Creo que la
melancolía de las fechas está afectando siniestra porque hiere donde sabe que
va a sangrar.
Ya no recuerdo
la última vez que al acordarme de algo, me provocase escalofríos, sin embargo,
con esto y aunque el instinto me está fallando cada vez más al no haberse
cumplido la profecía susurrada cuando la desesperación ataca, las esperanzas
arraigadas en cualquier parte, renacen y florecen en mi piel como dedales de
oro en un campo cuando soplan vientos de septiembre.
Asumo que el
problema es y siempre ha sido enamorarse de fantasma tan nítidos como lóbregos
y volátiles. La falta de carácter, y no hablo de ese carácter forjado a la
fuerza, sino del que se trae desde el nacimiento, el de la esencia misma, es el
culpable de todo.
El día que se
termine, cuando la cabeza se me vaya a perder y no vuelva a escribir y con eso,
no poder a enamorarme de fantasmas, será el día en que ya no pueda concebir
otro suspiro, porque de ilusiones se alimenta mi alma al llevarse mejor con los
personajes de mis escritos que con los personajes plantados en la vida. Incluso
se ha dejado enredar por algunos de ellos con la magnitud catatónica de un
volcán en explosión.
Mi postremo
descubrimiento, el derrumbe del puente entre tus pensamientos y los míos, me
tiene volando bajo, al anhelar un simple
beso regalado entre las copas de los árboles cuando duermen y hace frío, en una
vuelta malévola de un vals, entre sueños y ganas consientes de no querer
despertar.
¡He vivido
tantas vidas en esta vida! Duele la soledad y este síndrome de abstinencia
sufrido por mis labios; hay tantos abrazos sin entregar que comienzan a
pudrirse y para desintegrarse, les resta un segundo. Hay tantos “te quiero” sin
decir que se están atosigando en el fondo de mi garganta repleta de humo y de
telarañas por no haber vuelto a cantar. Siguen sin haber escalofríos
recorriendo mi piel, ya escarchada con el paso de los días sin estremecerse por
una caricia entregada porque sí.
(…) Esa noche
las cartas de su destino quedaron en blanco (…)
¿Y si las mías
nunca tuvieron algo escrito? Hoy retumba esa frase de “100 años de soledad”…
Curioso…
No tengo el
valor para tirar las cartas en la mesa y echarles un vistazo, por somero que
sea. Ya no. A la mala aprendí que con esas cosas no se juega, pero que conozco
tan bien al punto que aparecen sin quererlo, proyectadas en mis ojos. ¡Yo no
pedí esto! Tiene que ser la melancolía de las fechas…
Las cartas sí
están en blanco…
ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER
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