lunes, 29 de agosto de 2016

DESCOMPENSACIÓN



Cerré  los ojos, y unas manos empezaron a abrazarme, cubriendome la espalda cuando faltó  el abrigo.

Cerré  los ojos y ya la trenza que traía se había desecho mientras las manos bailaban al rededor de mi cintura buscando despertarme el cansancio. ¡Estoy tan cansada! Pero siguen afanando en encontrar piel al final del camino, mandando a una avanzada en misión  de reconocimiento. Las tierras eran fértiles, listas para colonizar, como si hayan pasado la vida esperando ser conquistadas, aunque sin habitantes. Dejaron preparadas las condiciones y se marcharon quién sabe dónde. Civilización extinta.

Cerré los ojos, los botones estaban en huelga, sin ánimos de trabajar nunca más, así  que liberaron las cadenas impuestas por nadie. Sólo estaban ahí: Oxidándose.
¡Cuánta carga llevaba encima sin saber! ¡Qué  liviano se siente el pecho!
Todavía no me quitaba el disfraz de hospital cuando se desmayó la tozudez, hipnotizando a mis oídos a dejarse caer sobre el edredón. ¿Y si descanso 5 minutos?

Las cortinas corridas, coartando el alcance infame del sol para poder dormir en paz con la sapiencia protectora de esas manos enganchadas como garfios a mis caderas. Sentí el rumor de los ríos corriendo tras el deshielo mutados en cosquillas animosas escoltadas por la vehemencia. Ya sin cadenas, cruzar el río  no sería sinónimo  de ahogarse. Hay que averiguar qué  existe en la rivera contraria. No sé  puede vivir con la duda.

Cerré  los ojos y las vestimentas se desvanecieron con lentitud cuando las manos en jolgorio se atrevieron a quebrar los miedos.  Absorta, casi cayendo en sopor me dejaba guiar alzando los brazos para hacer desaparecer la chaqueta y todo lo debajo. Tantos siglos aguardando y aquí  estoy, languideciendo ante el magnetismo convocado por esas manos. Tan tiernas.

Cerré  los ojos y vi al cielo resplandecer,  ángeles cantando y demonios siendo absueltos, las maravillas de la vida después de la muerte y El Paraíso del que fue expulsada la humanidad, sin embargo,  el éxodo merecía la pena al traernos hasta acá.  Tantos años desperdiciados por cobarde y en el cielo a nadie le importa la reberberancia del deseo satisfecho.

Cerré  los ojos y volví a enamorarme del mismo par de candiles oscuros que derramaban bombas de adoración. Siempre imaginé quedarme en sus brazos, pero las fantasías eran reducidas a una alpargata al lado del hecho de haber encontrado refugio. Ya luego de apoderarme del espacio entre su cuello y su brazo, encontré  rastros de lejanía, polvo y telarañas por permanecer pendiente de la llegada de ésta mujer que nunca llegó, hasta ahora.  Era mío. Se había  puesto la última  pieza del rompecabezas. Se movió la Reina. Jaque mate.

- ¡Mujer despierta! - Oí  un grito muy cerca acompañado de una sacudida en cataclismo.
- ¿¡Qué  pasó!? -Estaba confundida.
- ¡Se descompensó el de la 5! ¡Vamos! ¡Entra en paro! ¡Vamos!

Cerré  los ojos, sí, pero sobre el teclado del computador puesto en la unidad de paciente crítico.

"Se descompensó el de la 5"...


ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER.

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