miércoles, 29 de junio de 2016

LAS CARTAS EN BLANCO


Creo que la melancolía de las fechas está afectando siniestra porque hiere donde sabe que va a sangrar.

Ya no recuerdo la última vez que al acordarme de algo, me provocase escalofríos, sin embargo, con esto y aunque el instinto me está fallando cada vez más al no haberse cumplido la profecía susurrada cuando la desesperación ataca, las esperanzas arraigadas en cualquier parte, renacen y florecen en mi piel como dedales de oro en un campo cuando soplan vientos de septiembre.
Asumo que el problema es y siempre ha sido enamorarse de fantasma tan nítidos como lóbregos y volátiles. La falta de carácter, y no hablo de ese carácter forjado a la fuerza, sino del que se trae desde el nacimiento, el de la esencia misma, es el culpable de todo. 

El día que se termine, cuando la cabeza se me vaya a perder y no vuelva a escribir y con eso, no poder a enamorarme de fantasmas, será el día en que ya no pueda concebir otro suspiro, porque de ilusiones se alimenta mi alma al llevarse mejor con los personajes de mis escritos que con los personajes plantados en la vida. Incluso se ha dejado enredar por algunos de ellos con la magnitud catatónica de un volcán en explosión.

Mi postremo descubrimiento, el derrumbe del puente entre tus pensamientos y los míos, me tiene volando bajo,  al anhelar un simple beso regalado entre las copas de los árboles cuando duermen y hace frío, en una vuelta malévola de un vals, entre sueños y ganas consientes de no querer despertar.

¡He vivido tantas vidas en esta vida! Duele la soledad y este síndrome de abstinencia sufrido por mis labios; hay tantos abrazos sin entregar que comienzan a pudrirse y para desintegrarse, les resta un segundo. Hay tantos “te quiero” sin decir que se están atosigando en el fondo de mi garganta repleta de humo y de telarañas por no haber vuelto a cantar. Siguen sin haber escalofríos recorriendo mi piel, ya escarchada con el paso de los días sin estremecerse por una caricia entregada porque sí.

(…) Esa noche las cartas de su destino quedaron en blanco (…)
¿Y si las mías nunca tuvieron algo escrito? Hoy retumba esa frase de “100 años de soledad”… Curioso…

No tengo el valor para tirar las cartas en la mesa y echarles un vistazo, por somero que sea. Ya no. A la mala aprendí que con esas cosas no se juega, pero que conozco tan bien al punto que aparecen sin quererlo, proyectadas en mis ojos. ¡Yo no pedí esto! Tiene que ser la melancolía de las fechas…

Las cartas sí están en blanco… 

ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER

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