Ahora me amenazan las ganas de
dejar de recorrer el camino donde transito, abandonar la carrera
cuando recién ha sonado la alarma de partida y los competidores me rebasan con
creces, dejar de respirar un segundo para quitarme de encima el dolor que
implica cargar el peso del mundo sobre estos hombros frágiles decididos a ser los de Atlas.
Hay sensualidad en el aire invitándome a abandonar lo que aún no emprendo, renunciar a mis derechos de cuna y es brillante, tentador como nada más podría serlo.
Lo lascivo del asunto, cautiva mi atención... Pero no. Debo seguir, porque hace frió, no
porque tenga ganas, porque es imperativo. Las estrellas se puedan cambiar
antes de que se alineen con las desventuras de lo funesto.
El tiempo es corto y la
voluntad escasa y hay una voz en mi cabeza obligándome a continuar, aunque mis piernas languidecidas no den un paso más allá para poder cruzar la calle.
Hay que hacerlo... Es lo único claro en esos momentos.
Siento como si el cansancio de
mil vidas se condensara sobre mí, impidiendo que pueda ver el cielo y la luz
hacia la tranquilidad.
Se me congeló el reloj y me quedé estancada en Abril, no
sé porque, pero sigo mirando las nubes pasar formando corazones desfigurados
que sólo mis ojos son capaces de ver.
Creo que en alguna parte del
trayecto me perdí sin darme cuenta, y ahora debo volver, recorrer los
mismos senderos tormentosos, buscar valentía donde no la hay,
cerrar los párpados, respirar y seguir, porque de esta forma no puedo... No se
debe, no es sano esperar el agotamiento de las horas y lleguen las fechas sin concebir aún.
Descubrí que soy un gato jugando al ratón porque le dijeron
que así debía comportarse para pasar desapercibido entre la caterva, sin
embargo, ya es hora de volver a ser el gato...
Perdí el sentido de
correlación de lo que escribo. Hace tanto no daba rienda suelta
a mis dedos, que continúo pese a la sapiencia de que es idiota.
Tal vez, es
sólo una forma de alejarme de la realidad... Es mí minuto de relativa libertad,
dos segundos donde puedo ser, de verdad, Francisca Kittsteiner, Duquesa de
Orleans.
Ahora, luego de escribir
porquería, he de volver a la carrera, tomar rumbo desconocido y
seguir adelante con el mundo en los brazos, las piernas flageladas, sin ánimos,
sin saber dónde voy y porqué elegí este camino, con más dudas de las que ya
tenía asimiladas, cansancio ancestral, con el disfraz de ratón y la cara llena
de sonrisa, como si aquí nunca ha ocurrido nada...
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