Debió haber visto el cielo esta tarde porque no hay manera de que
mis palabras mundanas sean capaces de retratar la gloria de las luces
desintegrando caravanas de arabescos condensados en la culmine de las montañas,
en el preciso instante en que el sol se lanzaba al vacío, flagelando la
virginidad diabólica del mirador divino… Las almas fueron robadas porque
seguían el camino con cánticos sensuales. Las nubes hacían el amor por
primera vez al atardecer, festejando la muerte del día como tributo a las
vicisitudes nocturnas de las que serían víctimas fatales, ya de antemano.
Nada en el mundo era tan puro y tan cargado de maldad que las
figuras exquisitas mezclándose en la concepción recíproca de lágrimas
empolvadas y el desgravamen funerario del tiempo que ya se vivió.
Era lo más cercano a la perfección y lo hubiese sido si es que
hubiese perdurado intacto para siempre, para verlo hasta el hastío de mis ojos
y la memorización de detalles andróminos, que con el tiempo, hubiera sido inevitable.
Simplemente parecía el hálito de Dios expulsado en un bostezo
prematuro de lasciva magnificencia.
Era lo más cercano a mi príncipe azul…
ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER.
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