las dos ganará un alma para sus reservas. Ella me cuenta sus males, sus
victorias y desgracias.
Yo la odio por hacerte decidir
entre la vida sin mí, pero vida al fin y al cabo, o la extinción de tu aliento
secundario al veneno de mi amor.
Perdono tu marcha al otro lado del
mundo para rehuirme, dejando tanto inconcluso, renunciando a tanto y decidiendo
por ambos. Dejaste a oscuras el páramo, así que tuve que aprender a caminar a
tientas, llenándome de moretones las piernas al caer, tocar fondo y levantarme
luego, más fuerte. No cualquiera tiene tan buenos recuerdos de sus llagas. A mí
me tocaron las mejores cicatrices, las que más dolieron y las que más
enseñaron. Más suman que restan.
Perdono tu osadía al saludarme,
porque con eso desataste el caos. ¿Nunca nadie te dijo que mostrar el cielo a
un pecador es crueldad? Quizás en el infierno coincidamos, porque aquí, en la
tierra, la antimateria está prohibida.
Perdono que me hayas tomado la mano
a raíz de nada y mostrarme un camino sin bamboleos menesterosos.
Perdono las canciones susurrándome
tu voz. No tienen culpa de contar la historia que pudo ser. Coincidencias de
desdichas, espacio y nosotros. Nada más.
Perdono las risas ofrecidas al ocio
y la flojera lastimosa que me obliga a pensar en ti. El tiempo debe rellenarse
con algo y cuando se me cansan los ojos tras tanto leer, eres la excusa
perfecta… Tus manos, mi piel…Un suspiro.
Perdono la pregunta “¿Podrías ser
por un noche la luz que le hace falta a mi vida?” ¿Creías que lo había
olvidado? ¡Mira, no me conoces! Perdono haberte respondido “Sí, podría” Perdono
los silencios ulteriores y las lágrimas vinagres atravesadas en mi garganta
ahora, mientras canta Miguel Bosé a mi oído y alguien haba de “temas
pendientes” en una conferencia de toxicología. “Posibles soluciones”…. Posibles
soluciones… ¿Dónde nos encontramos a conversar? No se me ocurre otra posible
solución.
Perdono el terrorismo de tus
palabras a mis cuestiones. Son armas de defensa, lo entiendo. Cada cual se
salva como puede, pero ya no intentes más. Aquí está mi existencia, haz con
ella lo que quieras, por último dame un motivo para escribir porque ya me
aburrí de contar la ausencia nacida al aferrarme a la posibilidad del azar.
Perdono la exhumación de tus restos
a causa de mis nostalgias. Perdono amarte, odiarte, necesitarte y mandarte al
carajo, llamándote con el pensamiento y quedarme ahí… Esperando.
Perdono no saber qué hacer con el
nudo de frustraciones desatadas al pensar en el futuro prometido mientras tú
estás lejos, yo aquí y nosotros… ¿Nosotros? ¡Já! ¡Nosotros! ¡Qué ilusa!
Nosotros.
Fran: 0. Cupido: 1
No se puede ganar siempre… y eso
también lo perdono.
ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER
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